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Los caminos de la duda
Año nuevo y luchas viejas
Negociación sin movilización equivale a garantía de la derrota.
Alfonso Conde Cotes / Jueves 12 de enero de 2017
 
Foto: Juan Gómez via photopin (license)

Aún en medio del ejercicio del olvido artificial, producto de una tradición reparadora asociada con el fin de otro año de conflictos, privaciones y algunos logros, me atrevo a comentar sobre decisiones pasadas que constituyen desgracias futuras. En primer lugar sobre el salario mínimo: sin protesta popular el Gobierno decretó un reajuste del 7%, tal vez para congraciarse con los empresarios; al fin y al cabo es su vocero. Simultáneamente aprobó una reforma tributaria que, sin mayor análisis, significa un incremento en el valor de la canasta familiar de 1,8% (Kalmanovitz, El Espectador, ene.2/2017), mientras calculan para el año pasado una inflación de 5,6% (5,96% año corrido hasta noviembre, 6,11% para ingresos bajos - DANE).

Sin tomar en cuenta ningún otro factor, lo anotado significa que el salario mínimo para este año es inferior al del año pasado en, por lo menos, 0.4%. El “reajuste” decretado representa una reducción del ingreso de los trabajadores que, según la Constitución, no se puede admitir. La desgracia adicional es la total ausencia de presión popular durante la “negociación”, influenciada también por la época (fin de diciembre) que es la del olvido. Negociación sin movilización equivale a garantía de la derrota.

En opinión de algunos “dirigentes” de los trabajadores organizados, en la contienda por la apropiación de la plusvalía se requiere encontrar la distribución que satisfaga a todas las partes, como si ello fuera posible. Tal vez consideran “justo” que lo apropiado por los trabajadores como salarios y prestaciones sólo alcance a $7,46 por cada $100 producidos por la industria nacional (DANE – EAM). Es la hora de cambiar esa clase de dirigentes sindicales.

Pero lo más preocupante sigue siendo el escaso nivel de organización de los explotados. Ya se ha comentado en esta columna que cerca de 96 trabajadores de cada 100, a pesar de la exagerada presencia de sindicatos y sindicaticos en la mayoría de las empresas, se encuentran al margen de la estructura organizativa de su clase. Como decía un amigo: “en esas condiciones, más fuerza tiene un purgao”. Es imperativo abordar la tarea de reorganizar al sindicalismo, en la calidad de sus dirigentes y en la cantidad de sus afiliados, para reenfocar la labor hacia donde corresponde: la confrontación contra la explotación.

Este nuevo año es uno de cambios en la sociedad: la implementación de los acuerdos entre las FARC y el Gobierno constituirá un paso de gran importancia hacia la paz. El fortalecimiento de los explotados en su lucha contra la explotación será otro elemento fundamental en la construcción de una verdadera justicia social.