Agencia Prensa Rural

Opinión
Anemia y Pandemia
Agencia Prensa Rural, Marcelo Molano / Domingo 12 de julio de 2020
 

Es indudable que, la calamidad pandémica que vivimos, nos ha cambiado como sociedad. Nunca antes, en la historia moderna, el mundo entero se había visto obligado a confinarse de esta manera. Nunca antes una situación externa, nos había llevado a cuestionarnos como sujetos, así como nuestros hábitos sociales, y hábitos de consumo. Esta situación ha develado de una forma macabra, la verdadera cara de quienes nos gobiernan. En los países, con sistemas económicos neoliberales, según datos estadísticos, las cosas no están saliendo tan bien. Una comparación rápida a las cifras de las dos principales potencias mundiales, nos permite establecer con claridad, que tipo de modelo económico puede garantizar mejor las vidas de sus ciudadanos.

China, que tiene un sistema económico socialista, logró una contención efectiva del virus en un tiempo récord (2 meses). Allá no dudaron ni un segundo con la falsa disyuntiva de economía o salud. Pararon la economía y decretaron estrictas cuarentenas en ciudades completas. Identificaron los brotes y promovieron cercos epidemiológicos estrictos para impedir una propagación desordenada. Gracias a un Estado fuerte, capaz de suplir las necesidades básicas de sus ciudadanos, es decir: alimentación, vivienda y salud, el resultado fue contundente. Tan sólo 4.000 muertes en un país de 1.300 millones de personas. China tiene, hoy por hoy, la economía en franca recuperación y pese a algunos brotes aislados, ha logrado reabrirse casi por completo.

Por otro lado, tenemos Estados Unidos en manos de Trump. Un capitalista a ultranza, quien hizo oídos sordos a las recomendaciones de la OMS y sostuvo una agresiva campaña para mantener la economía abierta. Hoy Estados Unidos es el foco más grande del virus, aporta un tercio de las muertes totales del planeta, y parece decidido a seguir aumentando. Hablamos de 130.000 muertes en un país de 320 millones de personas. Su sistema de salud, absolutamente privatizado, y su “libertad económica” no pueden garantizar las necesidades básicas de sus ciudadanos, empujándolos a contagiarse o morir de hambre.

En Colombia, fiel seguidor de los designios de Washington, la situación sé está volviendo dramática. Nuestro gobierno, que atraviesa una crisis de legitimidad, no da pie con bola. Inicialmente se negó a contener la llegada y expansión del virus por vía aérea. Cuando fue evidente que el rastro epidemiológico se había perdido, y que quienes inicialmente habían sido contagiados en el exterior eran las clases altas, permitió el cierre general por 14 días, y con ello aseguró la supervivencia de los más pudientes, que se refugiaron en sus fincas o sus apartamentos ubicados en los cerros orientales de la capital.

Una vez asegurado el perímetro, los gremios económicos presionaron al gobierno de Duque, pensando más en sus bolsillos que en la salud de la gente. Entonces, el presidente flexibilizó la norma para permitir que las grandes empresas volvieran a producir, arriesgando a sus trabajadores. Así mismo, la gran masa de trabajadores que viven de la informalidad (se habla de un 47% pero en algunas ciudades puede llegar al 70%), ante la nula ayuda que reciben del Estado, se ven obligados a salir a rebuscarse el pan de cada día.

Mientras aumentan los contagios, el mensaje cada tarde en su programa, hablemos con Duque, es ambiguo y contradictorio. Con su tonito bonachón, y sus cachetes rollizos, parlotea sobre la contención del virus, sobre protocolos de reapertura y ensalza sus funcionarios con elogios falaces, minimizando premeditadamente los datos de muertes diarias, que se aceleran, semana a semana. La sensación de la gente, es de un regreso progresivo a la normalidad. Unos empujados por el hambre y otros por su codicia, quien pone la cuota más alta de muertos es el pueblo. Pronto, cuando tengan que decidir a quien salvar entregándole una UCI, la orden será priorizar las personas por prestancia, es decir, por capacidad económica y social. ¿Valdrá más dejar vivo un empresario que un obrero de Ciudad Bolívar?

La cereza del pastel la puso Fenalco, que consiguió que el joven Iván, les permitiera abrir el comercio para el día sin IVA. Cientos de personas, respaldadas por sus tarjetas de crédito, salieron desaforadamente a comprar televisores y otros enseres electrónicos ese viernes. Por ahorrarse unos pesos, arriesgaron a sus familias y su entorno. Los resultados son perceptibles hoy. En dos semanas pasamos de 60 muertos por día a 200 y subiendo. Pasamos de 2000 contagiados por día a 6000. Pensar que el gobierno no podía prever que esto saldría así es una excusa repugnante, pues en redes sociales y medios de comunicación, opinadores de todas las orillas políticas lo advirtieron, pero pudo más la soberbia de unos y el negocio de otros.

Resulta triste ver las cifras del gasto público para la pandemia. Al gobierno le fue asignado un cupo de 29 billones de pesos para contener la situación, sin embargo el gordito de palacio solo ha ejecutado 3 billones, y han sido para entregárselos a los bancos, quienes son, paradójicamente, los ganadores indiscutibles de la pandemia. Sin mediar una exigencia para aliviar a sus clientes, muchos colgados con sus créditos bancarios e hipotecarios, les entregaron el dinero de nuestros impuestos a los ricos de Colombia. Mientras tanto, a los vulnerables les giran míseros 100 mil pesos para sostener familias completas. Del proyecto de renta básica, propuesto por la oposición, se denigra en público y se desecha en privado. A sabiendas de que, sin esta ayuda económica y medidas como la suspensión de pagos de arriendo, servicios públicos y créditos, la gente no tendrá otra opción que salir a rebuscarse: Anemia o Pandemia.