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Opinión
Los tres chiflados en la Casa Blanca, ¿de qué hablarían?
Realmente no hay que elucubrar mucho para advertir los temas que seguramente trataron estos tres rufianes de alta alcurnia.
Nelson Lombana Silva / Domingo 16 de abril de 2017
 

En la Casa Blanca, palacio presidencial en Estados Unidos, se reunieron tres siniestros personajes amantes de la guerra y enemigos de los pueblos: Donald Trump, el presidente gringo que jugó como anfitrión, y los tristemente célebres peones ex presidentes colombianos Andrés Pastrana Arango y Álvaro Uribe Vélez.

Realmente no hay que elucubrar mucho para advertir los temas que seguramente trataron estos tres rufianes de alta alcurnia. Nos atreveríamos a nombrar tres: El proceso de paz FARC-EP-Santos, las relaciones internacionales con los países limítrofes, especialmente con la hermana República Bolivariana de Venezuela, y el próximo debate electoral en Colombia.

Con razón dijo el compañero José Miguel Cárdenas al comentar esta reunión: “Nada bueno para Colombia significa este encuentro”. Compartimos la misma opinión. El encuentro arroja más incertidumbre que certidumbre contra el pueblo colombiano, América Latina y el futuro del mismo país.

La preocupación se hace más sensible al contar con un presidente tan timorato y vacilante como Juan Manuel Santos Calderón. Además, percibir el ruido de sables entre brigadas y altos militares adictos al narcoparamilitar ex presidente Uribe Vélez y las labores de cipayo que viene cumpliendo el ex presidente conservador Andrés Pastrana Arango, hijo del ex presidente Misael Pastrana Borrero, el que sin sonrojarse le robó la presidencia al general Gustavo Rojas Pinilla durante la década de los 70.

Donald Trump, al comenzar su mandato, señaló que estaba dispuesto a revisar el acuerdo de paz concebido en La Habana (Cuba) entre el movimiento guerrillero fariano y el presidente Juan Manuel Santos Calderón. Habría que atar cabos para presumir que las conclusiones de este encuentro no serán beneficiosas ni para el proceso de paz, ni para fortalecer la libre autodeterminación de los pueblos y muchos menos para avizorar una campaña electoral en Colombia que prácticamente ya está en el partidor automático.

Resulta obvio pensar que nada bueno para el pueblo colombiano puede salir de la cumbre de tres chiflados, belicistas, mafiosos y criminales. No hay que olvidar que Uribe entregó la soberanía nacional a los yanquis al permitir la instalación de numerosas bases norteamericanas, las cuales seguramente no son para militares gringos venir a veranear propiamente.

Tampoco se puede olvidar que el Plan Colombia, implementado en este país durante el gobierno de Andrés Pastrana Arango, fue concebido y escrito en Estados Unidos en inglés y traducido muchos meses después al español, cuando ya prácticamente estaba en ejecución.

Estos tres personajes han estado en contra del proceso democrático y popular que se ha venido desarrollando en América Latina. Son enemigos declarados de la hermana República Bolivariana de Venezuela y sueñan que el país vuelva a ser finca del imperialismo estadounidense.

El pueblo colombiano no puede dormirse en los laureles, dice el adagio popular. Las distintas expresiones de izquierda y los sectores democráticos deben cerrar caminos de unidad, en defensa de la paz con justicia social, en el rescate de la soberanía nacional y en una candidatura presidencial democrática y amante de la paz con justicia social para que el acuerdo de La Habana sea implementado y los diálogos con el ELN avancen hacia puerto seguro. Hay que impedir que Colombia sea convertida en plataforma para agredir a su propio pueblo y los demás pueblos hermanos. Hay que actuar ahora antes que sea demasiado tarde. La unidad es el camino.