Asociación Campesina del Catatumbo
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“Queremos una paz incompleta y no una guerra perfecta”, Elizabeth Pabón, presidenta de la Asociación Campesina del Catatumbo, ASCAMCAT
Marta Saiz, Melissa Silva Franco / Jueves 20 de febrero de 2020
 
Elizabeth Pabón. Foto: Javier Sulé.

La vida de Elizabeth Pabón no ha sido fácil, como la de la mayoría de campesinos y campesinas colombianas. El conflicto armado dejó secuelas imborrables. Y las sigue dejando. El Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (INDEPAZ) contabiliza más de 50 líderes y lideresas asesinadas en los dos primeros meses de 2020. Personas que que engrosan una lista de más de 700 defensores y defensoras de la tierra, el territorio y la vida asesinadas desde que se firmaron los acuerdos de paz.

Natal de las tierras del César, Pabón huyó con su familia debido a la violencia del conflicto armado. La región del Catatumbo fue su refugio. Un refugio efímero que la llevó a diversos desplazamientos internos, pues la arremetida paramilitar de finales de los noventa debilitó el tejido social y comunitario en esta región, así como en las demás zonas rurales del país. “Se cometieron lo más atroces delitos contra la población civil”, destaca la lideresa con respecto a la incursión y las masacres del grupo paramilitar Autodefensas Unidas de Colombia (AUC).

Tras la desmovilización de las AUC en 2005, los liderazgos sociales regresaron a las zonas rurales y reconstruyeron el tejido social. Ahí es cuando Pabón vio de cerca la labor de la Asociación Campesina del Catatumbo ASCAMCAT, en una capacitación de los comités de mujeres. “Me enamoré del proceso y comencé a trabajar en el equipo de apoyo de la zona baja, en el municipio de Tibú”. Mejor conocida en la región como Chavela, actualmente la lideresa ejerce el cargo de presidenta y representante legal de la organización.

Las dificultades de ser mujer lideresa

“Estamos en un territorio machista, donde en ocasiones no se valora el trabajo de la mujer. Todavía hay quienes se sienten incómodos de que al frente haya una lideresa que les marque las pautas y las directrices”, matiza Chavela, que además destaca la gran labor de los comités de mujeres, que trabajan para empoderar a las campesinas en los procesos sociales. “Siempre digo que las mujeres y los hombres tenemos las mismas capacidades. Por esta razón, a través del trabajo comunitario, debemos ir de la mano y seguir adelante”. Y manifiesta que durante estos años ha aprendido a no renunciar a su labor como defensora, debido a las críticas infundadas de compañeros y otras personas de la comunidad, que alegan que una mujer no puede estar en el hogar y lo público. “He luchado toda mi vida en este proceso y así seguirá siéndolo”.

Madre de tres hijas, otra de las dificultades de ser lideresa social es la renuncia a fiestas o eventos familiares, ya que el trabajo organizativo es un intensivo de 24 horas los siete días de la semana. “A veces la familia me ha recriminado no estar presente en los momentos importantes. Una se siente mal, pero la defensa de los derechos humanos, desgraciadamente, sigue siendo necesaria en este país”.

Un trabajo peligroso, pues las amenazas y los seguimientos son constantes. A finales de 2017, cuando se puso fin al paro agrario en la región, la fuerza pública increpó un autobús en el que iban campesinos y campesinas que regresaban a sus hogares, entre los que iba Chavela. La defensora impidió que la policía se llevara a unos compañeros, y en su lugar acabó con una pistola en la cabeza. “Una sabe que ellos matan a cualquiera y lo justifican. Nunca pierden”. A partir de ese momento, la lideresa va acompañada por dos escoltas. “Al principio no era fácil. Yo estaba acostumbrada a ir sola, montaba en moto, tenía vida social… Pero la situación es complicada y acabé acostumbrándome. Ellos se han convertido en parte de mi familia”.

La implementación del acuerdo de paz

La lideresa es la delegada por el Catatumbo en la Instancia Especial de Género para la Paz, creada por los acuerdos de La Habana para hacer seguimiento a lo pactado. Con respecto al Catatumbo, alega que esta zona siempre ha sido una de las regiones más complicadas debido al abandono estatal. “Durante las conversaciones y el primer año del proceso de paz, teníamos la esperanza de que iba a ser diferente, sabíamos que habrían dificultades, pero no tantas como las que tenemos”. En este aspecto, la lideresa confiesa que se sentían más seguras con las FARC-EP en el territorio, puesto que las tierras abandonadas por la guerrilla no han sido ocupadas por el Estado y sus instituciones, sino por otros grupos criminales y paramilitares que agravan el conflicto y la violencia en la región. Una violencia que en 2020 ha asesinado a tres líderes sociales de la zona.

Además, la situación de paro armado en la región continúa entre las guerrillas del Ejército de Liberación Nacional (ELN) y el reducto del Ejército Popular de Liberación (EPL). A pesar de que el paro convocado por el ELN duró del 14 al 17 de febrero a nivel nacional, el EPL convocó un paro indefinido en el Catatumbo desde el pasado 12 de febrero, que continúa debilitando el acceso a vías, educación, sanidad y transporte de alimentos a la región. “Los acuerdos se hicieron para el pueblo, no solo para el Gobierno y las FARC-EP, por eso queremos que se cumplan. Hay que seguir apostándole a la paz, aunque haya dificultades. Queremos una paz incompleta y no una guerra perfecta”.

Este reportaje forma parte del proyecto Vivimos la guerra, construimos la paz, de la Asociación Acción Internacional por la Paz / IAP Catalunya, que ha recibido el apoyo de la Beca DevReporter 2019, impulsada con la financiación del proyecto Frame, Voice, Report!, de la Unión Europea, la Agencia Catalana de Cooperación al Desarrollo (ACCD) y el Ayuntamiento de Barcelona. El contenido de este artículo es responsabilidad de sus autoras y no refleja necesariamente la posición de la Unión Europea.