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Opinión
"Políticos de carrera" y "políticos de chequera"
Fernando Dorado / Miércoles 31 de julio de 2019
 

En Colombia como en América Latina y el mundo entero, los “políticos de carrera” (sean de izquierda, derecha o “centro”), están fracasando en toda la línea. De luchar por “lo público” pasaron a solo batallar por su imagen y poder personal. Algunos, en el fragor de los debates, discursos, reuniones y tuits, todavía no se han percatado de ese hecho.

Lo ocurrido en Puerto Rico es una buena lección para los “políticos de carrera”. Tanto el renunciado gobernador Roselló como sus rivales políticos se vieron obligados a hacerse a un lado frente al pueblo borincano que, liderado por cantantes y artistas, se movilizó por verdad y dignidad. Y se logró un triunfo que va desencadenar grandes cambios en ese país.

Los políticos boricuas de oposición tuvieron que ayudar con “bajo perfil”, obligados por la avalancha popular que no iba a permitir que esa lucha fuera apropiada por un sector político en particular. La exigencia era no “partidizar” esa lucha colectiva para poder ganarla.

En Colombia, a pesar que tenemos problemas mucho más graves, no hemos podido construir verdaderos movimientos ciudadanos que movilicen a las mayorías. El afán de figurar, la supuesta “polarización” y los apetitos personales de nuestros políticos (del color que sean), han “privatizado la política” y obstaculizado la acción colectiva.

Ad portas de las elecciones locales y regionales en Colombia, son muchos los ejemplos de esa “privatización” de las causas sociales y ciudadanas. El metro subterráneo de Bogotá ya tiene “dueño político” como lo tiene la lucha contra la corrupción, la lucha por la paz, la defensa del medio ambiente o la defensa de la vida de los líderes sociales.

Al actuar de esa manera, los “políticos de carrera” debilitan la lucha social y política. La causa de oponerse a un metro elevado en la capital de la república, que es desde todo punto de vista una causa justa, termina siendo debilitada por ese tipo de actitudes personalistas que desgastan la verdadera lucha por lo público y ahuyentan de la acción política a la gente.

Hay que aprender de lo ocurrido en América Latina con los gobiernos progresistas, en Grecia con Siryza, y en España con Podemos, que lideraron importantes y exitosos procesos electorales y de gobierno. Ellos se montaron sobre olas de indignación y de movilización popular, pero, para nuestra desgracia, en poco tiempo se “cerraron”, le pusieron nombre propio a la causa social, y le hicieron –tal vez sin querer– un favor a los poderosos capitalistas que, después, derrotaron a los “políticos de carrera”, y lo más grave, aplastaron el espíritu de lucha de millones de personas que fueron su aliento y fuerza.

Claro, el debilitamiento de la verdadera lucha social y política se convierte en una ventaja para los “políticos de chequera”, que no necesitan de ideas ni programas, sino solo de acuerdos por debajo de la mesa y una buena “inversión monetaria”, para hacerse con los gobiernos, y seguir robando y estafando a la gente. ¿Podremos aprender?

Volver sobre las causas transformadoras parece ser la senda para rescatar la acción política de la mediocridad en que ha caído por efecto de tanta exposición mediática y de la falta de debate y construcción colectiva de los movimientos y agrupaciones políticas.