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Santurbán: El Páramo, desesperadamente
Daniel Ferreira / Martes 17 de abril de 2018
 

Santurbán a la vista de alguien que no sabe distinguir entre un helecho y un liquen, y entre un oso de anteojos y un perro san bernardo es un terreno de piedras porosas y vegetaciones ralas que captan la humedad del aire y la convierten en agua.

Los niños en los balnearios de este río no saben de la gestión del agua, ni de la gobernanza del agua, ni de las proyecciones ambientales del recurso hídrico, ni de la química del agua, ni de la dependencia de la agencia ambiental del gobierno de turno, que puede ser corrupto o puede ser cauteloso, ni de la biodiversidad del páramo. Pero saben que el agua sirve para bañarse. Y para jugar. Ahora intentan lanzarse de cabeza al pozo. Intentan figuras de nadadores. Desconocen que el río se habrá de secar por un tiempo cuando llenen el embalse. Que el agua ya contiene metales pesados por la minería disimulada (“informal”, dice don eufemismo) y que puede morir cuando empiece la minería industrial y se viertan miles de toneladas de cianuro y mercurio al día, allá arriba, en el páramo, donde hace años están aguardando los títulos mineros. Los niños sólo se pelean por un pequeño espacio del pozo. Por subir a la piedra que les sirve de trampolín. Por lanzarse de cabeza al río. Son los primeros días del año y las aguas pasarán pronto al embalse con que surtirán de agua a la ciudad sedienta.

El primer pueblo al que entramos es Charta. Sólo sé que aquí hubo, en dos momentos distintos, guerrilla conservadora. En el bipartidismo salieron hombres dispuestos a matar en otros pueblos levantiscos por la causa conservadora, que ya nadie recuerda en qué consistía. En la Guerra de los Mil Días se opusieron a la rebelión de los cafeteros y en los años 40, a los liberales cachiporros seguidores del finado. El pueblo parece apacible y desinteresado de todo acontecer político. Busco con la mirada cuál es la montaña que fue volcán por un día: el volcán de Charta. Tiene forma de cráter y es más azul que las otras, porque está más lejos. El azul, según Goethe, que era empírico en temas de óptica, se da por el efecto que provoca un fondo negro sobre algo claro, como el firmamento detrás del cielo, o agua que en el azul descansa. No sé si sea una observación científica, pero tal vez hay algo oscuro detrás del volcán para que se vea más azul. La gente que vive en las laderas de volcanes parece más temeraria que la de las ciudades. Es una lástima, porque este volcán señalizado en la carretera fue una tergiversación del Ministerio de Turismo: el funcionario encargado confundió la acepción local de volcán como un término designado para un derrumbe y marcó la carretera con indicaciones turísticas para llegar al volcán de Charta.

Luego Ingeominas, otro funcionario, aclaró que no hay volcanes en Santander. Es una lástima, porque me gustaría hablar con gente que vive en las faldas de un volcán. Siempre me ha inquietado, como el finquero que compró el cráter del volcán Machín donde vive con sus vacas. O la gente que vive en las faldas del Galeras. Es gente que vive desinteresada del riesgo, que parece más tolerable que los demás a lo adverso, porque convive con la amenaza, pero mide su tiempo con los tiempos geológicos y no con el tiempo humano, y así elude la fatalidad. No existe el volcán de Charta. Alguna vez todo esto fue el fondo del mar. Escarbas un poco y aparecen las amonitas y los nautilus fosilizados. ¿Y después del mar? Los dinosaurios. Y después de los dinosaurios, los indígenas, y después de los indígenas los colonizadores y después de los colonizadores los dueños de los títulos mineros.

El acueducto de Bucaramanga tiene más de 250.000 usuarios entre los municipios de la zona metropolitana de Piedecuesta, Floridablanca y Girón. El agua proviene de los ríos Suratá, Tona y Frío. En invierno se captan 1.400 litros por segundo del río Tona y en verano sólo se captan 650 litros por segundo. Según estadísticas, el área metropolitana tiene garantizada el agua hasta 2080. El río Tona que abastecerá el embalse asegura a la ciudad el suministro de agua hasta 2032. El embalse almacenará un volumen de 17,6 millones de metros cúbicos y regulará un caudal de mil litros por segundo adicionales al sistema de acueducto, equivalente a una reserva de agua para tres meses de consumo. (Datos tomados de PlataformaUpb). El páramo de Santurbán, de donde vienen estas aguas hipotéticas, es un ecosistema de 150.000 hectáreas, 78 lagunas de origen glaciar y 400 ríos de agua dulce. El cálculo de reservas de oro que contiene la mina de Angostura era en 2010 de 8,9 millones de onzas de oro y 59,6 millones de onzas de plata para explotar a cielo abierto. Con el rechazo de la ciudadanía y de 80 organizaciones ambientales se frenaron los avances de la multinacional canadiense GreyStar (ahora Eco Oro) para iniciar su proyecto de explotación llamado Angostura de exploración minera a cielo abierto en el complejo paramuno de Jurisdicciones-Santurbán-Berlín. GreyStar esperaba una producción de oro de 7,7 millones de onzas (durante los 15 años de vida útil del yacimiento), con un promedio de 511.000 onzas (16 toneladas) por año. Ahora la aspirante es la transnacional Minesa, y dice que hay nueve millones de onzas para explotar en California.

Dejamos Charta y cruzamos el valle hacia Matanza. Alguna vez leí que se llama así en conmemoración de una matanza. Parecería ser tan singular el nombre, que la pregunta siguiente es: ¿dónde fue la matanza? Pero a quienes pregunto, nadie puede responder. Alguien me dice que no fue una matanza indígena, sino la de un padre contra su propia familia. La otra hipótesis es que el cacique de los indios chitareros, caribes, bélicos, tenía un nombre que a los españoles les sonó a Matanzua. Entonces un yerro fonético se convierte en antecedente histórico, y ese antecedente se vuelve después sustantivo. El río cambia de nombre según el pueblo por donde pasa. Es como si la gente de cada lugar quisiera apropiarse del nombre del agua. La lucha por el agua empieza en los ríos compartidos. Hay ríos subsidiarios y ríos tributarios. Hay ríos que empiezan en un país y acaban en otros, y en cada país llevan nombres distintos. Hay ríos que bañan distintas regiones y para unos trae beneficios y, para otros, desgracia. Hay ríos que traen riqueza y hay ríos que traen metales pesados. Hay ríos que se juntan y no se sabe cuál es subsidiario de cuál. Hay ríos que nacen de la unión de tres microcuencas, cada una con río distinto. Es lo que pasa aquí, pero sólo lo veríamos con una vista aérea de las vertientes del territorio o subiendo al volcán de Charta, que no existe. Hay tres microcuencas que son tres valles que trazan el curso de tres ríos. Ríos con nombres distintos. Pero que vienen y nacen en el mismo páramo. Hay ríos que nacen en lugares que deben ser protegidos. El río Tona hasta aquí. El río Suratá desde aquí. El río de Oro. El río Frío. El río Umpalá. Todos nacen en el mismo páramo y toman distinto camino. Como los hermanos de madre.

La explotación del oro en Santander decidirá la ecología política del país. En 2017, mediante una sentencia, la Corte Constitucional decretó al río Atrato “sujeto de derechos” y la Corte ordenó al Estado un plan de choque para salvar el afluente de la minería desbordada y del mercurio. ¿El páramo de Santurbán no puede ser también un sujeto de derechos? La delimitación del páramo que busca el Gobierno (hundida en 2018 por la Corte Constitucional por no consultar el Minambiente con las comunidades locales) es innecesaria, simplemente porque hay cambio climático. Hoy el bosque andino va de los “2.400 a los 3.000 m, presentando una precipitación estimada entre los 900-1.000 mm; bosque altoandino, entre los 3.000 y los 3.200 m, en el que su monto anual de lluvias es de 1.852 mm; subpáramo, entre los 3.200 y los 3.500 m, con un monto anual de lluvias de 1.716 mm, y páramo medio, entre los 3.501 y los 4.100 m, presentando un monto anual de lluvias de 1.548 m.” (Proaves). Delimitar que el páramo está más en Norte de Santander que en Santander y que de los 3.000 a 4.100 es ahora lo que debe considerarse montaña y sacar al subpáramo del páramo como si no hubiera conexión de flora y fauna con los distintos climas es un subterfugio leguleyo para delimitar otra cosa: el terreno y la frontera de la explotación aurífera. No se delimita para conservar el páramo, sino para cortarles territorios a los ecosistemas protegidos y permitir a las transnacionales del oro explotar los títulos mineros otorgados. El cambio climático alteró la altura en las que se mueven especies especializadas de flora y fauna, y la destrucción de un páramo implica la destrucción de los ríos que allí nacen y toda la cuenca. La destrucción del páramo es en entre otras muchas cosas la destrucción del agua, y la destrucción del agua es la destrucción de la vida, eso no necesita mayor explicación.

Suratá es un nombre indígena. Las formas del rostro de la gente aún conservan rasgos marcados de los indígenas, bocas cuadradas, ojos alargados, párpados hinchados, pieles curtidas de sol. Como nosotros, nadie sabía antes qué sería el futuro. Qué iba a ser esto que somos. La gente no cambia. Las fisonomías tampoco. Lo que cambia es la tecnología que usa y sus formas de movimiento. Sólo en las casas y en los vehículos obsoletos puede percibirse el paso del tiempo como hoy, que ha llegado la tecnología a estos pueblos lentos y la gente consulta su teléfono celular en silencio. La puerta de la iglesia está adornada con un San Sebastián acribillado de flechas, tal como caían erizados de flechas los aventureros españoles que trataron de colonizar estas tierras. Sólo trabajadores tendidos al sol bajo las palmas del parque a esa hora del mediodía son descendientes puros del mestizaje: de españoles y de indios y de negros. Toda la región pertenece, según los geólogos, al antiguo Macizo de Santander, una región de fallas geológicas enclavada entre la cordillera de Mérida y la Serranía del Perijá. Los niños no lo saben, pero los geólogos sí: “El filón ocurre dentro de las tonalitas. Está constituido por cuarzo mineralizado con pirita finamente diseminada en cristales pequeños; en menor proporción galena argentífera y esfalerita de hábito masivo. La salbanda es angosta. La pirita es aurífera, pero no hay criterios para saber las condiciones en que se encuentra ese oro libre dentro de la pirita. Según la relación Au/ Ag, de algunas muestras colectadas en la mina, y teniendo en cuenta las características del depósito y la mineralización en sí se formula la hipótesis de que este depósito se formó bajo condiciones de temperatura y presión moderadas a bajas o sea es un yacimiento de carácter epitermal”. (Carvajal y Rodríguez). Me gusta la retórica de los geógrafos porque contiene los nombres de las gemas. Esta zona de piedras porosas que afloran y componen la complejidad del páramo es un territorio antiguo, tal vez el más antiguo que afloró del planeta Tierra, porque forma parte del escudo Guyanés, la primera porción de tierra que salió del mar en el cuaternario.

Ahora, finalizando el Holoceno, una pareja prefiere hacerse mimos en una banca que ir a desnudarse en la ribera del río. Pregunto cómo seguir a California. Sé que es imprudente interrumpirlos. Sé que es incómodo sentirse interrumpido en el cortejo. Comprendo que haya un cierto placer en las formas de amarse en público, pero no entiendo cómo puede alguien amarse bajo ese aplastamiento de las sombras a causa del sol de mediodía. Indican una pendiente. Ocho kilómetros, siguiendo el mismo valle, el mismo río, hasta el siguiente pueblo. Y el siguiente, desde ahí, está a catorce kilómetros. Parece muy seguro el muchacho hablando de kilómetros. La moto que tiene al lado debe ser de su propiedad. Y debe medirlo todo con su velocímetro. Hace cien años todo el camino se hacía a pie o en mula por entre aquellos zarzales. Hace cien años debimos apresurarnos a partir pronto al siguiente pueblo porque la caída de la noche sería infranqueable. El camino a California reverdece y el ardor del sol baja un poco y deja de fritarnos la cara sin bloqueador solar. ¿Por qué llamar a un lugar como este California? ¿Por la fiebre del oro? ¿Por el parecido de estas montañas con las del oeste de Estados Unidos? Es curioso que el yacimiento de oro más grande del país no haya tenido una avalancha de forasteros haciendo túneles y deslaves. No todavía. El latifundio de las grandes mineras y la integración de la minería ilegal a los mineros tradicionales han hecho innecesario un control militar de la región. El control territorial es control demográfico también. Sin embargo, el costo de los bienes y servicios, y el precio del mercado ha tenido el incremento natural de los lugares donde hay riqueza desaforada. Es el karma de la riqueza: todo lo que lleve el nombre Potosí, Real de minas o Vetas recuerda la explotación minera que lleva siglos, pero los lugares sólo quedan con la gran cicatriz de la misión depredadora. Lo que lleva el nombre California es una toponimia reciente que evoca la fiebre del oro del siglo XIX en Estados Unidos. En 2015 apareció en el escenario de lucha por la explotación del oro una nueva sociedad minera, llamada Minesa. La Silla Vacía presentó a Minesa en sociedad así: “El fondo árabe Mubadala, de propiedad del gobierno de Abu Dabi, compró AUX Colombia, la minera del brasileño Eike Batista que quebró”. El proyecto de extracción de Minesa se centraría ahora en los bajos del páramo, municipio de California. Continuaba La Silla Vacía: “Con cerca del 20 % del territorio dentro de la zona del páramo de Santurbán la Sociedad Minera de Santander S. A. S. se hizo con los títulos mineros de AUX”. Para iniciar la explotación, Minesa requería una licencia ambiental de Anla, pero la sociedad Minesa desistió en 2018 de la licencia solicitada hasta que el gobierno termine el proceso de delimitación del páramo de Santurbán (hundido por la Corte al no hacer consulta a los habitantes) para el que el Ministerio del Medio Ambiente citó a la ciudadanía y a las autoridades municipales y a los entes territoriales de los municipios que comparten el páramo.

En medio del pesebre de la iglesia de California que está adornado con una retroexcavadora de juguete que simula una extracción minera hay un letrero que dice: “tradición minera en la antigua Soto Norte”. El camino antiguo de Soto, al norte, significa. Este fue uno de los primeros caminos de Colombia, abierto por Martín Galeano cuando iba a descubrir Venezuela. Por allí se podía atravesar el macizo y salir a la provincia de Cúcuta. Los forasteros hacen minería en territorios de nadie, que son las riberas de los ríos. Pero el oro de aluvión no da las ganancias del gran filón o la minería de excavación, por eso las empresas regresan como sociedades y con siglas nuevas a esperar la luz verde de las licencias ambientales o el acomodo de la delimitación del territorio protegido.

¿Qué significa territorio protegido? Usamos frases hechas y pocas veces las cuestionamos. El oso de anteojos se alimenta de una planta llamada puya. Pongamos que desaparece la planta. ¿Qué hace el oso? Sale de su zona, donde está la planta en la alta montaña. El oso es omnívoro. Puede comer lo que sea, aunque prefiera alimentarse de plantas como la puya. Si no hay puya, se come una oveja. Entonces el campesino, etc.

Proteger es respetar la sabiduría del monte, me había advertido mi amigo ambientalista Nikolai Osorio. La sabiduría del monte es esto: un polinizador (colibrí, mosquito, murciélago) se alimenta del fruto silvestre y caga una semilla que reforesta un bosque donde hay un mamífero depredador (serpiente, tigre, oso y águila) que vive allí porque hay presas que acuden para alimentarse del árbol que el polinizador libó y cuya cagada permitió germinar al comienzo de la cadena. No se puede conservar una especie. Hay que pensarse el mundo como un ecosistema con un superdepredador con rostro: el humano; y ahora uno sin rostro: la multinacional. Es todo el territorio lo que se debe proteger. Todo un hábitat que está interconectado. Cuando decimos páramo, cuando decimos bosque o agua, significa que la vida está interconectada.

Almorzamos mute y carne y yuca y arroz. He viajado por muchos pueblos en pocos años. Pueblos donde alguna gente me veía como un forastero de entrada, por el pelo y el atuendo, y pueblos gentiles donde otros me trataron con amabilidad e indiferencia sin importarles a qué venía. Que un sitio sea agradable o desagradable para vivir depende del trato al forastero. No siempre el paisaje es lo que importa. Pero en las zonas mineras nadie es amigo de nadie. Todos desconfían del visitante. Más si vienen armados de cámaras fotográficas o de video. Las protestas civiles contra la minería en el páramo afectaron la relación del visitante con el lugareño. Los habitantes de Vetas y de California exigen la explotación minera. La ven asociada con la idea de “desarrollo” que tiene el Banco Mundial para países de extracción como Colombia. La gente de la ciudad protesta por la explotación que va a contaminar las aguas de suministro. Hay miradas divergentes según el lugar del que se mire. Leí en un periódico de la provincia que hace un par de años en California habían apedreado a los periodistas y a los ambientalistas que trataban de adentrarse por un río para cubrir una nota sobre la explotación abierta de las mineras canadienses sin los permisos ambientales expedidos. La gente del lugar ve la extracción minera como una señal de progreso. El futuro de la explotación aun no está asegurado. El futuro son varios escenarios: la licencia ambiental la otorgará seguramente un gobierno neoliberal a los dueños de los títulos mineros, porque la autoridad ambiental depende del gobierno. Un presidente extractivo dará vía libre a la explotación del oro de Santurbán tarde o temprano. Mientras tanto, llueven las demandas internacionales de las mineras contra la inseguridad jurídica de Colombia y la caída de las licencias ambientales por las consultas populares que han impedido la explotación (Anglogold Ashanti demandó a Colombia por el freno a la explotación en Cajamarca, la Gran Colombia Gold demandó por Marmato en Segovia, la antigua canadiense Greystar Resources, ahora Eco Oro Minerals, demandó a Colombia por impedir el proyecto Angostura después de haber otorgado y retirado las licencias).

En la iglesia del pueblo el santo patrono es un San Antonio de Padua que dibujaron en una gruta minera junto a una cascada que cae de la falda de una montaña. Es curiosa la devoción del santoral de los pueblos. En un pueblo llamado Santa Bárbara, también cerca de aquí, se adora a una mujer que fue encerrada en una cueva antes de ser acuchillada por su padre. Aquí se adora a un santo que vivía en una cueva. Como si un eremita y un minero estuvieran relacionados por la elección de entregar su vida a las entrañas de Vulcano, aunque el sentido de sus existencias sea divergente. Los pueblos de explotación son pueblos de miseria y esclavitud. Salen los recursos en las chequeras de las transnacionales, pero no hay progreso, sólo algunos momentos de alto mercadeo donde los que se lucran de los mineros porque les venden productos y servicios (sociales y sexuales) hacen parecer que progresa la zona, todo lo encarecen y captan lo que puedan mientras caduca la explotación.

Fueron los españoles quienes empezaron a explotar las vetas de oro desde la colonia. Vetas es el pueblo más antiguo de la región (400 años). Hoy es una red de túneles y troneras que aparecen a medida que la montaña se levanta como los tendones de una mano clavada en tierra. Algunos túneles tienen puerta y candado de acceso como un domicilio particular. Son túneles personales. Túneles por familia. Túneles por empresa. Hay casas con advertencia en sus paredes: Venenos, Productos tóxicos, Dinamita, “Si lo vemos cagando aquí vamos a pegarle un tiro”. A los propietarios les preocupa que se viertan heces, pero no les preocupa el mercurio ni el arsénico que vierten para las comunidades que beben de esos afluentes en los pueblos de abajo. Las tinas de lavado de la roca aurífera desaguan todas hacia el río. Es la misma cuenca hidrográfica que vierte el agua que surte a 250.000 personas. El agua donde se bañan en días festivos los niños, las embarazadas y los perros de los barrios populares de Bucaramanga. Entre las creencias de los habitantes el oro y Dios tienen cosas en común y por eso dibujan lo sagrado y lo profano en el mismo altar.

El tiempo quedó suspendido en el aire en estos pueblos mineros: venir aquí es viajar al pasado, porque este futuro es un recuerdo del pasado. Hay que estar atentos a las ruinas. Porque la ruina no es lo que se acaba. La ruina es lo que sobrevive. Y hay ruinas tangibles del futuro en lo que construimos hoy, y hay otras ruinas ocultas del pasado como estas casas estilo español, o las ruinas que subsisten en letras de canciones que suenan en los parlantes de la plaza y que la gente baila y murmura durante estas ferias patronales, canciones donde el lesbianismo es indicio de prostitución y falta de macho, canciones que hablan de lo imperdonable: la traición de una mujer a un hombre, que se resuelve a balazos, porque antes como hoy el amor desleal de una mujer es castigado y el de un hombre es celebrado. La música que se popularizó en los ferrocarriles vino a convertirse en estos adefesios de llanto cantado. Vetas parece un pueblo de mar, y sus gentes hostiles parecen de frontera.

Más arriba de los 4.000 metros respiran las nieblas del páramo. Santurbán es su diversidad biológica. Sólo la registrada hasta ahora compete a un territorio indispensable para 457 especies de plantas vasculares, 293 especies de fauna vertebrada, y reserva hídrica de las áreas metropolitanas de Bucaramanga y Cúcuta, y municipios de los dos Santanderes: Tona, Berlín, Vetas, Charta, Silos y Mutiscua. Santurbán a la vista de alguien que no sabe distinguir entre un helecho y un liquen, entre un águila migratoria y un gavilán y entre un oso de anteojos y un perro san bernardo es un terreno de piedras porosas y vegetaciones ralas que captan la humedad del aire y la convierten en agua que se filtra en las cuencas hidrográficas. Pero en realidad es más cosas que no vemos: una estrella fluvial.

Las nieblas bajan y cubren las casas como un presagio. La gente se ha reunido para la fiesta patronal. Hay mucho ruido, de motos, de niños de brazos, de gente borracha, de carros último modelo, de máquinas que hacen helados, que pulverizan el viento, que sirven para jugarse un poco el azar, y es que el ruido es señal de felicidad según esta época. Hace cien años, si no había músicos, no habría fiesta. Pocas personas imaginan el silencio de las casas sin músicos. Parece que se arma todo este ruido para huir del silencio del páramo. En Vetas los rostros están marcados del rubor del frío. Las caras de los que tienen que bañarse con agua helada cada mañana o sentir la brisa directa que quema a los 4.000 metros de altura, se van convirtiendo en rostros de carnes escaldadas, de tono grana, caras rojizas, y a esa huella de frío en la cara de la gente la suelen llamar El Reino. Los reinosos son los que viven en las tierras frías, donde estaban asentados los funcionarios del virreinato español. Como las pieles son oscuras y los hombros anchos, semejan rostros y cuerpos de tártaros. Hay sombreros y ruanas con tejidos de México pero hechas en China, otra huella de las migraciones culturales y económicas en el atuendo. Hay morcillas y chorizos con papas amarillas, huella hispánica. Hay tamales, hayacos y chorotas, huella indígena. La casa de la cultura ha sido convertida en una mina de oro imaginaria. Camino por esa mina imaginaria. Veo las lámparas y la luz verdosa de los vapores de la tierra. Cuando salgo a la luz del segundo piso de la casa de cultura, puedo ver el pueblo escalonado como una veta: las nubes se han retirado y las laderas dejan ver los caminos mineros como sarna de tierra. Hablo con una psicóloga que ha venido a analizar para su tesis de salud pública el alto índice de suicidio de la región. ¿A qué se debe? Pregunto. Me dice que a lo mismo que en todas partes, la depresión, pero aquí se suicidan más. Pensé que las nubes provocaban una especie de depresión paramuna.

Volvemos a bordo de la moto. Atravesamos Santurbán lentamente. En las madrugadas las cebollas se cristalizan por el frío bajo cero. El viento cambiante empuja sobre nuestras cabezas una niebla densa que puede morderse como algodón de azúcar. Hay algunos carros en las orillas del camino con las luces encendidas que se solidifican entre las nubes espesas. Gente que quiere tomarse fotos en el paso del páramo, y en las lagunas que hay de todos los colores. Hoy no se pueden divisar a causa de la niebla. Los carros se detienen por la baja visibilidad y esperan a que el viento sople para otro lado. Pasamos frente a una hondonada y la luz se hace diáfana. La vegetación que toma formas retorcidas en el páramo se parece a los arrecifes coralinos bajo el mar. Le digo a mi amigo que frene la motocicleta. Entonces oímos, de repente, el silencio del páramo. Un silencio que recuerda la pequeñez humana, lo poco que dura una vida, y lo solos que estaremos al final del camino. En el sitio donde nos hemos detenido hay latas de sardinas oxidadas, botellas, frascos de diversos tamaños, envolturas de productos. Huellas humanas. Huellas en todos lados. Huellas rodeadas de helecho: amazonias, musgos, briofitas, frailejones, pasto calamagrotis, aves y especies protegidas o desprotegidas si aprueban el recorte de la delimitación.

La delimitación de los páramos no tiene en cuenta el loro coroniazul, me dijo el pajarero Nikolai en otro páramo de la cordillera central. Está en vías de extinción. El hombre lo depreda sin darse cuenta. El loro vive en los árboles de bosques de más de 3.000 metros. Los campesinos de la alta montaña viven en las peores carencias. No tienen energía eléctrica, por poner un caso. Se calientan e iluminan con leña. Pero la leña que usan es leña seca. El árbol preferido para calentarse los campesinos es el árbol donde anida el loro. El loro anida en leña seca. El loro parece insignificante. Pero el bosque depende literalmente de su digestión. Las semillas que el loro come no se destruyen en su estómago. Al cagarlas, las dispersa. Como vive entre plantas parásitas, las semillas van a otros árboles. Y así la vida de un bosque depende de la cagada de un pájaro. Los intentos de salvar al loro llevaron a la gente de la fundación Proaves a intentar un sistema de nidos artificiales en los árboles de la alta montaña. Tras un estudio de observación lograron establecer unos nidos de cierto tamaño puestos en ciertos árboles. Y el loro anidó. El día en que Nikolai estaba en el árbol y vio al loro con la hembra presentándole el nuevo hogar para reproducirse había dejado la cámara en el suelo, a veinte metros, muy lejos, para registrarlo. Necesitaba evidencia para mostrar al patrocinador del proyecto (los ingleses que donaron $90 millones para investigar sobre el loro) y al bajar con prisa se desprendió del árbol a 12 metros de altura. Cayó acostado y quedó inconsciente. Cuando se levantó, no sabía ni quién era, ni qué hacía en ese bosque, ni de quién era esa cámara que estaba en el suelo. Estuvo 7 minutos aturdido, hasta que revisó la cámara, vio las fotos de pájaros, comprendió el sentido de su vida, buscó con el zoom a la pareja de loros coroniazules y los fotografió en el nido artificial. Las ideas de crear islotes de conservación como las reservas de Proaves son loables, pero no son soluciones de fondo cuando toda la cadena del hábitat de los bosques andinos y alto bosque y páramos está alterada.

Las plantas especializadas son las más susceptibles de desaparecer al alterarse el hábitat, me recordaba, enfático como el canto de una oropéndola, Nikolai. Hay una orquídea en el páramo que tiene uno de sus pétalos en forma de mosquito. Es una especie de bolsa peluda con agujero y mucílago. La orquídea sólo puede ser polinizada por un mosquito que habita en el páramo. El mosquito confunde la orquídea con una hembra. Queda untado y un poco desconcertado y viaja hasta otra flor a la que vuelve a intentar conquistar mientras la poliniza de manera involuntaria. Esa orquídea evolucionó por miles de años en las alturas del páramo hasta “hiperespecializar” su forma de coqueteo con el mosquito polinizador. ¿Qué pasa si desaparece el mosquito? Y a mi amigo le responde el silencio del páramo.

La pregunta que nos inquieta es qué puede evitar esa alteración. El Gobierno y las corporaciones regionales para la protección pueden cambiar las condiciones en que vive la gente en los bosques y páramos. Convertirlos en parte de la solución. Solucionar los problemas y limitaciones básicas, e informar cómo funciona el mundo. Yo, Gobierno, les doy algo a cambio de algo. Les doy electricidad en paneles solares y estufas especiales a cambio de que ustedes conserven el bosque, ese árbol seco, esa especie. Y no dejo explotar oro ni petróleo en los páramos.

El páramo.

Está lleno de hombres solitarios. Las mujeres no resisten la soledad y el aburrimiento de las tierras frías, me advierte Nikolai con su cara de pájaro.

Salimos a la autopista principal que cruza Berlín. Aquí es la frontera agrícola de dos páramos que antes fueron uno: Berlin-Santurbán antes unido a El Almorzadero. A la socialización más reciente para la delimitación del páramo asistieron los alcaldes de los municipios donde se haría la explotación del oro (California, Guaca, Santabárbara, 50.000 habitantes), pero la llamada “socialización” no funcionó en Bucaramanga (250.000 habitantes) donde la calidad y las reserva de agua se vería afectada por el vertido de metales pesados y destrucción del ecosistema. La gente chifló al ministro del Medio Ambiente, al que ven como bufón de las trasnacionales mineras. La delimitación legal del páramo hará que disminuya su extensión y que los terrenos comprados por las mineras en las últimas dos décadas queden con licencia ambiental renovada para empezar la explotación. La delimitación natural del páramo lo protegería por un tiempo, hasta que la inercia de los gobiernos y sus modelos económicos extractivos termine por dar vía a la explotación y mientras las generaciones venideras minimicen la importancia del páramo que es la causa del agua. Explotar oro en Santurbán equivale a explotarlo en Chingaza, de donde depende el agua de 9 millones de bogotanos del presente y 15 millones en 30 años. Contaminar Santurbán y las cuencas que de allí vienen es contaminar ríos tributarios del Magdalena y del Orinoco. Y de paso es negar el derecho a la vida a los habitantes de esos ríos, porque se les niega el agua a los miles de habitantes del presente y a los millones que habrá en 2080.

Pero el páramo ha sido delimitado ya antes por la mano de los colonos. Puede verse la frontera agrícola de Berlín. Su extensión retrocedió hace años ante la ganadería extensiva y los cultivos de cebolla y papa y al Ministerio del Medio Ambiente y el lobby de las trasnacionales mineras. En Berlín no quedan huellas de vegetación nativa. Un páramo sin vegetación es el inicio del desierto. Berlín es una carretera con clima paramuno. Sin vegetación. La carretera fue trazada sobre el antiguo camino real que a la vez fue trazado sobre el camino indígena. Charta, Matanza, Suratá, California, Vetas, Santurbán, Berlín, Guaca y Santabárbara. Esos nombres, ¿de dónde salieron? Nombres de antiguos caminos. Nombres de piedras de su geografía, nombres que son promesas, nombres que provienen de crímenes olvidados. Estos pueblos eran lugares de descanso a media y una jornada. Los pueblos más grandes son los de pernoctar, donde había alojamiento y fiesta al final del día. Los de media jornada quedaron como pueblos pequeños reducidos a pequeños aldeas pobladas por el desarrollo minero al final de nuestro tiempo. Esta es la ruta de Martín Galeano en el siglo XVI, la de Bolívar en la convención de Ocaña y del ejército revolucionario en la guerra de los mil días. Pienso en los ejércitos que se enfrentaron en este lugar hace un siglo. Pienso en los cañonazos de una artillería errática. Pienso en esos hombres cansados que se quedaron dormidos sobre las piedras y ya nunca despertaron. Pienso en algo que escribí sobre este páramo. Aquí empieza el camino del héroe abandonado a las fuerzas de la naturaleza. El héroe es alguien que se aventura entre el frío y el miedo para llevar una noticia que cambiará el curso de la guerra. La noticia nunca llegará, pero su vida se transforma por ese camino errático. La guerra estaba perdida de antemano. Las fuerzas de la naturaleza determinaban la vida. Las fuerzas de la naturaleza y las fuerzas del hombre, enfrentadas, son igual de brutales. Las fuerzas del hombre individual, quiero decir. Las fuerzas de la naturaleza no tienen límite. Superan las fuerzas del hombre. Aplastan al hombre sin remordimientos. Las fieras salvajes no tienen límites. El terremoto y la avalancha, fuerzas telúricas, tampoco. La tormenta, el rayo, el ardor del sol, es inmisericorde. Si el hombre debe quemar la montaña para poseerla, la quemará. Si tiene que desviar el río, lo desviará. Si tiene que cazar todos los tigres a cien kilómetros en la redonda, los cazará. No hay límites. Si el tigre debe almorzar al hombre, lo almorzará. Si el rayo cae sobre la casa del hombre, la destruirá. Si nada ocurre en la montaña quemada, la manigua volverá a cubrir las ruinas. El triunfo del hombre sobre la naturaleza ha hecho creer, al hombre, que está por fuera de la naturaleza. Pero no está. Es parte de la misma. Lo abarca y lo incluye. Su fuerza bruta, es también la fuerza de la naturaleza. Hombre y naturaleza son uno. Hay animales humanos y hay animales no humanos.

La complejidad de la extracción del oro en Santander vuelve secundario el concepto de desarrollo del modelo económico extractivista de Colombia y hace urgente que el páramo -los páramos- sea también declarado “sujeto de derechos”. La limitación del oro es la salvación del agua. Y la salvación del agua decide el presente y el futuro ambiental, social, cultural y económico de una región. Vi muchos niños en la plaza principal de Berlín. Vi muchas mujeres vestidas de fiesta conversando en las bancas de la plaza. Y los hombres estaban todos en las cantinas de la estación de buses. A juzgar por el número tan elevado de niños, en el páramo florece el amor. Pronto pasaremos de la naturaleza a la basuraleza. Para los pueblos más cercanos al páramo de Santurbán lo más importante es la explotación del oro. Para la gente de los bajos de la cuenca lo más importante es el agua. ¿Qué será lo importante para estos niños?

(Mi amigo me pregunta a qué vinimos. Le cuento que vine aquí para terminar un libro que escribí en el páramo, justo donde empieza. Me dice si se parece a lo que había imaginado. Le digo que no. Lo que veo es mejor, pero tanta belleza es inasible).

El Espectador