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Análisis de la situación en las ciudades: Vivienda (parte 2)
Colectivo La Trocha / Lunes 8 de agosto de 2016
 

Es en Bogotá, junto con el departamento de Tolima, donde la lucha revolucionaria por una vivienda digna es más enérgica. En Bogotá se han creado distintos barrios construidos con la ayuda de organizaciones populares como Cenaprov (Central Nacional Provivienda). El barrio Policarpa Salavarrieta, cercano al centro histórico de la ciudad, es un ejemplo de abnegación y lucha. El terreno donde está ubicado el barrio se consiguió usurpándolo –recuperándolo para las masas trabajadoras. Fue una lucha por la toma de tierras urbanas, dirigida por las familias sin techo. La construcción de las viviendas se logró a través de la autogestión y el trabajo voluntario de cientos de personas ¡Solo la lucha revolucionaria engendra transformaciones reales!

70 familias damnificadas del terremoto de Armenia de 1999 se tomaron en 2003 la urbanización La Cecilia, donde se construían las casas que les prometió el gobierno de Pastrana, y después el de Álvaro Uribe, con la intermediación de la firma constructora Piedra Blanca de Cali. Cuando las familias se tomaron el predio, las casas estaban inconclusas, la mayoría sin techos, sin servicios públicos y muchas sin paredes, lo que generó problemas emocionales y de salud. Lo mismo sucedió en Medellín, familias del barrio Moravia, sector Oasis, quedaron damnificados tras el incendio de 2007. El gobierno departamental y local les prometió el cielo en la tierra y jamás cumplió. En 2014 las familias retomaron el terreno que les pertenecía, la policía llegó unas horas después y desalojó a los ocupantes. Con valentía y voluntad lograron resistir a la arremetida. En el sector El Picacho, comuna 6 de Medellín, la policía y la alcaldía desalojaron a varias personas en 2014. Igualmente la comuna 7 de Barrancabermeja nació a partir de la toma de terrenos por parte de cientos de familias sin techo. Familias que, a pesar de lo lejano, buscaron a las afueras de Barrancabermeja, en la vía hacia Bucaramanga, para erigir una casa, así fuese de madera y plástico, donde vivir.

La toma de terrenos para construir casas está justificado por el derecho de los pueblos a una vida digna. El artículo 51 de la Constitución Política de Colombia –aunque no es una constitución popular ni democrática- sostiene que “todos los colombianos tienen derecho a una vivienda digna”. Aquellas familias que no tienen casa propia o que no pueden pagar arriendo, recurren a vivir como inquilinos en la casa de un familiar, ésta es la solución urgente, pero no la solución adecuada. Muchos son los problemas que se presentan en viviendas ocupadas por varias familias. Situaciones de violencia, robos, celos; además la ética propia del sistema capitalista impregna estos hogares: el egoísmo, el menosprecio, la discriminación, las envidias. El hacinamiento al que llegan los hogares con las características descritas, es lamentable y en ocasiones, dependiendo de la sensibilidad del observador, resulta una imagen desdichada. Casas pírricas, tan frágiles como una casa de fósforos; algunas casas pequeñas, pigmeas, donde ni el viento tiene espacio. Esta es la imagen de la realidad concreta.

Es el paisaje de desolación al que los artistas no recurren, sólo es posible plasmar la descripción de la realidad si se es poeta y revolucionario. Los revolucionarios debemos poner el ojo agudo en cada problema que ocasiona el capitalismo, para entenderlo, desvelarlo y explicarlo a los pueblos. Un observador juicioso es capaz de comprender e ir al meollo de cada asunto. Ser revolucionario implica colocar la vista en cada situación, entender las causas y efectos, comprender las contradicciones de clase que se esconden, desvelar estas contradicciones, y apreciar el valor real que tiene cada situación para la construcción de un movimiento para la revolución.

La vivienda es una necesidad básica de los pueblos. Una vida sin vivienda es una vida sin tranquilidad. La vivienda es el espacio vital que se utiliza para relajarse y para alejarse de las luces de neón infladas con opulencia. Pero la vivienda no debe ser un plástico amarrado con cabuyas, sostenida con palos enclenques que se caen en cuanto comienza una mínima llovizna. Una casa no debe ser el espacio de la cocina para dormir, ‘hacer del cuerpo’ y comer. Un lugar tan pequeño genera penumbra durante el alba. Son cientos de invasiones las que se dan cada año en zonas marginales de las ciudades, lo que se conoce como el ‘cordón de miseria’. Las familias sin techo sólo tienen la posibilidad de ocupar los terrenos alejados de la vida económica de la ciudad, porque carecen de propietarios privados, porque nadie se preocupa de si el suelo ocupado es inestable, porque aún no han entrado al negocio de la especulación habitacional y porque no representan problema en el afeamiento de la ciudad. A la burguesía nacional le importa la “imagen de la ciudad”, especialmente quedar bien con los inversionistas o los turistas; no hay problema si las masas ocupan lugares alegados donde “nadie los ve”.

La mayoría de las casas que se construyen sobre “invasiones” o terrenos ocupados por los sin techo, son casas inestables, levantadas con paredes de tabla y madera pegados con puntillas o pegante, en muchas el techo se hace con plásticos, tejas de zinc; también, muchas casas tienen paredes de plástico y las columnas son un grueso tronco de árbol. Las condiciones sanitarias son precarias porque no cuentan con alcantarillado, servicios públicos, salud, vías de acceso… estas casas no resisten una tormenta, y si se encuentran en las riberas de los ríos, no resisten la más tenue crecida. Durante los días en los que el sol calienta con mayor empeño, en ciudades calurosas como la región Caribe, la Costa Pacífica, Los Llanos, estas casas son hornos o se convierten en refrigeradores en las ciudades frías como Bogotá, Tunja, Pasto, Manizales.

En los municipios de la Costa Caribe es evidente la precariedad habitacional. En municipios como Pelaya, El Banco, Mompox, Curumaní, se ve la estampa de las dificultades. Es la imagen del verdadero rostro del capitalismo que promete al ingenuo una vida de felicidad y placer. El crédulo dura toda la vida buscando aquella olla mágica. Y mientras el ingenuo es engañado, el oligarca sonríe. La actual Ministra de Vivienda, Elsa Noguera, así como los anteriores ministros, Luis Felipe Henao y Germán Vargas Lleras, han utilizado la demagogia para crear falsas esperanzas. El gobierno nacional actual ha utilizado la falacia como artilugio para embaucar al pueblo colombiano. Juan Manuel Santos ofreció 100.000 viviendas gratis a familias sin hogar. Hasta la fecha esta oferta no ha sido cumplida.

100.000 viviendas que tienen la cualidad de no ser gratis. En este plan de vivienda el “beneficiado” paga el 80% de cuota inicial y el gobierno el 20%. El “beneficiado” también acepta las fluctuaciones del mercado inmobiliario y el sistema financiero. Con este plan, la vivienda se adquiere a través de la modalidad de leasing habitacional ¿Qué quiere decir? Arriendo con opción de compra. Las entidades financieras son las ya conocidas, Colpatria, Bancolombia y otras. Las tasas de interés son del 9,8%. Con estas tasas los “beneficiados” pagan la casa 14 o 15 veces, como dice Gloria Inés Ramírez. Los verdaderos beneficiados son los bancos que se encargan de generar el crédito para comprar o construir vivienda, o para “Vivienda de Interés Social”. Además de beneficiar a las corporaciones que venden materiales para la construcción, tales como Cemex (Cementos Mexicanos).

Parte 1