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Simón, el Invicto
¿Quién le pide perdón a Simón Trinidad?
Sofía De La Hoz Terán / Sábado 21 de enero de 2017
 

“Silencio profundo,
arruga en el alma, dignidad, rabia, amor, ironía,
repudiable realismo, estallido interno”

(Olga)

A Simón se lo llevaron los absurdos de este Estado que se ha reclamado a sí mismo sin ninguna vergüenza como uno de derecho, se lo llevaron pal monte, o más bien se fue, como cuando cansados y asqueados de realidades vanas y duras, los humanos que se buscan seres y no simples sustancias inermes emprenden con decisión, con dudas, con su humanidad compleja y completa un viaje hacia sí mismo. Estuvo así ejerciendo el derecho a la rebelión frente al gobierno de Barco, Gaviria, Samper, Pastrana, Uribe; se declaró capitán de su alma, tal como el poema Invictus de William Ernest Henley, inmortalizado como un rezo diario por Mandela en sus 27 años de prisión.

Trinidad o Ricardo Palmera como insisten en llamarle los obsesivos de lo legal porque sí, decidió asumir sus convicciones y las resguardó en los ríos, en montañas y lomas de la casi narniana Sierra Nevada de Santa Marta.

Sin apología alguna es imposible desconocer en él a un ser consecuente con sus posiciones y sus convicciones. Esquivó de forma consciente los privilegios que sus apellidos rimbombantemente valduparenses de manera tentadora le ofrecían.

Simón, el consecuente, no titubeó el día de su extradición y haciendo la señal de la victoria con un rostro absolutamente humano le mostró al mundo y a Colombia que ser coherente con lo que se cree y se vive es posible aun en las situaciones más fuertes.

Trinidad fue culpado y extraditado por delitos de los que no estuvo cerca en tiempo, lugar ni autoridad. Sin embargo lo juzgaron a través de intrigas, falsos señalamientos y todo tipo de infamias. Sí, como en la inquisición y su histórica cacería de brujas.

Las FARC han pedido perdón por Bojaya, han pedido perdón por el caso del asesinato de los diputados del Valle del Cauca y otras decisiones de guerra, por eso la pregunta aquí es: ¿Quién le pedirá perdón a Simón?

La señal ambigua e infame que se envía desde el Gobierno en todo caso es nefasta. Simón, el hombre que su organización se ha peleado con toda su fuerza y sus entrañas, sigue con vida y se pasea internamente por una sierra nevada y caribe que lo apasiona y lo espera.

Invictus

Más allá de la noche que me cubre
negra como el abismo insondable,
doy gracias a los dioses que pudieran existir
por mi alma invicta.
En las azarosas garras de las circunstancias
nunca me he lamentado ni he pestañeado.
Sometido a los golpes del destino
mi cabeza está ensangrentada, pero erguida.
Más allá de este lugar de cólera y lágrimas
donde yace el Horror de la Sombra,
la amenaza de los años
me encuentra, y me encontrará, sin miedo.
No importa cuán estrecho sea el portal,
cuán cargada de castigos la sentencia,
soy el amo de mi destino:
soy el capitán de mi alma.

(William Ernest Henley)