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Columna de opinión
Las puertas cerradas de la Universidad Nacional
Guillermo Andrés Pérez / Viernes 28 de octubre de 2016
 

Parece que al rector de la Universidad Nacional de Colombia, Ignacio Mantilla, y al vicerrector de la Sede Bogotá, Jaime Rodríguez, no estaban muy convencidos de convertir el alma mater en un territorio de paz. O por lo menos lo olvidaron muy pronto. Exactamente un mes después de la firma final del Acuerdo de paz, estos señores le pusieron cerrojo a la Universidad, con esquema de “seguridad” en las entradas y se prohibió el ingreso de “extraños” a la Nacho. Me pregunto ¿Qué paz se construye con la privación de los espacios?, ¿Qué paz se hace negando el encuentro plural de la ciudadanía?, ¿Qué paz se hace con las puertas cerradas de la universidad más importante del país?, ¿Cómo se hace de una universidad un templo de paz si se impone el control coercitivo sobre su comunidad y sus visitantes, antes de consensos pedagógicos y culturales para la convivencia y el autocuidado?

Como egresado de la UN siento vergüenza e indignación. Ni en los peores momentos, cuando el ejército ocupaba la ciudad universitaria a sangre y fuego, se estableció en la Universidad Nacional un control policivo y excluyente en sus entradas. Tal vez porque la universidad pública es incluyente y democrática por principio y universalidad del conocimiento, por definición. Por lo tanto debía estar abierta y accesible para toda la sociedad. Pero estas ilustres directivas, contra todo sentido pedagógico, decidieron el pasado 26 de octubre poner filtros de ingreso a la UN. Como quien dice, le pusieron un anillo de seguridad. ¿Para qué? ¿Cuáles argumentos sostienen convertir a la Institución de educación superior más destacada del país en un centro presidiario? ¿Acudirán al desgastado e incongruente discurso de la seguridad?

Sepan, señores Mantilla y Rodríguez, que la universidad para la paz no promueve acciones coercitivas, sino acciones pedagógicas para la convivencia respetuosa entre los miembros de la comunidad universitaria y sus visitantes. Las acciones policivas, de hecho y violentas no construyen “seguridad” ni “tranquilidad” y mucho menos condiciones para la construcción de una paz con sujetos activos. Por el contrario, cimienta las bases de la discordia y la agudización de los conflictos internos, además de violar el derecho que tenemos los contribuyentes del goce, uso y usufructo del mejor campus público universitario del país.

Por otra parte, señor Rector y señor Vicerrector, ustedes que agitan las banderas de la internacionalización de la Nacho, ¿saben ustedes que ninguna de las mejores universidades del mundo tiene cerradas las puertas? Los reto a que digan cuántas de las universidades a las cuales ustedes quieren imitar, tienen sus puertas cerradas. Más aún, ¿cuántas de esas universidades usan a sus estudiantes como elementos disuasivos de la confrontación y como instrumentos de su estrategia de seguridad? (Ver Foto). Abusan ustedes de la moral y la ética pacifista de quienes defendemos la universidad pública, y sin remordimiento, echan mano de cualquier idea para imponer su modelo de universidad totalmente despojada de todo carácter público, plural, incluyente y democrático.

Dos verdades incómodas para terminar. Lo primero es que la Universidad Nacional al cerrar sus puertas al país, también le cierra las puertas a la paz. Lo segundo es que ustedes, señores Mantilla y Rodríguez, no aprendieron nada de la negociación en La Habana, porque si algo le enseñó al país los equipos negociadores del Gobierno y las FARC-EP es que la paz se hace con puertas y brazos abiertos para generar el diálogo entre distintos; para acoger al diferente, al opositor; para restablecer los canales del debate respetuoso; para sabernos diversos entre iguales; con derecho a la educación, la salud, al trabajo, la recreación, al deporte y al ocio. Pero sobre todo, a dejar de lado la violencia como excusa para imponer el orden.

Nota al pie de las fotos:

Estudiantes de Chaqueta Verde, reciben ayuda económica a cambio de estar allí contra sus mismos compañeros de clase y sus propias ideas forzados por la necesidad económica.