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Radios populares, comunitarias, alternativas, ciudadanas...
Néstor Busso / Martes 8 de enero de 2019
 

Recuperar la palabra para los sectores populares es un desafío impostergable en nuestra América Latina.

Nos quieren convencer que “no sabemos”, que somos ignorantes y que no tenemos capacidad de “decir”.

Nos presentan un modelo de desarrollo que no tiene nada que ver con nuestra forma de entender la vida.

La cultura de lo pasatista, lo rápido, lo utilitario se va imponiendo. Es la “cultura” del “use y tire”, del “dios mercado”, del “todo y todos tiene un precio”. Desde esas ideas de éxito, se justifican las guerras y la eliminación del diferente.

El “modelo único” se impone por la seducción del consumo o por la fuerza militar. Simultáneamente unos pocos se apropian de la riqueza y acumulan fortunas mientras las mayorías viven en la pobreza. Como hemos dicho tantas veces “menos ricos cada vez más ricos y más pobres cada vez más pobres”. A eso quieren que llamemos libertad y democracia.

Sin embargo nuestros pueblos mantienen un fuego interno que de tiempo en tiempo aparece con fuerza incontenible y se rebela.

Mantener ese fuego vivo es una necesidad vital para nuestros pueblos. Es mantener la identidad a partir de la cual es posible reconocer y relacionarnos con otros.

Los medios de comunicación juegan un papel central en esta construcción social. Nos muestran lo que unos pocos quieren mostrar. Son reducidas ventanas que nos permiten ver un escenario que dista mucho de ser la realidad del mundo.

Por eso, nuestros medios son una herramienta fundamental para construir un mundo con justicia. Al decir “mundo”, decimos nuestro mundo individual, familiar, barrial, regional, nacional, continental, global. Nuestros medios son ventanales amplios para mirar hacia afuera, pero también espejos donde mirarnos y reconocernos.

Entre esos, “nuestros medios”, está la radio. Sigue siendo un medio privilegiado en América Latina por sus posibilidades de llegada masiva pero también de expresión sin demasiadas mediaciones técnicas o exigencias económicas. Proliferan en el continente “nuevas” radios especialmente en Frecuencia Modulada. Es fácil hablar “en la radio”, visitando una emisora, hablando por teléfono o mediante un móvil...

Se ha discutido mucho sobre las características de estas radios y su proyección. También hemos asistido a discusiones sobre el nombre más adecuado. En nuestro continente tienen una larga tradición. Nacieron en la década de los 50 como herramienta para la educación, se convirtieron más adelante en instrumentos de “concientización, organización y movilización”, y hoy acompañan la vida cotidiana de nuestros pueblos con toda la riqueza y variedad de sus realidades, alegrías y dolores, sueños, angustias y esperanzas.

Radios populares, comunitarias, alternativas, ciudadanas, participativas...

Si, todo eso junto. Porque esos conceptos responden a distintas ideas que se complementan y además son expresiones que muestran la diversidad de nuestro idioma que mantiene expresiones tan diversas en los diversos rincones del continente. A nadie se le ocurriría en Argentina “coger una liebre” –e incluso es una grosería decirlo- pero en otros países es subir a un bus o colectivo o micro o guagua.

Qué nombre usar para estas radios no es lo más importante, pero sí es clave definir de qué hablamos para no confundir “gato con liebre”.

Veamos el significado de cada nombre-adjetivo o apellido. [1]

Radios populares

Reivindicamos el concepto de lo “popular” como un concepto político. Lo popular tiene que ver con el lugar donde se sitúa nuestro discurso. Donde nos paramos. Lo popular –el pueblo- son los trabajadores, los explotados, los excluidos.. Connota un enfrentamiento con el “poder”, la “élite” o “la gente” como ahora se acostumbra decir...

Hace poco leí un cuestionamiento, casi una burla, al concepto de “Radio popular”.

Decía que nadie invitaría a su enamorada a un “comedor popular”. Pocos días después vi por televisión los carnavales en Río de Janeiro, una “fiesta popular” a la que me gustaría asistir. ¡Como se ve, lo “popular” puede ser atractivo!

Es cierto, sin embargo, que no se puede confundir lo popular con baja calidad, con pobre, con precario y menos con chabacano o grosero.

Ubicarse en y desde “lo popular” es identificarse con los intereses de los desposeídos, de los explotados.

Radios comunitarias

Común, comunidad, comunitario.. tiene también una fuerte carga de significado siempre que comunidad no se confunda con lo “pequeño” o con un “gueto”.

Lo comunitario connota participación, horizontalidad, cercanía... En ese sentido es un concepto a reivindicar, aunque muchas veces encerrase en “la comunidad” pueda entenderse como encerrarse. Alguna vez escuché decir a entusiastas promotores de una radio barrial “el mundo es nuestro barrio, lo que pasa fuera del barrio no nos interesa”. Evidentemente nunca entenderían lo que pasa en el barrio... Eran como una casa llena de espejos pero sin ventanas. Hablaban y se escuchaban entre ellos, pero no se preocupaban por quien los escuchara, no interlocutaban, no se relacionaban...

Una interesante definición de Radio Comunitaria la encontramos en el Manual Urgente para Radialistas Apasionados: “cuando una radio promueve la participación de los ciudadanos y defiende sus intereses; cuando responde a los gustos de la mayoría y hace del buen humor y la esperanza su primera propuesta; cuando informa verazmente; cuando ayuda a resolver los mil y un problemas de la vida cotidiana; cuando en sus programas se debaten todas las ideas y se respetan todas las opiniones; cuando se estimula la diversidad cultural y no la homogenización mercantil; cuando la mujer protagoniza la comunicación y no es una simple voz decorativa o un reclamo publicitario; cuando no se tolera ninguna dictadura, ni siquiera la musical impuesta por las disqueras; cuando la palabra de todos vuela sin discriminaciones ni censuras, ésa es una radio comunitaria.

No se someten a la lógica del dinero ni de la propaganda las emisoras que así se denominan. Su finalidad es distinta, sus mejores energías están puestas al servicio de la sociedad civil. Un servicio, por supuesto, altamente político: se trata de influir en la opinión pública, de inconformar, de crear consensos, de ampliar la democracia. En definitiva -y por ello, el nombre de construir comunidad”. [2]

Radios alternativas

Otro nombre muy usado. Alternativa significa con “otro origen” y muchas veces se refiere a lo distinto.. Otro origen, otra estética, otros formas¼ Interesante aunque es una definición que pone en lo central del otro lado, quedando con una función “secundaria”.

Lo “alternativo” no implica necesariamente una propuesta comunicacional y de sociedad propia, sino una oferta que es “otra” y difiere de los medios “tradicionales”.

Quizás podemos pensar lo alternativo como un gran paraguas que resguarda muchas formas de entender y de hacer radio. En este sentido podemos afirmar que todas las radios a las que nos estamos refiriendo son alternativas. Sin embargo bajo esa denominación hemos visto cosas muy diversas.

Es una de las expresiones más utilizadas pero, quizás, menos conceptualizadas. Entendemos que será esta la razón por la que son relativamente pocas las radios que se definen como radios alternativas, a pesar de ser un término muy difundido.

Hay quienes entienden lo alternativo desde lo alterativo, dándole un sentido más político y cargándola con una clara opción comunicacional. Sin embargo señalamos que muchas propuestas autodenominadas “alternativas” que conocemos son sólo alternativas o alterativas en sus formas, en su estética, y en sus mensajes reproducen la ideología dominante.

Radios ciudadanas

En los últimos años se ha difundido esta nueva forma de denominar a las radios. Quien empezó a utilizar el concepto de radio ciudadana fue AMARC en América Latina en los años 90.

Claudia Villamayor y Ernesto Lamas conceptualizan a las radios ciudadanas en el libro “Gestión de la radio Comunitaria y ciudadana” entendiéndola como: “espacios de recomposición del tejido social, son lugares de representación de diferentes identidades culturales y de construcción de la democracia.

“Las radios comunitarias y ciudadanas se definen como medios de comunicación que asumen un lugar en la construcción democrática en relación con los demás actores sociales.

“Se define así en la medida que su misión se relaciona directamente con el ejercicio de derechos ciudadanos.

“La radio comunitaria y ciudadana es un ámbito para el ejercicio de la ciudadanía autogestionada y autónoma, expresión de intereses colectivos político-culturales en el marco de un proyecto comunicacional, en el cual un grupo de personas hace uso de sus derechos a la comunicación y a la expresión. [3]

Otros nombres o adjetivos son posibles a lo largo y ancho de nuestra América Latina.

Como válidos y específicos destacamos participativas, rurales, indígenas, escolares... que pueden ser agregados a los conceptos antes señalados.

A partir de todas estas ideas volvemos a reafirmar el concepto de Radio Popular como otro modelo de comunicación. En ese sentido recogemos los nombres analizados como adjetivos válidos si se los toma en conjunto y por eso nos gusta utilizar esos conceptos como complementarios.

Recuperamos lo escrito por Maria Cristina Mata en 1987: “lo que existen son medios populares. Es decir radios que en diversas circunstancias, respondieron a orígenes y proyectos muy distintos, desarrollaron una práctica comunicativa que se diferencia del modelo de comunicación radiofónica dominante porque son expresión de opción que, en términos generales, pueden caracterizase como una opción de cambio. Esto se debe a que son parte de proyectos que buscan la transformación de injustas estructuras económicas y sociales, que perpetúan el poder de grupos minoritarios condenando a las grandes mayorías a la pobreza y la marginación”. [4]

Desde esta concepción las Radios populares, comunitarias, alternativas, ciudadanas son la “otra” comunicación indispensable para construir “otro mundo posible”

Es hoy necesario agregar algunas características de este modelo.

a) No se trata de radios artesanales o precarias. Si lo son al comienzo, su vocación es crecer en audiencia y eso supone crecer en calidad. La radio popular-comunitaria-alternativa, si es precaria y marginal corre el riesgo de fortalecer o al menos naturalizar la marginalidad. Trabajamos desde los intereses de los pobres pero no desde la pobreza. Tenemos los mejores equipos posibles, las mejores producciones, los mejores trabajadores. En todo caso, vamos a discutir que es “lo mejor”. Ciertamente lo “mejor”, para nosotros, es muy distinto a lo que nos presentan como “mejor” desde los medios comerciales.

b) Trabajamos en red. Una radio aislada sirve para aislarnos. Es indispensable pensar y actuar en lo local y en lo global. Podremos ver que nuestros problemas y nuestros sueños son los problemas y los sueños de muchos en otros lugares del mundo y especialmente en nuestra patria Grande latinoamericana. La red permite fortalecer nuestro discurso. Lo potencia. Lo legitima. Hablamos no solo para que nos escuchen en el barrio o en mi localidad. Hablamos para el continente y el mundo y desde nuestra identidad nos relacionamos con otros.

c) Reconocemos y valoramos las diferencias, el pluralismo¼ no la homogeneidad. Esto es central en el mundo de hoy en que nos muestran un único modelo, un único discurso, una única ideología.

d) Nos reímos y desenmascaramos el discurso hegemónico pero no desde la contra-hegemonía. Somos capaces de desenmascarar, desnaturalizar, desconstruir sentidos y proponer otros nuevos, otros que no estaban o que estaban ocultos. Somos capaces de construir una agenda diferente. Otros temas, otros escenarios, otros actores¼ Otros sentidos.

e) Defendemos y promovemos la defensa de los Derechos Humanos convencidos de la igual dignidad de todas las personas. El ejercicio del Derecho a la Comunicación es soporte de los demás Derechos Humanos.

f) Las Radios son actores sociales y no sólo lugares de observación. Son lugares de debate, de encuentro, de articulación.

g) Acompañamos la vida cotidiana de nuestras audiencias. ¡Vida cotidiana es toda la vida! Todos los temas. Tenemos una mirada propia de nuestra cotidianidad, que no deja de reconocer y denunciar la desigualdad económica y la injusticia social, pero que no se queda sólo en esa dimensión sino que es capaz de ver todas las potencialidades y talentos que son el factor primordial para el cambio.

Cada uno de esos puntos merece un desarrollo y explicación que excede la intención de estas líneas.

Estas radios son una posibilidad concreta para democratizar las comunicaciones. Apostamos por un modelo de comunicación que contribuya a pensar a América Latina desde las potencialidades y no desde la carencia. Muchas organizaciones sociales están en condiciones de gestionar sus propios medios y facilitar la expresión de todos. No se trata sólo de tener medios para hacer “prensa y difusión” o para difundir actividades o ideas. La cuestión es que todos puedan ser actores y actrices sociales. Que se escuchen todas las voces. Que se constituyan y se expresen nuevos actores sociales.

Desde la Asociación Latinoamericana de Educación Radiofónica nos proponemos impulsar este movimiento de radios populares-comunitarias en América Latina. Nuestro objetivo es dejar de ser unas pocas experiencias radiofónicas aisladas en el continente para convertirnos en una red con incidencia continental. Ese es el desafío que nos planteamos en la Asamblea de ALER en abril pasado. En ese camino estamos.

Publicado el 12 de septiembre de 2005 en ALAI

[1Cito (con orgullo de Papá) el trabajo de la Lic. María Clara Bustos en su Tesis presentada en la Universidad Nacional de La Plata.

[2López Vigil, José Ignacio. Manual urgente para Radialistas Apasionados. Ecuador, 1997.

[3Villamayor, Claudia y Ernesto Lamas. Gestión de la radio comunitaria y ciudadana. FES y AMARC. Ecuador, septiembre de 1998.

[4Mata, María Cristina. “Radio popular”. Documento interno # 6 de ALER. Reflexiones a partir del Seminario-Taller sobre “Educación popular y Radio masiva”, Quito, junio de 1987. Citado por: Sigueiro, Ricardo y otros. Seguimos en buena onda. ALER. Quito, 1997.