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Opinión
Guerras y revoluciones
Ellos, los señores del poder, sostienen una guerra contra el pueblo, contra las mujeres, contra las comunidades originarias.
Claudia Korol / Jueves 19 de octubre de 2017
 

(Editorial de Aprendiendo a Volar del 18 de octubre)

Ellos nos matan. Nos desaparecen. Mueven nuestros cuerpos como piezas de ajedrez de un juego decidido en un lugar desconocido. Desinforman. Mienten. Compran. Venden. Confunden. Lastiman. Ellos, los señores del poder, sostienen una guerra contra el pueblo, contra las mujeres, contra las comunidades originarias.

Ellos quieren ser y se creen, dueños de los territorios que habitamos, y de los cuerpos con los que sostenemos nuestras vidas, nuestros deseos, nuestros sueños.

Los Benetton, ordenando la represión al pueblo mapuche, para apoderarse de sus tierras.

Los DESA, ordenando la represión al pueblo lenca, para apoderarse de sus ríos. Santiago Maldonado, desaparecido. Berta Cáceres, asesinada.

Ellos nos quieren aterrorizar con sus crímenes. Que las pibas no puedan caminar por las calles, ni salir de fiesta. Si lo hacen pueden ser secuestradas, violentadas, asesinadas. Es el mensaje del poder. Las mujeres para estar vivas, tenemos que vivir encerradas y con miedo.

Es lo que nos dicen cuando buscamos a Mayra Benítez en Chaco o a Johana Ramallo en La Plata, o a tantas pibas que buscamos todavía, porque con vida las llevaron.

Ellos nos quieren atar de pies y manos. A las comunidades originarias, a través del terror que provoca la invasión de sus tierras, la quema de sus casas, la tortura a los testigos de los crímenes, la desaparición forzada de quienes como Santiago se solidarizan con su lucha. A las mujeres, a través de distintos modos de violencia patriarcal que vivimos, sufrimos, casi cotidianamente.

Ellos mienten con sus medios de comunicación, sus jueces, sus políticos electoreros. Nosotras desmentimos con nuestros cuerpos movilizados en la comunidad que forjamos en las calles, en las plazas, en movimiento. Marchamos juntas. Nos abrazamos. Les escupimos la rabia en sus catedrales. Los llamamos por su nombre: asesinos.

La pedagogía feminista, la pedagogía de los pueblos, la pedagogía de la resistencia y la ternura, se escribe con nuestros cuerpos en movimiento, amasando el miedo y la rabia con la ternura, para que nazca la fuerza colectiva del abrazo, de quienes ya no tenemos nada más para perder, y no estamos dispuestas a dejar de ser quienes somos.

La pedagogía de la memoria, la pedagogía de las revoluciones, nos invita a rehacernos con cada parte de nuestro cuerpo desgarrado. 30,000 cuerpos hacen un cuerpo invencible que sostiene nuestros fuegos. Julio López, mirando a sus verdugos con desprecio. Luciano Arruga, el pibito que no quiso venderse a la yuta. Diana Sacayan, reivindicando la libertad de los cuerpos y de las conciencias. Y nuestras ancestras cuidando que nadie olvide, que nadie se desarme en el silencio cómplice.

Nos tienen miedo porque no tenemos miedo. Y porque cuando tenemos miedo, nos levantamos en un vuelo de brujas subversivas, en un aquelarre con miles de voces y rostros, como en nuestros Encuentros Nacionales de Mujeres, como en nuestras marchas de Ni Una menos, como en nuestros gritos colectivos de Memoria Verdad y Justicia.

Siento dolor en las manos que escriben, todavía, que buscamos a Santiago Maldonado. Las manos esperan con vértigo el resultado de los estudios forenses de un cuerpo que los medios adelantan que sería el del compa. Buscar, encontrar, desaparecer, aparecer. Un camino creado para desconcertarnos, para desencontrarnos.

Siendo también en el corazón, la confianza de que no vamos a descansar, hasta que hagamos justicia. Que sabemos y seguiremos denunciando pase lo que pase, quiénes son los responsables de la desaparición del compañero. Que no vamos a dejar de gritar, como él lo hizo, por la libertad de Facundo Jones Huala, y para que se termine la criminalización del pueblo mapuche y de todos los pueblos.

Tengo dolor en el corazón, en el cuerpo, en la piel, en las manos. Y tengo esperanza de que cada golpe, cada mentira, cada verdad desgarradora, nos prepare y nos fortalezca para realizar las revoluciones que nos faltan.

Ellos nos declararon la guerra. Nosotras reinventamos las revoluciones.