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A propósito de los recientes episodios de violencia en la Serranía del Perijá
El diálogo intercultural entre Yukpa y campesinos es la única alternativa para abordar el conflicto territorial existente
Regularmente este tipo de hechos han sido materializadas al poco tiempo que las autoridades Yukpa han sostenido reuniones con el Gobierno nacional, en las que, al parecer, les han hecho promesas sobre la compra de tierras.
Asociación Campesina del Perijá - ASOPERIJÁ / Sábado 22 de diciembre de 2018
 

Entre el sábado 15 y el domingo 16 de diciembre de 2018 un grupo de indígenas Yukpa ingresaron abruptamente a la vereda El Once del corregimiento de Llerasca en Agustín Codazzi, Cesar, y arremetieron con inusitada violencia contra las viviendas y los campesinos que allí se encontraban, los cuales fueron atacados con una lluvia de piedras y flechas que le ocasionaron heridas a un campesino que además de recibir una fuerte pedrada en la base de la cabeza fue atravesado por una flecha que se le incrustó en el abdomen. En el marco de esta acción claramente depredadora, desplegando sus flechas y, según algunos testigos presenciales, disparando con sus escopetas, una de las viviendas fue incinerada y la otra destruida luego de haber sido ambas previamente saqueadas, varios animales menores que encontraron a su paso fueron muertos, fue macheteado el ganado vacuno que tuvieron a la mano, inutilizados los elementos usados en las labores agrícolas y afectados los cultivos más cercanos.

A partir de este virulento asalto, no sólo resultaron afectados los dueños de las dos fincas que fueron arrasadas y los campesinos que soportaron directamente la agresión física, sino que presas del miedo al menos cuatro familias campesinas de esta vereda se vieron forzadas a desplazarse hacia la cabecera urbana de Agustín Codazzi, sin que hasta el momento nadie tenga la certeza de un pronto retorno, no sólo por la percepción de inseguridad que aún se mantiene en la región sino por las precarias condiciones de vulnerabilidad en que quedaron luego de haberlo perdido todo.

Estas acciones repudiables no pueden continuar siendo abordadas como casos aislados ni mucho menos como asuntos inherentes a problemas locales de convivencia entre vecinos, sino que deben ser comprendidas como la expresión más visible del profundo conflicto territorial que se ha venido configurando entre el pueblo Yukpa y las comunidades campesinas, el cual ante determinadas circunstancias, termina irrumpiendo con violencia, situación que ha tendido a agravarse desde que los campesinos comenzamos a plantear como una de nuestras más sentidas demandas la creación en la Serranía del Perijá de Zonas de Reserva Campesina (ZRC), como alternativa para que nuestras tierras nos sean tituladas y podamos permanecer en ellas para consolidar nuestra cultura, identidad y modo de vida como campesinos perijaneros.

En buena medida este conflicto territorial se ha venido exacerbando a partir de la forma coyuntural y espasmódica con que la institucionalidad pública concernida ha intervenido históricamente en el territorio y a la manera asimétrica y desigual como ha establecido relaciones con los distintos sujetos sociales que lo habitamos, lo cual, lejos de favorecer escenarios de equidad, está ocasionando protuberantes desigualdades y abismos entre las demandas territoriales que cada uno esgrime, instalando una lógica perversa en la que los derechos que se les garantizan a unos pareciera lograrse a expensas de los derechos de los otros, éstos últimos en el actual contexto, resultamos siendo los campesinos, ciertamente los más vulnerables en cuanto que no estamos ni siquiera reconocidos constitucionalmente como sujetos colectivos de derechos y no hay la intención de que esta situación se transforme en el inmediato plazo si nos atenemos a la reciente abstención de Colombia en la votación en la que se aprobó la Declaración de los Derechos de los Campesinos en el seno de la Asamblea General de las Naciones Unidas.

Desde una perspectiva Yukpa estos reiterados asaltos dirigidos contra las tierras y propiedades de los campesinos se inscriben en una matriz explicativa de recuperación y apropiación de tierras que consideran como parte de su territorio ancestral, mediante la cual pretenden que los campesinos, cansados, atribulados y sumidos en la desesperanza por los recurrentes golpes —sobre los que, valga decir, la justicia ordinaria en la práctica se inhibe de cualquier actuación—, se vean obligados a venderle al Estado para que las tierras posteriormente les sean entregadas como parte de sus resguardos. En este contexto, la violencia inherente a estas acciones generalmente tiende a ser explicada con los argumentos que afirman que el Yukpa es un pueblo guerrero y con una naturaleza de cazador y recolector. Regularmente este tipo de hechos han sido materializadas al poco tiempo que las autoridades Yukpa han sostenido reuniones con el Gobierno nacional, en las que, al parecer, les han hecho promesas sobre la compra de tierras. Sin embargo desde nuestra propia perspectiva, incorporando un enfoque diferencial campesino, el resultado de estas acciones es tierra arrasada que termina favoreciendo el despojo y expulsión de nuestras tierras y el desconocimiento de nuestros derechos territoriales, por lo que manifestamos nuestro total desacuerdo a que se apele a determinados valores identitarios y tradicionales, para justificar lo injustificable y ningunear los derechos de los otros, nuestros derechos.

Los episodios de violencia protagonizados por los Yukpa, por si mismos ya sumamente preocupantes, se complejizan aún más si se tiene en cuenta la configuración de un contexto que ha propiciado la emergencia de un sentimiento generalizado de desesperanza y frustración entre los campesinos de la Serranía del Perijá —especialmente en los municipios de Manaure Balcón del Cesar, La Paz, San Diego, Agustín Codazzi, Chiriguaná, Curumaní, Chimichagua y Pailitas—, debido a que el proceso de reconocimiento de los derechos territoriales del pueblo Yukpa está avanzando significativamente, en tanto que los procesos referidos a la cristalización de la titulación de tierras para los campesinos y, sobre todo, la creación de Zonas de Reserva Campesinas (ZRC), fueron suspendidos unilateralmente y sin siquiera dialogar con los campesinos directamente involucrados. Precisamente lo que más preocupa es que se estén adelantando diversos procesos territoriales claves en la Serranía del Perijá sin que los campesinos, pobladores de vieja data de este territorio, estemos siendo tenidos en cuenta y sin que nuestra voz sea escuchada. De otro lado, como si lo anterior no fuera suficiente, recientemente tomamos conocimiento que luego de habérsenos informado que las declaraciones que como Sujetos de Reparación Colectiva (SRC) hiciéramos entre 2017 y 2018 varias comunidades campesinas de Agustín Codazzi, La Paz y Manaure Balcón del Cesar a la Defensoría del Pueblo, efectivamente sí habían sido incluidas en el Registro Único de Víctimas (RUV), recientemente se nos ha comunicado que se presentaron unos errores que ponen en cuestión y siembran de incertidumbre esos reconocimientos que ya se daban por hechos.

Con todo lo anterior y pese a la indignación y rabia naturales que en los campesinos han despertado tanto los hechos violentos que se han venido sucediendo como, especialmente, el que nunca éstos hayan sido asumidos por la justicia y más bien hayan caído en el hoyo de la impunidad, para la inmensa mayoría de los campesinos que estamos vinculados a organizaciones sociales que promueven la defensa de los territorios y la creación de Zonas de Reserva Campesina (ZRC) en la región, es claro que el pueblo Yukpa es una víctima más, al igual que nosotros los campesinos, de un modelo de desarrollo que históricamente ha pivotado sobre la acumulación y el acaparamiento de tierras con destino al extractivismo y a la agroindustria, por lo que en nuestros relatos y narrativas siempre hemos sido insistentes en afirmar que con los Yukpa, fruto precisamente de una historia común y compartida de una atávica vulneración de derechos por parte del Estado, tenemos más puntos de encuentro que de desencuentro, más coincidencias que desaveniencias, y que en razón de la vorágine de intereses codiciosos que se ciernen sobre la Serranía del Perijá, es imprescindible y urgente la unificación de criterios y el establecimiento de alianzas en dirección de defender una Serranía del Perijá intercultural en el que cabemos los Yukpa, los campesinos y los afrodescendientes.

En todo caso, hay que decirlo, nos entristece y desconcierta enormemente el que las autoridades del pueblo Yukpa se hayan negado reiteradamente a participar en diferentes escenarios de diálogo a las que fueron expresamente invitadas —principalmente se echó de menos su participación de éstas en los foros realizados el 13 de octubre en Manaure Balcón del Cesar, el 17 de noviembre en el corregimiento de Media Luna en San Diego y el 1 de diciembre en Agustín Codazzi—, en los que esperábamos intercambiar ideas y reflexiones sobre el futuro de la Serranía del Perijá en donde los derechos de unos y otros sean garantizados y puedan armonizarse y, a la vez, socializar la propuesta de creación formal de una Mesa de Diálogo Intercultural en la que en presencia de las instituciones del Estado, y contando con el acompañamiento de los organismos internacionales, los Yukpa y los campesinos podamos sentarnos de manera equitativa para resolver el conflicto territorial que se ha estado presentando. Así las cosas, hacemos un llamado a las autoridades del pueblo Yukpa para que participen en las próximas jornadas que se organizarán y se sienten con nosotros a construir estrategias para la solución del conflicto territorial que cada cierto tiempo emerge con lamentables episodios de violencia.

En mérito de lo anteriormente descrito demandamos de las instituciones concernidas del Estado y del Gobierno nacional, adelantar en el inmediato plazo posible todas y cada una de las gestiones necesarias en la dirección de lo siguiente:

Primero: Organizar y convocar en el inmediato plazo posible una reunión interinstitucional de alto nivel en la que los campesinos puedan expresar ante interlocutores institucionales válidos sus preocupaciones, dudas, interrogantes y propuestas acerca del conflicto territorial que se ha configurado entre Yukpa y comunidades campesinas, con el propósito de llegar a acuerdos estables y duraderos.

Segundo: Constituir y garantizar su funcionamiento, mediante la formalidad que se considere más pertinente, de la Mesa de Diálogo Intercultural (MDI), a fin de contar con un espacio de alto nivel en el que las autoridades del pueblo Yukpa y los dignatarios campesinos puedan construir consensos y acuerdos sobre las dinámicas territoriales de la Serranía del Perijá.

Tercero: Solicitar a la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ONU DDHH) y a la Misión de Apoyo al Proceso de Paz de la Organización de Estados Americanos (MAPP-OEA), en el marco de sus respectivas misiones, para que brinden asesoría técnica a las instituciones y entidades territoriales respecto del tratamiento adecuado de la conflictividad social asociada a los episodios de violencia que hemos vivido los campesinos y el pueblo Yukpa y para que hagan un acompañamiento a nuestras organizaciones sociales..

Cuarto: Se definan e implementen, lo antes posible, las acciones humanitarias a que haya lugar encaminadas a prestarle atención y asistencia a los campesinos víctimas de la agresión reciente por parte de los Yukpa, quienes actualmente se encuentran en un alto grado de vulnerabilidad.