Agencia Prensa Rural
Mapa del sitio
Suscríbete a servicioprensarural

Entrevista a Julián Cortés
¿Por qué el pueblo colombiano votó «NO» a los acuerdos de paz?
Tarik Bouafia / Viernes 7 de octubre de 2016
 

Después de 52 años de una terrible guerra civil que dejó un saldo de más de 250000 muertos y de millones de desplazados ¿Cómo explicar ese rechazo a los acuerdos de paz? ¿Cómo interpretar esa masiva abstención? Para esclarecernos, hemos entrevistado a Julián Cortés* [1] periodista y especialista de Colombia.

El domingo 2 de octubre los partidarios del «No» a la paz ganaron el referéndum. Pero más allá de ese resultado, un dato relevante llamó particularmente la atención: el de la abstención que alcanzó casi un 63%. ¿Cómo explica esa falta de interés sobre ese tema tan importante que creó tantas expectativas?

JC: Es difícil de comprender y es muy complejo tratar de hacer un diagnóstico acertado de esta realidad, pero creo que ese abstencionismo tiene que ver por un lado con la pobre cultura política colombiana que es consecuencia a su vez de un trabajo sesudo de las élites por mantener en la ignorancia al pueblo colombiano y que ha impuesto en la cultura de masas una cultura dominante basada en ídolos, artes, conocimientos triviales y superfluos. Con decirte que un partido de fútbol podría reunir más colombianos, que un plebiscito por la paz. Sin embargo esto no es ajeno a la realidad mundial, ni podemos decir que los colombianos somos ignorantes, de hecho si uno ve la cultura de masas en cualquier parte del mundo es superflua y trivial. Así la gente es presa fácil de discursos populistas de derecha o incluso de izquierda, y Álvaro Uribe Vélez es un buen populista que logró cautivar un reducido grupo poblacional que a pesar del alto abstencionismo logro marcar la diferencia.

Por otro lado no quiero ser pesimista, pues la izquierda colombiana es muy fuerte en comparación con otros países, se trabaja duro, y gracias paradójicamente al conflicto armado, hay niveles altos de politización entre su militancia, sin embargo aún carecemos de estrategias mediáticas más elocuentes para atraer a grupos poblacionales más altos y obviamente no contamos con el acceso suficiente a los medios que hace que la izquierda siga siendo marginal.

Pero hay otro dato interesante que conocí hace poco y es que muchas comunidades rurales no pudieron ir a votar, a ellas quienes les interesa salir del subdesarrollo y superar el conflicto les fue difícil llegar a los puntos de votación. A las comunidades indígenas del Amazonas no les llegaron las tradicionales canoas que contratan los politiqueros en tiempo de elecciones. Allí falló el gobierno en garantizar el derecho al voto brindando facilidades a quienes viven lejos de los centros de votación. Sin equidad no se puede garantizar el derecho al voto.

Esa victoria del «No» es ante todo la de los políticos ultraderechistas de Colombia como el ex-presidente Álvaro Uribe que siempre se negaron a negociar con la guerrilla. Cuáles son las razones de esa oposición histórica? ¿Un temor a la verdad? ¿Intereses ligados a la guerra en peligro?

JC: Las razones de Álvaro Uribe Vélez son varias. Primero el tema de la verdad histórica: a Álvaro Uribe y su gente le da miedo que el país sepa la verdad de lo que muchos ya sabemos y que se ha probado pero que no ha sido posible llevar un juicio en su contra, ni siquiera en la corte penal internacional. Es el tema de su vinculación con el paramilitarismo, no sólo de él sino también de su familia. Ahí está preso por ejemplo su hermano sindicado de pertenecer al grupo paramilitar Los doce apóstoles. Las consecuencias derivadas de la aplicación del tratado de paz, en términos de justicia, terminaría juzgándolo a él también, en tanto que el marco jurídico para la paz es para todos los actores del conflicto, no sólo para los guerrilleros. Lo que él quiere garantizar con su discursito de impunidad de los guerrilleros, es precisamente su propia impunidad.

Segundo está el tema de la tierra y la reforma rural integral que prevé, entre otros logros, la restitución de tierras adquiridas ilegalmente a los campesinos. Esto implica que él, que es un gran terrateniente, y un sector importante de los ganaderos ven sus intereses tocados con la implementación del primer punto de la agenda.

Tercero está el tema de las otras grandes reformas incluidas en el acuerdo que tocan amplios sectores de su aliados. Ellos no pueden permitir la mínima democratización de los medios de comunicación que plantean los acuerdos, ellos no pueden permitir un avance en la democracia colombiana, ellos no pueden permitir que las comunidades rurales se empoderen como plantean los acuerdos.

Cuarto, hay un temor velado entre las élites tradicionales, que incluso también toca a Santos y su propio sector, y es la posibilidad de que la izquierda llegue al poder. Para nadie es un secreto -así lo nieguen a diestra y siniestra algunos intelectuales, incluso de izquierda- que las Farc son un actor político fuerte: saben hacer política y no tienen esos vicios de las élites políticas tradicionales. Tienen un grupo cohesionado de militantes clandestinos altamente comprometidos con su causa que coordinan mucho mejor que lo que puede hacer el uribismo con sus huestes y a quienes solo puede convencer a punta de discursos populistas y mentiras.

Quinto, el tema del narcotráfico que ha planteado una solución inteligente de sustitución de cultivos ilícitos y combate a las estructuras criminales que se benefician de este negocio. Ahí hay claros intereses que no les conviene lo que el acuerdo reza en esta materia.

Y finalmente el sexto tema tiene que ver con la personalidad megalómana y egocéntrica de Álvaro Uribe, él quiere ser el protagonista del proceso de paz, en otras palabras él quiere también una patica del nobel de paz.

Los resultados socio-geográficos del voto nos aportaron datos sumamente interesantes. En efecto, pudimos notar que los que votaron «No» eran los que poco habían sufrido la guerra por vivir en las zonas urbanas y esa misma gente hace parte principalmente de las clases medias y altas mientras que los votantes del «Sí» eran mayoritariamente los que sufrieron duramente la guerra (campesinos…). ¿Esa fractura social será la que divide históricamente a la sociedad colombiana, sociedad profundamente desigual?

JC: Sí definitivamente. Ahí se vio claro ese contraste entre la Colombia rural y la Colombia urbana, de hecho en el libro que estoy preparando sobre las Farc-EP, muestro como la relación de la guerrilla con las comunidades rurales ha sido bastante diferente a como la han contado los medios de comunicación a quienes viven en las ciudades. Muchos campesinos difícilmente pueden ser manipulados con un discurso anti-Farc y con la propaganda de guerra porque ellos han visto una faceta muy distinta de las FARC. Para muchas comunidades campesinas la insurgencia ha sido su gobierno, los guerrilleros han sido quienes los han acompañado en sus procesos y luchas sociales, quienes han construido escuelas, centros de salud y carreteras, quienes los han defendido del paramilitarismo. Si miras bien el mapa, te darás cuenta que las regiones donde ganó el Sí son regiones que o han sido muy golpeadas por el conflicto, (no solo por las Farc como dicen los medios) o han sido cuna y resguardo de guerrilleros, salvo contadas excepciones como el este de Antioquia y algunas zonas del Meta, el Sí gana donde hay o ha habido presencia guerrillera y presencia de líderes de izquierda.

Conocemos el papel histórico que han desempeñado los medios de comunicación en la diabolización de las Farc y el apoyo a los sectores de derecha. ¿Cuál ha sido su rol en esa campaña electoral? Participó en esa propaganda permitiendo así la victoria del «No»?

JC: Claro que fue determinante la propaganda de guerra permanente al proceso de paz, principalmente del canal RCN, así como el eco que de ésta hicieron algunas congregaciones cristianas, difundieron mentiras contra el acuerdo de La Habana. Por ponerte uno de los ejemplos más risibles, si se puede llamar así, fue como la inclusión de la perspectiva de género en los acuerdos llevó a sectores retardatarios de ambas religiones, católicos y protestantes, a afirmar que Colombia se estaría homosexualizando con la implementación de los acuerdos. Discurso bastante populista diseñado en los laboratorios de propaganda de guerra del uribismo que caló en lo más profundo de nuestra sociedad fuertemente creyente. Pudo más ese discurso de odio y homofobia que el discurso del perdón y el amor al prójimo.

Pero no solo fue eso, estamos hablando que esto viene de muchos años atrás, donde se repitió hasta la saciedad que las Farc eran el principal problema de Colombia, campaña de la que Santos como ex ministro de defensa fue también promotor y que paradójicamente hoy se le volvió en contra al poner en consideración el proceso de paz a una sociedad que él ayudó a manipular en contra de las FARC. Por ejemplo una familiar me decía que como era posible que esos secuestradores pudieran tomar una silla en el Congreso mientras no han entregado todos sus secuestrados. Por favor, hace más de dos años las FARC entregó a todos a quienes tenía en su poder y se comprometió a no hacer más retenciones y así lo ha venido cumpliendo.

El jefe de las Farc, Timoleón Jiménez, se comprometió a seguir luchando para que se establezca la paz. No obstante ¿ese voto podría poner en tela de juicio el largo proceso de paz empezado hace cinco años? ¿Qué futuro cercano le espera a Colombia?

JC: Yo creo que hay dos escenarios muy complejos, el primero es que Santos, como lo planteó el comandante Timoleón, no le ponga atención al resultado del plebiscito en tanto, como la Corte Constitucional lo ha dicho, no tiene implicaciones jurídicas sino políticas.

Entonces ahí hay un dilema, porque internacionalmente el acuerdo está firmado y no se puede echar para atrás en términos jurídicos, de hecho está radicado en Suiza ante la ONU y tiene todo el apoyo internacional que se requiere en estos casos, incluyendo el visto bueno de la Corte Penal Internacional. Así pues, si rechaza los resultados del plebiscito estaría perdiendo legitimidad política en Colombia mientras salvaguardaría la legitimidad jurídica de los acuerdos y también la legitimidad política internacional. Si hace valer el plebiscito, estaría cayendo en el juego del Uribe – a quien entre otras cosas se le invitó con tiempo a hacer parte de los acuerdos de La Habana, pero no quiso– y tocaría empezar una nueva etapa de discusión, que llevaría a una reforma de los actuales acuerdos ganando legitimidad política. Pero creo que Santos quedaría muy mal ante la comunidad internacional, además del tiempo perdido.

Sin embargo hay un peligro en el primer escenario, y tiene que ver con el descontento que podría llevar a nivel nacional por parte de los que apoyaron el No, y eso incluye un sector de la mafia que se ha opuesto a los acuerdos y que ya ha afirmado que combatirá a los guerrilleros reincorporados a la vida civil. De no incluir estos sectores ligados a Álvaro Uribe, se podría llevar al país a otro conflicto armado en las regiones que imposibilitaría la implementación de los acuerdos.

Un tercer escenario posible sería un punto medio, donde se convocaría al acuerdo nacional que está contemplado en los acuerdos para adelantar la Asamblea Nacional Constituyente que incluiría a todos los sectores. Este escenario, a mi modo de ver, debería ser realizado y es allá a donde las fuerzas democráticas apuntamos, pero no ahora en las actuales condiciones, con la actual hegemonía política y cultural de las mafias y los sectores del Uribismo, una representación amplia de la derecha como constituyentes podría dar al traste el proyecto de una nueva constitución progresista. Yo estaría de acuerdo con esperar a que las Farc-EP den su salto a la vida política legal y den sus primeros pinos como movimiento político sin armas en un par de años y ahí si dar la pelea por la Asamblea Constituyente. Eso de confiar en el pueblo colombiano y en su sabiduría queda en tela de juicio después de los resultados obtenidos en el plebiscito.

Publicado en: Investigation.net

[1Julián Cortés es ex prisionero político y académico colombiano. Es ingeniero mécanico con estudios de Maestría en Desarrollo e innovación Rural en el área de Sociología Rural. Refugiado político en Bélgica y activista por la paz. Actualmente es miembro del colectivo de periodismo alternativo Investig´Action. Ha sido colaborador de la prensa alternativa colombiana Prensa rural. Escribió su primer libro en prisión, titulado “Te cuento desde la prisión”.

Su más reciente investigación fue realizada en La Habana, Cuba con la delegación de paz de la insurgencia de las FARC-EP y prepara un nuevo libro en inglés titulado “The FARC-EP, Beyond the rifles”, en el que aborda la cara oculta del grupo insurgente donde se relatan historias de las intervenciones y políticas sociales que realizaron las FARC en zonas rurales como: construcción de carreteras, campañas de salud, resolución de conflicto y gobernanza rebelde… Así mismo relata el proceso de diabolización de la guerrilla por parte de la propaganda de guerra colombiana y la respuesta de las FARC ante esta propaganda.

Para más información sobre su nuevo proyecto de libro-documental en español, pueden escribirnos a videos@investigaction.org