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Como no hubo cocteles, regañan a funcionarios de la ONU
No es difícil establecer que ese elixir sagrado llamado “imparcialidad”, que se oculta en alguna montaña descubierta por Indiana Jones, no aplica de igual manera para las FARC.
Alexander Escobar / Sábado 7 de enero de 2017
 

La rapiña mediática inició 2017 despedazando a los observadores de la ONU que pasaron el 31 de diciembre en un campamento de las FARC. Nada mejor para los medios que empezar el año con un escándalo. O inventarlo, de ser necesario, para alimentar el rating con estupideces que se reproducen por ausencia de debates serios.

El escándalo fue elaborado después de conocerse el video donde dos de los observadores de la Misión de la ONU en Colombia se ven alegres bailando con guerrilleras de las FARC, en una celebración de fin de año que “incluyó una cena con cerdo, gallinas, buñuelos, dulces y chocolates, así como baile al son de música tropical colombiana”, anota la agencia EFE.

Para planificar el escándalo se emplearon recursos ya conocidos: descartar videos que generan opinión favorable y escoger uno o dos que pueden terminar en controversia; luego sumar la intriga periodística fabricada en salas de redacción de canales como RCN; y por último añadir testimonios de ideólogos de derecha, o de un partido de ultraderecha que, en este caso, no puede ser otro que el Centro Democrático.

Y listo. Así la opinión pública queda a merced de la pócima mediática que fabrica un escenario donde no existen garantías para el proceso de paz con las FARC, porque todo es quirúrgicamente moldeado para que la ONU aparezca como una organización no neutral por bailar, comer cerdo y, quizás –no me consta–, realizar algunos brindis en un campamento de las FARC el 31 de diciembre.

Acto seguido, fiel a sus protocolos, la ONU descalifica y anuncia que tomará medidas contra los observadores involucrados en el festejo decembrino, afirmando que su “comportamiento es inapropiado y no refleja los valores de profesionalismo e imparcialidad” de la Misión de la ONU en Colombia.

Por fortuna, hasta el momento no se publican fotos o videos de directivos de la ONU compartiendo algún coctel o canapé con funcionarios del Gobierno porque, imaginamos, también se pronunciarían con el mismo tono, calificando de inapropiado un comportamiento que tampoco reflejaría la imparcialidad del organismo.

No es difícil establecer, entonces, que aquel elixir sagrado llamado “imparcialidad”, que se oculta en alguna montaña descubierta por Indiana Jones, no aplica de igual manera para las FARC en Colombia, país donde los medios de comunicación cubren el conflicto descalificando a la guerrilla y enalteciendo al Gobierno como único actor válido.

Se acerca el fin de la guerra. Y ahora la vida política de las FARC requiere de garantías que van más allá de salvaguardar la vida de los excombatientes dentro de la creciente ola de asesinatos de líderes sociales en Colombia. La guerra sucia comprende otros escenarios tecnificados por los medios de comunicación que evolucionaron conforme se prolongaba la guerra.

En ese otro escenario de la guerra contra las FARC todo se vale: hoy son los funcionarios de la ONU bailando en un campamento guerrillero, ayer lo fueron los tenis de Timochenko, mañana será cualquier cuestionamiento a la sinrazón que da su voto negativo a la paz.