Agencia Prensa Rural

“Matamos la producción”
Roberto Amorebieta / Viernes 1ro de febrero de 2019
 

Ha caído el primer alto funcionario del gobierno de Iván Duque, Juan Pablo Bieri, exgerente del sistema de medios públicos, RTVC, que no tuvo la misma fortuna de Alberto Carrasquilla, ministro de Hacienda, o de Néstor Humberto Martínez, Fiscal General (que si bien no es funcionario del gobierno, es como si lo fuera), quienes resistieron sendos debates en el Senado y hoy conservan sus empleos

La falta de Bieri no es necesariamente más grave que las de Carrasquilla o Martínez, acusados de graves casos de corrupción y flagrantes conflictos de intereses, pero renuncia obligado por el escándalo que genera la divulgación de una grabación en la que claramente se le escucha impartir órdenes para censurar el programa “Los puros criollos” que se emite por Señal Colombia, la cadena pública de televisión.

La historia de la animadversión de Bieri contra “Los puros criollos” y su director, Santiago Rivas, como queda en evidencia en la grabación, se origina por la participación de Rivas en la campaña contra el proyecto de Ley TIC, que actualmente cursa en el Congreso. El proyecto lesiona la independencia de la televisión y crea las condiciones para debilitar la televisión pública, lo que ha animado a muchos sectores, dentro y fuera de los medios, a oponerse a dicha iniciativa. La diferencia con el común de la gente es que Rivas es una figura pública, director de un programa premiado en festivales internacionales y que aún cuenta con buena audiencia porque ha logrado retratar con sensibilidad y respeto los rasgos culturales del pueblo colombiano, sus tradiciones y sus símbolos. Rivas, sin pretenderlo, se ha convertido en un líder de opinión.

La censura

Por eso la aparición de Rivas en un video de La Pulla criticando el proyecto de Ley tuvo mucho impacto no solo en la audiencia sino en la paranoia del gobierno y del propio gerente de RTVC. “Mira, si la plataforma de él sigue creciendo, y las críticas de él van con su crecimiento de la plataforma, al fin y al cabo los que quedamos mal somos nosotros”, dice Bieri en la grabación. Está muy preocupado. Le inquieta que un reconocido personaje lidere las críticas a una política del gobierno porque reconoce la influencia que puede llegar a tener en la opinión. Sabe que como gerente de RTVC su papel consiste en marchitar la entidad para que los operadores privados puedan repartirse toda la audiencia e imponer un determinado relato de país, y mientras tanto quitarle a los contenidos de los medios públicos cualquier atisbo de crítica al actual estado de cosas.

Algo que queda claro es que la censura a Santiago Rivas no fue una iniciativa de Bieri; la grabación evidencia que la orden vino de arriba, no solo porque Bieri se muestra decidido, envalentonado, sino por lo que dice: “Ni ese señor que fue elegido políticamente por el pueblo, por las grandes mayorías, ni esta empresa de la que yo hago parte, estamos dispuestos a aguantarnos el sonsonete ni de La Pulla, ni de él mucho menos”. En otras palabras, ni el presidente Duque ni el gerente Bieri admiten las críticas y menos cuando se trata de una figura pública.

El Estado les pertenece

Varias frases de Bieri ponen en evidencia, entre otras, dos cosas preocupantes. Primero, la idea de que este país les pertenece. Es lo que se llama la visión patrimonialista: El Estado es patrimonio de la clase dominante. El sistema de medios públicos que es de todos y todas, se asume como un botín y por ende como propiedad. “Se está burlando del Estado, se está burlando de la entidad que le da de comer, que le paga un sueldo y eso me parece un poco estúpido”, dice Bieri. Y continúa: “Es el tipo que en serio, para algunas vainas viene a cobrar a la ventanilla muy puntual y para otras ahí sí denigra de quien le paga. Le muerde la mano a quien le da de comer”. Estas frases retratan de cuerpo entero la cultura política de nuestra clase dominante y de quienes les sirven: RTVC no es un ente público, de todos, sino una empresa de la que se han apoderado Iván Duque y sus partidarios para ponerla a su servicio. No está para garantizar el derecho a la información de los colombianos sino para imponer una agenda favorable a los intereses del grupo en el poder.

Y segundo, también muy preocupante, la idea de que las personas que vivimos en este país no somos ciudadanos con derechos sino sirvientes. En ese orden de ideas, RTVC no es una empresa que contrata personas de quienes demanda servicios y con quienes se obliga, por ejemplo, a pagar puntualmente, sino una especie de feudo dirigido caprichosamente por Bieri, que gentilmente le da de comer a unas personas que deberían sentirse bendecidas y agradecidas. Ni el trabajo ni el salario son derechos sino generosas concesiones. El trabajador que cobra puntualmente, que se organiza en sindicatos, que expresa su libre opinión, que reclama sus derechos, no es un ciudadano en ejercicio sino un sirviente desagradecido.

Comunicación, escenario en disputa

Queda en el ambiente, eso sí, cierto sinsabor. Bieri deja su puesto porque ha quedado expuesto ante la opinión pública, pero otros peores que él, todavía conservan sus cargos, sus salarios y sus escoltas porque no hemos presenciado aún la prueba reina que los incrimine, a pesar de que la ciudadanía ya ha advertido su catadura moral. Lo bueno de todo esto es que también se ponen en evidencia las fisuras y debilidades de la estrategia de las clases dominantes para controlar la información, el conocimiento y la cultura.

Hemos llegado a un momento en el que las nuevas tecnologías no solo nos permiten acceder a información como nunca antes, sino que también le permiten al poder acceder a nuestra información e influir en nuestra manera de entender las cosas. Es lo que se llama “la sociedad del control”. Pero episodios como el de Bieri nos recuerdan que la comunicación no es un escenario perdido, es un escenario en disputa. Así como los poderosos controlan lo que vemos y oímos, así también los ciudadanos podemos utilizar la tecnología para comunicarnos e impulsar iniciativas liberadoras y emancipadoras. El Gran Hermano de Orwell está allí, pero tiene los pies de barro: “Gran Hermano, te estamos observando”.

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