21 de mayo, Día de la Afrocolombianidad (Parte I)
/ Jueves 21 de mayo de 2020
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Educador popular, dirigente viviendista Cenaprov. Secretario Partido comunista colombiano en Santander.
“Yo abandono a vuestra soberana decisión la reforma o la revocación de todos mis Estatutos y Decretos; pero yo imploro la confirmación de la libertad absoluta de todos los esclavos, como imploraría mi vida, y la vida de la República”
Simón Bolívar, discurso de instalación del Congreso de Angostura, febrero 15 de 1819.
Este 21 de mayo se cumplen 169 años desde cuando el Congreso de la Nueva Granada decretara, mediante ley de esa fecha, la libertad definitiva de los esclavos, que entraría en vigencia a partir del 1º de enero de 1852.
Quienes han querido vendernos la ficción de que esa magnánima y humanitaria disposición fue “obra del partido liberal” (en la tónica de quienes pretenden reescribir la historia para su beneficio) soslayan la verdadera gesta e intentan venderles a las grandes mayorías otro relato, para que estas se sientan eternamente agradecidas por las «acciones civilizatorias», modernistas, progresistas y humanistas, supuestamente puestas en marcha por ese partido con el apoyo de su compinche en el manejo del Estado por más de 180 años, pero no hay tal. Veamos.
El primer lugar la lucha contra la esclavitud (introducida en el país a mediados del siglo XVI especialmente por españoles y portugueses), tuvo desde sus orígenes una encarnizada batalla por parte de la propia población esclavizada, que llevó por ejemplo a la creación acelerada de varias decenas de “Palenques”, que se extendieron desde la costa norte hasta límites del actual departamento de Santander, siendo emblemático el Palenque de San Basilio, que llegó a obtener cédula real declarándolo “Territorio Libre en América” por parte del mismísimo rey de España. Y es un verdadero héroe nacional, aunque poco conocido, ‘Benkos Biojó’, a quien el mismo rey concedió el privilegio de entrar a Cartagena por sus murallas con uniforme militar español y espada y daga al cinto. A propósito: en 2021, deberíamos conmemorar los 400 años en que con una acción felona de las «autoridades españolas», Benkos fue apresado y ahorcado, el 16 de marzo de 1621, pues en todos estos años los únicos que le rindieron homenaje fueron las FARC-EP, como guerrilla, y ahora como partido, tomando su nombre varios cuadros.
Pero la lucha de los hermanos afro-colombianos esclavizados se prolongó sin tregua a lo largo de todos los años, «combinando todas las formas», desde el cimarronaje armado, los asaltos a haciendas, hasta formas incipientes de negociación colectiva para preservar sus vidas y exiguos derechos, sus núcleos familiares y clanes, pasando por el boicot a la preñez, para evitar entregar nuevos esclavos a los amos, (por la proporción de una hembra por cinco varones), como excelentemente está documentado en muchos escritos, entre ellos varias monografías de la Universidad Javeriana.
La lucha contra la esclavitud continuó sin tregua, aunque sin tantos sonados episodios muy documentados, y una especial atención comienza a prestarse en las mentes más brillantes de los hombres y mujeres que lanzan la idea de la independencia frente a la corona española. Uno de los primeros, desde España, en proponer la libertad de los esclavos, inicialmente como «manumisión de vientres» fue don Antonio Villavicencio, solo recordado por nuestras élites por ser el recóndito promotor del barullo del 20 de julio de 1810. Y la lucha por esa consigna toma especial impulso cuando iniciada la Guerra de Independencia, los primeros en otorgar la libertad, a condición de enrolarse con los ejércitos del rey y atacar a sus amos y sus propiedades, son personajes como el capitán Domingo Monteverde y José Tomás Boves.
Simón Bolívar que en los inicios de la lucha había dado como ejemplo la manumisión de sus propios esclavos de haciendas y plantaciones y minas, varios de cuales lo acompañaron en sus años de guerra y exilios (baste recordar que su ex esclavo Pío, su edecán ahorcado en Jamaica tras ser aprehendido por el atentado al Libertador, en que resultó muerto Félix de Amestoy), al conocer la realidad de Haití, y la solidaridad brindada por su presidente, Alexander Petión, una vez regresado a las costas de Venezuela, en calidad de General en Jefe de los Ejércitos Libertadores, el 2 de junio de 1816 emitió el Decreto de Carúpano, decretando la libertad absoluta de los esclavos, lo que reafirmó en el Manifiesto de Ocumare, del 16 de julio de ese mismo año.
Por eso, cuando el 15 de febrero de 1819 instaló el Congreso de Angostura, con delegados elegidos por el pueblo en armas, en su discurso (que conmemoramos el año pasado, incluso con el Seminario del Bicentenario realizado en Bucaramanga), imploró la “confirmación de la libertad absoluta de todos los esclavos”. La naciente burguesía necesitaba a Bolívar como el mejor comandante de las tropas. Pero una vez alcanzados los primeros grandes logros de la independencia (con la Batalla de Boyacá), literalmente le sacó el culo a la responsabilidad adquirida. Incluso en enero de 1820, en las sesiones del mismo Congreso de Angostura, para desarrollar la Ley Fundamental emitida en diciembre 17 de 1819, limitaron ese compromiso y lo postergaron. La revolución de los coroneles Riego y Quiroga, que estalló en España, como coletazo del triunfo de Boyacá el 1º de enero de 1820, no hizo más que darles alas a los nacientes burgueses, que –al igual que sus congéneres de clase en el resto del mundo– veían la esclavitud no como una forma anacrónica de producción, rebasada incluso por el feudalismo, sino como una forma más barata de acumulación capitalista. (Que incluso sería luego ampliamente utilizada por el régimen nazi, como expresión terrorista del gran capital financiero, en los campos de concentración).
Por eso, por los logros del Ejército Libertador tras la Batalla de Boyacá, con la imposición a Pablo Morillo de los Tratados de Trujillo [1], y luego con el triunfo clamoroso en la Batalla de Carabobo [2], en las sesiones del Congreso Constituyente de Cúcuta, mediante ley del 9 de julio de 1821, se estableció la «libertad de vientres» que sin embargo fue birlada sin contemplación, por los sectores más reaccionarios, por los santanderistas.
Capítulo aparte, que tocaremos en detalle en la siguiente entrega, la denodada lucha del Libertador Simón Bolívar, en su propuesta de Constitución de Bolivia, tímidamente incluida en la Constitución del Perú, sería lo que llevaría al atentado de septiembre de 1828, y a la campaña difamatoria en vida del Grande Hombre Americano.
[1] Tratados de Trujillo (suscritos por Bolívar y Morillo el 26 de noviembre de 1820) que se concretaron en el tratado de armisticio y el de Regularización de la Guerra, que deberíamos conmemorar en fines de noviembre de este año.
[2] Batalla de Carabobo, con la que oficialmente se alcanzó la Independencia de Venezuela, el 24 de junio de 1821, que igualmente debemos conmemorar, en asocio con los camaradas venezolanos.