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Crónica
En vigilia por la paz con las FARC
Todos fueron muy amables desde un principio, y su actitud parecía de una sincera esperanza, a pesar de la difícil situación. Para mí fue algo muy nuevo desde que llegué, ya que antes carecía completamente de una idea sobre cómo viven los guerrilleros y las guerrilleras de las FARC.
Sofía Quevedo Cabrales / Sábado 7 de enero de 2017
 

El camino desde Bogotá hasta la Llanura del Yarí es bastante largo; un pesado viaje de más o menos 30 horas. Desde que nos subimos al bus pasaron 22 horas hasta llegar a San Vicente del Caguán, el primer destino. Durante el trayecto observé el maravilloso paisaje: verdes cordilleras, árboles frondosos, ríos, quebradas, arbustos, vacas, caballos, pero, sobre todo, imponentes montañas.

Recuerdo en especial, un pueblo llamado Florencia, en el departamento del Caquetá, donde hicimos una parada para comer. Las casas en Florencia son pobres, con tejado de aluminio y piso de tierra (algunas). En otras, el piso es de cemento, y en muy pocas, de baldosa. En el restaurante que elegimos para desayunar, el piso era de cemento y cocinaban con leña.

Algo que me llamó la atención de Florencia, como del resto de pueblos por los que pasamos, es cómo la gente, siempre vestida con ropa ligera; vestidos y camisas de algodón, se sientan en sus terrazas a mirar la vida pasar. Es como si aquellas personas no tuvieran noción del tiempo. Al menos esa fue la impresión que me dio al pasar por cada pueblo y ver en la mayoría de las casas a las personas sentadas en su terraza, haciendo nada especial.

Al llegar a San Vicente del Caguan nos bajamos del bus y nos subimos a una chiva para continuar el trayecto hasta la llanura del Yarí. Al principio pensé que lo que faltaba para llegar no era mucho, sin embargo, faltaban ocho horas. Fue una gran tortura. El polvo se colaba por las ventanas y se impregnaba en la piel, mientras que el movimiento de la chiva, que parecía galopar, causaba un terrible sueño que en aquellas condiciones era inconciliable. La noche, por otra parte, era de una densa oscuridad, casi mística: altísimos árboles de distintas formas generaban un ambiente tétrico, concediéndole a la noche un tono aún más negro.

La llegada

Después de semejante viaje, y cuando ya estaba por amanecer, la chiva por fin paró. Habíamos llegado y ahora estábamos en medio de la selva: todo lo que se veía eran árboles y un río. El aire que se respiraba era puro y el clima, bastante fresco.

Quienes asistimos nos encontrábamos muy cansados, y la idea de armar las carpas bajo esas circunstancias y en medio de aquella oscuridad sonaba insoportable. Sin embargo, no tuvimos la necesidad de armarlas puesto que los guerrilleros de las FARC habían preparado, previamente, unas “caletas” para nosotros. Lo cual fue un gesto muy amable de su parte.

Fuimos a dormir, y al día siguiente, en el restaurante que quedaba subiendo el campamento de las FARC, nos atendieron a todos; tanto guerrilleros como guerrilleras iban de mesa en mesa repartiendo un rico desayuno.

Todos fueron muy amables desde un principio, y su actitud parecía de una sincera esperanza, a pesar de la difícil situación. Para mí fue algo muy nuevo desde que llegué, ya que antes carecía completamente de una idea sobre cómo viven los guerrilleros y las guerrilleras de las FARC. Al llegar allá, me di cuenta de que conviven solidariamente entre ellos, de que tanto hombres como mujeres cumplen los mismos roles (lavar, cocinar, ir a la guerra... etc.) y, sobre todo, de que son tan humanos como cualquier otra persona.

Fue una gran experiencia que abrió mi mente y la llevó a otro nivel. Un nivel en el que se rompieron toda clase de imaginarios, en los cuales las FARC son los monstruos de la sociedad.

Llanura del Yarí. Foto: Sofía Quevedo.

Entrevista con las guerrilleras

El viaje comenzó un sábado por la noche, y a nuestro destino llegamos el lunes por la mañana, y ese mismo día se celebraría en la noche la vigilia por La paz. Durante el día, tuve la oportunidad de hablar con algunas guerrilleras. Cada una de ellas me ofreció su punto de vista sobre la actual situación del país, en relación con los acuerdos de paz.

Esta es una de ellas:

Pilar, guerrillera de las FARC. Foto: Renata Cabrales.

Pilar. Una mujer como cualquiera, pero que vive una situación completamente extraordinaria. Una situación que nadie alcanza a comprender, pues para eso tendrían que vivirla en carne propia. Pilar ha vivido la guerra, ella hace parte de las FARC, y como todos ellos, está cansada de vivir así.

“A nosotros nos han pintado como lo peor para la sociedad, pero nosotros somos seres humanos y lo que buscamos con nuestra lucha es que haya un cambio real, que no mueran más niños de hambre, que no haya ancianos despojados de sus tierras y todas las cosas terribles que ha padecido el pueblo por la guerra” , dice Pilar, para quien el objetivo de la lucha era bastante claro.

“Aquí en la organización, las mujeres tenemos los mismos derechos que los hombres y no somos discriminadas. Los medios de comunicación siempre dicen una gran mentira. Y estamos felices de nuestra lucha, porque aquí hemos aprendido lo que es la verdadera humanidad”, continúa Pilar, rompiendo con el ideal de la mujer maltratada y sometida de la guerrilla que ha sido impuesto por los medios de comunicación.

Y finalmente, dice la excombatiente, llena de esperanza:

“Mis expectativas cuando se implementen los acuerdos y me reintegre a la vida civil son estudiar y participar en un escenario donde pueda ayudar a las demás mujeres colombianas a defender sus derechos... Lo que más deseamos es la paz”.

En una vigilia por la paz

Vigilia por la paz. Foto: Sofía Quevedo.

Con el atardecer se le dio inicio al gran evento que todos estábamos esperando; se organizó un círculo y en medio de este se colocaron una velas con los colores que simbolizan la paz, y alrededor se encontraban, tanto particulares como guerrilleros, todos cogidos de la mano y cada uno expresando sus deseos de reconciliación para el beneficio de todos los colombianos y las colombianas.

Al anochecer, se celebró una gran cena preparada por los miembros de las FARC, en la cual abundaban la comida y la bebida. Durante el evento hubo música y distintas actividades en las que todos participamos solidariamente y, por supuesto, también se habló de los acuerdos de paz, dándonos a entender el verdadero significado de estos y cuál es la idea de aplicarlos en la sociedad, para nuestro beneficio.

Lo más importante de este evento fue que se demostró que las FARC son tan humanos y están tan llenos de ilusiones, sueños y esperanzas como cualquier otra persona, y que merecen una segunda oportunidad para reintegrarse a la sociedad civil y acabar, por fin, con la guerra absurda que se vive en nuestro país. Porque la paz es un derecho para todos y todas.