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Opinión
A un año de tu siembra, la vida se abre paso
Aquí vamos los tuyos, abriéndonos camino entre la grieta que nos dejó tu ausencia. Gracias por mostrarnos la vida y su gente sin filtros.
Marcelo Molano / Sábado 31 de octubre de 2020
 

Hace una año, amanecíamos envueltos en la tristeza y el dolor de tu inesperada partida. Si bien, los últimos años ya presagiaban el desenlace, ninguno esperaba que fuera tan pronto. Nunca se espera la muerte. La entereza y fuerza con la que afrontaste el cáncer y su tratamiento nos hacia sentir que te tendríamos unos cuantos años más; años para gozarte en viajes de diciembre, viéndote con la sonrisa ligera, asomada apenas en la comisura de los labios, pero que demostraba una inmensa alegría, años para sentarte frente a la chimenea un domingo en la tarde, café en una mano y tabaco en la otra, para dejar discurrir el último tiempo de la semana como te gustaba, todos juntos. Te nos fuiste cuando menos lo esperábamos y cuando menos lo queríamos, como las mejores cosas de la vida. Tu ejemplo, tu valentía y tu fuerza se quedan siempre con nosotros.

Un año que ha pasado muy rápido, el tiempo no se detiene y por el contrario pareciera que acelera su marcha. A los 20 días de tu entierro, Colombia estalló y las calles se llenaron de dignidad; fuimos testigos de una oleada de protestas que sacudieron el país. Estoy seguro que desde algún lugar observabas, con sonrisa pícara y mucho entusiasmo cómo escalaban las protestas, y la manera como el gobierno tambaleaba. Hacía aguas. Algo tuyo había en cada una de las personas que salimos a reclamar por nuestros derechos. Fueron 6 semanas de protestas, una movilización tan amplia, que presagiaba la caída del régimen neoliberal y anticomunista que nos viene gobernando desde el Frente Nacional.

Llegaron las navidades, llegó diciembre y esta vez no fue con alegría. Para los tuyos fueron unas fiestas melancólicas. En la boca aún teníamos los recuerdos del año anterior, que gozamos inmensamente sin sospechar que serían las últimas juntos. Las evocaciones, que asomaban en cada uno de nosotros, como una quebrada crecida, se atoraban en la garganta y salían por los ojos. Fieles a tu querencia nos arropamos los unos a los otros, nos emborrachamos y cantamos tus canciones preferidas: las rancheras de Chávela con su melancolía, los contrapunteos vibrantes del Cholo Valderrama y el infaltable Señor Capitán.

Llegó el 2020, año atípico que ni los mas grandes conocedores de las teorías de la conspiración podían presagiar. Todo empezó como una gripa extraña, en una ciudad desconocida para la mayoría de los habitantes del planeta; gripa que pondría en jaque la economía mundial y que amenazaba con sacudir los cimientos de la sociedad como la conocíamos hasta hoy: cuarentenas absolutas, calles desoladas, negocios cerrados, pánico e incertidumbre. Te hubieras maravillado con el poder que alcanzó este microscópico organismo, algo tan pequeño sacudió los valores sociales y los puso patas arriba.

Y este año también pasó lo que nunca esperaste ver: Uribe en la cárcel, así fuera en El Ubérrimo, acompañado por un séquito de servidores y caballos, pero con número de reo. Paralelamente, la violencia se desató por todo el país, ante la indolencia desconcertante, y hasta cómplice, del gobierno. Hace un año, horas antes de tu muerte, una de las últimas noticias que te narré fue la Masacre de Tacueyo, en la cual asesinaron a mansalva a una lideresa indígena y a varios comuneros pertenecientes a la Guardia Indígena. Con la poca fuerza que tenías sentenciaste: “esto se va a poner feo”. Cuánta razón tenías, pasamos de contar muertos a contar masacres. Cada semana asesinan a los firmantes de paz y a los líderes sociales que son incómodos para un gobierno débil, sin carácter y asustado.

El tiempo pasa y la vida sigue bullendo. Recuerdo un viaje que hicimos juntos a Buenaventura: cuando dábamos vueltas por el puerto buscando un hotel para alojarnos, te paraste de sopetón y te quedaste mirando una simple pared blanca en un esquina anónima. Cuando te pregunté qué observabas, dijiste: “¿Ves ese palito de yurumo que nace de la grieta? La vida es maravillosa, la vida no para y está siempre abriéndose camino, como en esa grieta”. Y así es, aquí vamos los tuyos, abriéndonos camino entre la grieta que nos dejó tu ausencia. Gracias por mostrarnos la vida y su gente sin filtros.