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Opinión
Lo que esconde el escándalo Odebrecht
Temo que este show mediático tiene un propósito distinto: invisibilizar el incumplimiento del presidente Juan Manuel Santos Calderón en torno al proceso de proceso de paz.
Nelson Lombana Silva / Lunes 13 de febrero de 2017
 

El escándalo Odebrecht realmente ratifica la esencia del capitalismo y la catadura de la clase dominante en Colombia. Ahí está pintada. No es nada nuevo. Muchos casos han sucedido uno tras de otros y nada pasa en el país del sagrado corazón de Jesús. Los implicados caen para arriba. López Michelsen –por ejemplo– dinamizó la mafia en el país, el tal Michelsen se robó la caja vocacional, Belisario Betancur recibió dineros calientes para su campaña, el mismo Ernesto Samper Pizano. ¿Y qué pasó? Nada.

Temo que este show mediático tiene un propósito distinto: invisibilizar el incumplimiento del presidente Juan Manuel Santos Calderón en torno al proceso de proceso de paz. El proceso pasa a un segundo plano, de acuerdo al ímpetu mediático y la supuesta opinión pública (que dicho sea de paso, presumo que en Colombia no existe) se entretiene en explicarse quién es más corrupto: Santos o Uribe.

A nuestro modo de ver, esto no es más que un sofisma de distracción, por cuanto tanto uno como el otro son corruptos y obedecen a la dinámica perversa del capitalismo.

Lo importante es lo otro. Lo que no viene apareciendo en los medios, y si aparece es entre líneas, en el último recuadro para generar poco impacto.

El incumplimiento de Santos con las zonas veredales transitorias de normalización es, sin lugar a dudas, una bofetada al proceso y al interés de las FARC-EP de cumplir cabalmente con lo aprobado.

Es infame. Creo que no puede haber otro calificativo loable para determinar la conducta del presidente Santos. ¿Sigue temeroso e inseguro? Podría ser. Pero, también podría ser que estuviera haciendo el papel perfecto de una especie de “emboscada”. Santos sabe que este proceso viene siendo monitoreado por la comunidad internacional, pero sabemos que el flamante presidente hace rato perdió la vergüenza. Es más: reconoce única y exclusivamente la línea de los Estados Unidos.

Estos vaivenes preocupantes del Gobierno no dejan dormir tranquilos a los que le apostamos a la paz con justicia social. Algo huele muy feo.

Pero la preocupación es mayúscula en relación con la postura frente al paramilitarismo. Su ministro de Defensa lo niega. Mientras tanto, las comunidades de diferentes regiones del país lo denuncian con fuerza en distintas formas y manifestaciones, haciendo el alto gobierno oídos sordos.

Se viene amenazando a diestra y siniestra a los líderes populares, campesinos, indígenas y sindicales. Más grave aún: asesinando. Sin embargo, el presidente Santos guarda silencio cómplice. Miremos lo que vive la región de La Gabarra en Norte de Santander. La gente se ha tenido que trasladar al hermano país venezolano. Santos no dice nada. Sigue mintiendo y creando falsas expectativas.

Uribe, el narcoparamilitar ex presidente, hoy senador de la república, con su Centro Democrático, recluta lo más atrasado e infame, deshonesto y corrupto, para apalancar el ataque demencial contra el proceso de paz. Es como en Fuenteovejuna: Todos contra uno.

Por supuesto que hay que rechazar y condenar el escándalo Odebrecht, pero no asumirlo como cortina de humo para continuar atacando Santos y Uribe el proceso de paz, cada uno con sus propias particularidades. El pueblo colombiano debe hacer una lectura correcta y movilizarse con fuerza y decisión. No podemos dejar escapar esta gran oportunidad. Claro que las abuelitas solían decir con su maravillosa sabiduría: “En la puerta del horno se quema el pan”.