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Opinión
Por una renta básica ambientalista
Aunque por ahora nada esté claro, ni las objeciones ambientalistas deben ignorarse, ni estas son suficientes para descartar de tajo la renta básica nacional.
Carlos Eduardo Olaya Díaz / Lunes 13 de julio de 2020
 

La idea de una renta básica para Colombia está ganando fuerza durante la emergencia sanitaria del Covid-19. Sin embargo, poco se ha discutido en el debate nacional sus posibles efectos ambientales. A continuación, describo algunas de las objeciones y respuestas ambientalistas que se han esbozado desde la academia.

Según sus defensores, una renta básica nacional puede disminuir la degradación ambiental por dos vías. Por un lado, los ingresos incondicionales le brindan la oportunidad a la gente para evitar actividades económicas insostenibles, y optar por oficios más satisfactorias, con menos impactos ambientales. Por el otro, si la renta básica se financia con impuestos progresivos, habría una redistribución de la huella ecológica (medida de los impactos ambientales por consumo humano): los ingresos usados en sobreconsumos por los sectores más ricos de la sociedad, se relocalizan para resolver los problemas de infraconsumo de la gente más empobrecida (hay mucha evidencia de esta desigualdad en huellas ecológicas, como aquí).

Por el contrario, según los ambientalistas escépticos, la renta básica nacional puede llevar a mayores impactos ambientales. Para algunos, independientemente de las diferencias entre lo que consumen los ricos y pobres, el incremento total de ingresos en un país está asociado con peores indicadores ecológicos. Para otros, aunque las diferencias entre los tipos de consumo importen, hay otras presiones sociales que empujan tanto a ricos como a pobres hacia modelos de producción y consumo insostenibles, más allá de su nivel de ingresos (como estándares culturales consumistas o ausencia de oportunidades laborales sostenibles).

Por ahora, hay muy poca investigación sobre los impactos ambientales de las políticas de renta básica, y aún no contamos con experiencias a nivel nacional. Además, la poca evidencia que existe no es concluyente. Hay experiencias locales de renta básica con buenos resultados ambientales, como la disminución de la caza ilegal en un proyecto piloto realizado en Namibia. Pero, también hay casos, como una experiencia en Sierra Leona, donde las transferencias incondicionales estuvieron relacionadas con aumentos en la deforestación.

Aunque por ahora nada esté claro, ni las objeciones ambientalistas deben ignorarse, ni estas son suficientes para descartar de tajo la renta básica nacional. Una opción podría ser combinar esta propuesta con otras medidas que minimicen los riesgos, como apuestas financieras fuertes para incrementar las opciones producción y consumo sostenible. El hecho es que, si alguna vez logramos una renta básica para Colombia, debemos asegurarnos de que no nos cueste el planeta.

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