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Opinión
¡Bailemos, señor! La fiesta de la paz en Conejo
Reconocer que la paz, como la danza, se construye desde el alma, que para alcanzar el nivel necesario y la armonía tendremos que avanzar día a día es, por lo menos, un paso que debemos dar si realmente estamos por la paz.
Sofía De La Hoz Terán / Viernes 6 de enero de 2017
 

Bailar es sinónimo de vida y alegría, es disciplina placentera, arte que rebulle las venas del alma, pasión manifestándose desde las entrañas, convirtiéndose en trazos que van pintando obras de arte con los pies, bailar es una mujer caribe que abraza con las caderas, es la historia y la riqueza de un pueblo contada desde los cuerpos, es comunicación sin palabras.

El baile nos conecta con la energía propia y del otro, trayendo sanidad y reconciliación, nos ubica en el aquí y el ahora, traspasa barreras sociales, culturales e idiomáticas, enriquece desde lo sensible y lo humano, eleva los niveles de serotonina en el organismo, lleva a la comprensión desde lo práctico que la felicidad fluye desde lo personal y va sumándose de forma armónica al colectivo, tiene la capacidad de generar aun en los momentos más difíciles expectativas positivas.

Quizás por todo esto los amigos de la guerra porque en Colombia, prefieren que aun para celebrar la vida y la esperanza de una país en paz, nos distanciamos unos de otros, ven en el acercamiento grato de un abrazo en una noche de año nuevo, una amenaza, un peligro, señalan como irrespeto el permitir la resiliencia que, tal como como lo decía Gilles Deleuze, nos proporciona el arte: “El arte es lo que resiste: resiste a la muerte, a la servidumbre, a la infamia, a la vergüenza”. Prefieren vernos prevenidos y distantes, ven como obvio que en la consolidación de este proceso de paz que tanto han buscado torpedear, las relaciones se den de forma casi robótica y fría.

Por esto descalifican el acontecimiento que se dio en el departamento de La Guajira, municipio de Conejo, en el lugar conocido como La Y de las Marimondas, ubicación de uno de los lugares de preagrupamiento de las FARC-EP, el 31 de diciembre pasado, mostrando como grotesco e inapropiado un acto concreto de humanización del conflicto, pretenden convencer a los protagonistas de este, al Gobierno y a la sociedad completa de que lo ocurrido fue un error.

Desde la danza y sus infinitas posibilidades les decimos que expresarse con el instrumento maravilloso del cuerpo en movimiento es un acierto, como bailarines y bailarinas les decimos a todas y todos tal y como lo hizo el sombrerero al señor Conejo en Alicia en el país de las maravillas: “lo mejor será que bailemos”; que se reproduzcan cientos de escenarios como los de Conejo a través de los cuales entendamos que la construcción de este nuevo tiempo de paz no se dará aislándonos o relacionándonos de manera distante, que tendremos que aprender a seguirnos el ritmos, a escuchar las melodías de unos y otros, a acelerar o disminuir el paso, a leernos y a alentarnos, a construir los acordes de justicia social de manera conjunta y reconciliada.

Reconocer que la paz, como la danza, se construye desde el alma, que para alcanzar el nivel necesario y la armonía tendremos que avanzar día a día es, por lo menos, un paso que debemos dar si realmente estamos por la paz.

Mientras algunos aprenden, mientras tanto ¡bailemos, señor, La fiesta de la paz en Conejo!