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Carta abierta de una víctima a un excomandante paramilitar
¿Pa’ dónde vamos? / Sábado 22 de septiembre de 2018
 

El jueves y viernes pasado, se llevó a cabo en el Auditorio de Comfama San Ignacio de la ciudad de Medellín, el Segundo Encuentro ¿Pa’ Dónde Vamos? Análisis y propuestas para la región, que tiene como propósito aunar esfuerzos para analizar, socializar y debatir sobre los problemas presentes y futuros que interrogan la ciudad y la región, y propiciar el encuentro y el diálogo social, académico y empresarial, que permita construir consensos desde las distintas voces y perspectivas en torno al futuro de la ciudad y de la región de Antioquia, especialmente de los valles Aburrá, Occidente y San Nicolás, en el oriente Antioqueño.

Estamos convencidos, en ¿Pa’ Dónde Vamos?, que la manera más sensata de abordar esta tarea es hacerlo de forma participativa, abriendo la deliberación a la mayor cantidad de personas posibles.

Pa’ Dónde Vamos es una alianza de múltiples sectores sociales, académicos, gremiales e institucionales que tiene como objetivo construir, sobre la base del diálogo de saberes, prácticas e intereses, un pacto, sobre el horizonte colectivo de ciudad y región.

Justamente, en esa tarea de propiciar diálogos de saberes intersectoriales, interinstitucionales y territoriales, publicamos las siguientes cartas leídas en el pasado encuentro.

Palabras para María Elena
De Margarita Rosa Cadavid

“Por la presente me dirijo a usted para que me ayude a quitar esta carga de dolor que llevo sobre mi cuerpo desde hace casi 10 años cuando mi familia tuvo la mala fortuna de toparse con las autodefensas. De allá a aquí perdimos a cinco de nuestros seres queridos, nos expulsaron de nuestra tierrita y pasamos las noches en vela pidiéndole a Dios para que los llene de bondad y nos digan la verdad. Con el corazón en la mano le reitero que no nos interesa nada más: ¿Si los tienen vivos, a dónde se los llevaron? ¿Si los mataron, dónde están sus restos para darles cristiana sepultura?

[…] Lo único que hoy nos importa es saber qué pasó con nuestros seres queridos. Sabe que yo lo comprendo a usted y sé por qué ha guardado silencio. Porque la verdad duele; decir la verdad sobre este horror que ustedes nos han causado, debe ser muy duro…

[…] Yo, a pesar de todo, creo en usted. Porque usted ha dicho que se quieren desmovilizar y porque no quieren volver a la guerra, y que se quiere someter a la Ley de Justicia y Paz. Le reitero, que usted se puede quedar con la tierrita, con las cosas, pero no con la vida. Esa sólo le pertenece a Dios. No siendo más me despido de usted”.

María Mercedes Toro Agudelo desapareció el 21 de agosto de 1996. En la vía que comunica el municipio de Frontino con Medellín, un grupo armado la secuestró con su compañero Juan Carlos Ortiz. El 4 de septiembre de ese mismo año, Claudia Elena Orrego, hija de María Mercedes fue interceptada por miembros de las Autodefensas Unidas de Colombia, en el barrio El Poblado de Medellín. Los familiares no volvieron a saber nada de ellos hasta el 3 de agosto de 2007 en el que sus cuerpos fueron exhumados. El 22 de febrero de 1997, Franklin Barón Toro y Guillermo Serna fueron interceptados en Frontino por miembros del Ejército. Aún se encuentran desaparecidos.

“¡Tenemos que reconciliarnos pelaita!”, exclamó María Elena aterrorizada con la cifra de víctimas del conflicto armado colombiano que expuso una de las panelistas invitadas al seminario “Imaginemos un País Reconciliado” realizado entre el 6 y el 8 de septiembre en el Museo de Antioquia. “Hay gente que ha sufrido mucho”, agrega. Como si el sufrimiento de la desaparición de un familiar fuera menor que el dolor del secuestro, el asesinato, el abuso sexual, la tortura, el desplazamiento…

María Elena Toro ha sido una de las más de ocho millones de víctimas del conflicto armado en Colombia y una de las miles de madres que aún buscan a sus hijos. María Elena reclama verdad, verdad para la reconciliación, verdad para la reparación.

¿Cómo vamos a reconciliarnos si no conocemos la verdad?, agregó ella.

María Elena, si la verdad es la construcción de un relato compartido que nos permite comprender lo que nos pasó y por qué nos pasó, debe ser la base de la reconciliación de Colombia. No podremos reconciliarnos si no conocemos la verdad. ¿Cómo podremos restablecer las relaciones rotas, si no reconocemos la fractura humana que permitió que se infringiera y se conviviera de manera indiferente con tanto dolor?

María Elena, la tarde del 6 de septiembre en la que nos encontramos accidentalmente en el Museo de Antioquia ratifiqué tu tesón, tu ánimo de aprender y tu compromiso por mejorar el mundo a tu alrededor. Entre otras cosas, me contaste que ‘El Alemán’ podía tener información de lo que pasó con tu hijo Franklin y su hijo Guillermo.

La tarde del 7 de septiembre en la que quizás fue la conversación más simbólica y reflexiva del seminario sobre reconciliación, por lo que significaba tener en una misma mesa a dos antiguos enemigos a muerte, un comandante guerrillero y otro paramilitar, estuvo ‘El Alemán’. La vida te lo puso delante, tú lo viste, lo escuchaste de lejos y lo reconociste en su humanidad.

María Elena, la vida te ha puesto de frente contigo misma, te ha interpelado, te ha acercado de diferentes formas y momentos a tus victimarios y, aunque no te han dicho la verdad, te has permitido sentir compasión por ellos. Gracias por el imperativo. ¡Tenemos que reconciliarnos pelaita! La reconciliación es un hecho social que se da tras un proceso largo. Nuestro principal reto como país es restaurar los millones de lazos que se han roto y se siguen rompiendo por la violencia, la exclusión, la inequidad, el desconocimiento de la dignidad del otro. Necesitamos tu voz y más voces como la tuya que nos recuerden que debemos intentarlo, que vale la pena porque no nos merecemos un día más de espera por nuestros desaparecidos.

Carta de un excomandante paramilitar a una víctima

Reciba en primer lugar un afectuoso saludo, con mis mejores deseos para que se encuentre gozando a cabalidad del inestimable don otorgado por Dios de la salud.

[…] Antes que nada, quiero aclararle que mi interés en responderle es exclusivamente humanitario, ya que nada tengo que ver con los terribles sucesos acaecidos con su familia, por los motivos que a continuación relaciono.

[…] A pesar de que no tuve responsabilidad en estos condenables hechos, sí quiero pedirle perdón en mi nombre y en el de los autores de tan execrables acontecimientos…

[…] Espero que su corazón encuentre el consuelo que requerimos en estos dolorosos casos.

Con sentimientos de solidaridad y respeto.

Semanario Virtual Caja de Herramientas Edición 606 – Semana del 21 al 27 de septiembre de 2018