Opinión
“Procesos Revolucionarios”
Es un acto por fuera de cualquier mentalidad revolucionaria, el perseguir líderes sociales por diferencias políticas
/ Domingo 13 de septiembre de 2020
|
Responsable audiovisual de la Agencia Prensa Rural
"La historia ocurre dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable comedia" esta frase de Marx, en el 18 brumario, aplica para la situación actual del Comando Central del ELN en Cuba. Un viejo excombatiente del ELN me contó alguna vez, cómo se vivió la época del “Replanteamiento” en el frente donde él estaba: “Cuando sacamos a Fabio Vázquez para Cuba, él se comunicaba todos los días, a travez de un radio de onda corta, para informarse de la situación de sus hombres en Colombia. Llamaba, discutía, regañaba, exigía resultados operacionales y ordenaba planes militares. El comandante, pacientemente, lo escuchaba y trataba de mantenerlo al tanto de la realidad. Con el pasar de los meses, esas órdenes eran cada vez más ilógicas, irrealizables y alejadas del contexto concreto que se vivía en las montañas de Santander. Así las cosas, la comandancia fue poco a poco dejando de contestarle, y si lo hacían, era para decirle lo que quería oír, así fuera mentira. Un buen día, cruzando un río crecido, perdieron la radio de onda corta. Todos vieron, con cierto alivio, como la creciente se llevaba lo que quedaba de la comandancia de Fabio Vázquez. Después de ese día, a nadie se le ocurrió ir a buscar una nueva radio de onda corta”. Me temo que hoy, al COCE desde la Habana, le puede estar pasando una situación similar. Los Frentes les pasan al radio, solo para decirles lo que quieren oír, pero en las regiones siguen actuando según decisiones de comandantes locales con limitada formación política. El asesinato de Mario Morales en el Sur de Bolívar, el asesinato de Héctor Santiago en Teorama o el secuestro de Celiar Martínez durante 5 meses en el Catatumbo son muestras claras de esta situación.
Conocí a Celiar Martínez en el año 2013, durante el paro campesino en la región del Catatumbo. Un líder social humilde, con un gran sentido del humor y un compromiso indoblegable por su comunidad. Durante 53 días convivimos en un lugar conocido como J-10, en zona rural del municipio de Tibú. Todos los días, desde muy temprano, lo veía ponerse en disposición de las titánicas tareas que representaba sostener la movilización: alimentación, agua, enfermos, heridos, desmoralización y conflictos, entre otras situaciones que se vivían todos los días. Los puntos de concentración estaban regados por la vía principal que va de Cúcuta a Tibú, desde un caserío conocido como Campo Dos hasta las goteras del centro poblado. En este trayecto, que tiene una distancia de 25 kilómetros, habían sido estratégicamente ubicados puntos de bloqueo, para evitar que una arremetida de la fuerza pública levantara a los manifestantes y restableciera la circulación por esa carretera.
Celiar fue uno de los compañeros que se encargó de la logística. Recorría todos los días los puntos de bloqueo y los campamentos, para suplir las necesidades de los manifestantes. Siempre con una sonrisa o algún comentario jocoso, para animar y alegrar el ambiente tenso que se vivía. Firmados los acuerdos, regresó a su comunidad donde continuó destacándose como líder social. Como miembro de la Asociación Campesina del Catatumbo, Ascamcat, llegó a ser presidente de la Junta de Acción Comunal de la vereda Puente Azul en el municipio de Teorama y vicepresidente de la Asociación de Juntas del corregimiento de San Pablo. Desde allí lideró la ejecución de proyectos con la Agencia de Renovación del Territorio en el marco de los PDET, el cumplimiento de los acuerdos comunitarios para la sustitución voluntaria de cultivos de uso ilícito y con la Unidad de Víctimas. Logró construir un salón comunal y un comedor infantil con toda la dotación para los niños.
Hace un año, el domingo 8 de septiembre de 2019, Celiar estaba en el corregimiento de San Pablo lavando su moto en un parqueadero, cuando fue abordado por varios sujetos que se presentaron como guerrilleros del ELN y quienes le manifestaron que: “a partir de ese momento quedaba retenido”. Sin mediar otra palabra y con pistola en mano se lo llevaron. Trató de obtener una explicación, pero las órdenes de los muchachos eran claras y no admitían ninguna objeción. Él pensó, para sus adentros, que todo se debía a un mal entendido y que era cuestión de tiempo para que este se aclarara y recuperara su libertad. Al fin y al cabo el ELN, como organización revolucionaria, respetaba la labor de los líderes sociales de la región, más allá de las diferencias. Al otro día, muy temprano, le ordenaron subirse a una camioneta que se internó en las montañas de la tierra del trueno. Los días fueron pasando. Lo movían en la noche en motos y con los ojos vendados. Por fin llegaron a un campamento, allí un comandante por fin le dio la cara. Celiar le pidió explicaciones de su retención con el ánimo de aclarar cualquier malentendido, la respuesta del comandante fue tajante: “él pertenecía a una organización (Ascamcat), que se lucraba política y económicamente de la situación de los campesinos. Sus líderes trabajaban para el gobierno uribista y, prueba de ello, eran los proyectos que venían ejecutando en la Vereda Puente Azul” y agregó, “desde ese momento, usted, quedaba vinculado a un proceso “revolucionario” que definiría su suerte”.
Las semanas pasaron, cada cierto tiempo lo cambiaban de lugar. Las condiciones eran muy difíciles: durante algún tiempo le daban una sola comida al día, agua para baño cada 15 días, sin lecturas, sin radio… su única interlocución era con la guardia. Mientras tanto, en San Pablo, la comunidad que lo conocía empezó a movilizarse exigiendo su liberación. Cada día, la situación se agravaba más. Llegó diciembre y con él, el traslado a una finca en lo más profundo de las montañas catatumberas. Allí lo reunieron con otros retenidos, que esperaban, al igual que él, solución a su “proceso revolucionario”. Durante el día, trabajaban en la finca y por la noche era encerrado. Pasó la navidad y el fin de año, con el ya ajustaba 4 meses de cautiverio y no se vislumbraba ningún arreglo posible. Celiar temió lo peor. En los primeros días de Febrero, tras una operación de rescate militar, fue liberado.
Desde ese momento, las cosas para él empeoraron. El ELN puso precio a su cabeza. Al día de hoy, un año después de la retención, Celiar ha tenido que desplazarse junto a su familia en tres oportunidades, ha sido desarraigado de su tierra, de su gente, de su vida. La dirección del ELN debe dar las explicaciones del caso y exigirle a sus tropas cesar la persecución contra Celiar, no solo porque son absurdas y traídas de los cabellos las sindicaciones que se hacen sobre él, sino porque es un acto por fuera de cualquier mentalidad revolucionaria, el perseguir líderes sociales por diferencias políticas. Me consta el trabajo juicioso y dedicado de Ascamcat, de sus líderes y de sus miembros, quienes vienen luchando, desde hace 15 años, por la permanencia en el territorio, por la paz con justicia social y por el buen vivir de las comunidades. Hoy Ascamcat está proponiendo un cese al fuego en la región, para evitar seguir derramando sangre campesina. Ojala el ELN y en especial el COCE, escuchen a las comunidades, que ya no aguantan más guerra.