Agencia Prensa Rural

Memoria histórica
25 años del atentado paramilitar contra Aída Avella
Según testigos oculares, todo parece indicar que los sicarios disparaban con un tubo portátil usado para lanzar cohetes antitanques; lo que deja entrever que la intención era destruir el vehículo de la presidente de la UP y sus ocupantes al precio que fuera, sin darles tiempo de reaccionar. La acción no duró más de dos minutos.
Semanario Voz / Domingo 9 de mayo de 2021
 

El 7 de mayo de 1996, a las ocho de la mañana y en la Autopista Norte de Bogotá, sicarios de la banda ‘La Terraza’, bajo las órdenes del paramilitar Carlos Castaño, atentaron con bazuca contra la camioneta en la que se encontraba la concejala de Bogotá, Aída Avella. La acción obligó a la presidenta de la UP a un exilio de 17 años que finalizó en 2013. RetroVOZ reproduce el reportaje publicado sobre el atentado.

Dos días atrás el XIX Pleno Nacional de la UP había alertado a la dirigencia upecista sobre la marcha de este tenebroso operativo contra la izquierda. Dos agentes de tránsito lograron sacar a la concejala Aída Avella del trancón formado en la calle 135 con Autopista Norte, donde se produjo el atentado, y facilitar su salida rumbo al Concejo de Santafé de Bogotá. Allí la esperaba una multitud solidaria que lanzaba consignas de rechazo al siniestro hecho y le expresaba entre besos y abrazos su inmenso cariño y respaldo. El blindaje del carro donde se transportaba Aída permitió responder a los escoltas, «El atentado vino de los que siempre nos han disparado, los que quieren que la oposición política no exista en Colombia, los que no quieren que este país cuente con una democracia avanzada y sólo sea para quienes gozan de muchos privilegios”, dijo Aída al responder interrogantes, sin reponerse aún del estado de Shock que le causara el atentado de que había sido víctima en la Autopista Norte con calle 135, exactamente faltando diez minutos para las ocho de la mañana del día siete de mayo, cuando se dirigía al Cabildo Distrital.

“Yo iba para el Concejo y muy pegada a nuestro carro venía una camioneta verde, de un verde parecido al que tienen las camionetas de la Empresa del Acueducto; y en ella, venía en la parte de atrás un obrero con overol caqui y casco amarillo. Yo le dije a los muchachos que me acompañaban: “¡miren esa camioneta tan rara”. Ellos me respondieron, “parece que es del acueducto”. De pronto el muchacho que estaba atrás me dice: “¡Cuidado!, ¡disparan!, ¡disparan!”. Cuando volteé la cabeza vi un hombre, al que iba de casco y uniforme caqui; el hombre disparaba con un tubo, un tubo largo, grueso; nosotros lo único que dijimos fue: “¡alerta!, ¡cuidado!”. Estaban como a unos diez metros, seguramente no podían disparar desde más cerca, o también tenían miedo”.

“Después de que el hombre disparó varias veces, uno de mis escoltas reaccionó y disparó. El carro que nos disparaba entonces se dio vuelta, todos estábamos en el trancón de la hora pico, todo el mundo. Cómo hacer una cosa de esas cuando no tenían como salir; me parece que eran como suicidas”.

“Sin embargo, con el apoyo de las armas lograron que la gente les diera campo y se escaparon por la zona verde. Después me dijeron que iban de sur a norte y alguien que llamó a una emisora avisó que subía por la calle 142 utilizando la misma ruta que conduce a la Escuela de Carabineros. Supimos que el que iba en la parte de atrás del vehículo que nos disparó decía que le apuraran, que estaba herido; el carro nuestro sufrió un impacto en su parte externa y otro en su interior, me salvé de milagro, creo que mi ángel de la guarda es excepcional”, narró nerviosa la concejala de la UP.

Un escolta que le acompañaba se salvó de milagro de recibir un disparo, que desviado, le perforó su chaqueta. Ese escolta en diálogo con nuestro semanario contó que la camioneta en que se transportaban los sicarios era una Mazda con platón verde y que en su interior iban tres personas; una manejando, otra disparando desde adelante con un revolver, y otra, en la parte de atrás haciendo fuego. “Gracias a que el carro es blindado pudimos responder y salir bien librados”, complementó.

Según testigos oculares, todo parece indicar que los sicarios disparaban con un tubo portátil usado para lanzar cohetes antitanques; lo que deja entrever que la intención era destruir el vehículo de la presidente de la UP y sus ocupantes al precio que fuera, sin darles tiempo de reaccionar. La acción no duró más de dos minutos.

Pedro Gómez, un ciudadano que se movilizaba en un carro Sprint con su esposa, quien actualmente se encuentra hospitalizado, recibió un impacto que le despedazó una de sus manos. Testigos afirman que otras personas atrapadas en el trancón que sirvió de oportunidad para el atentado sufrieron heridas de menor magnitud.

Los policías de un CAI cercano, al cual se dirigió Aída Avella, no quisieron ir en persecución de los sicarios, según narra la propia concejala, estaban asustados. “Casi me matan”, repetía en medio del shock la presidenta de la UP a medida que en el Concejo de Santafé de Bogotá sus compañeros, simpatizantes, familiares y amigos se agolpaban en medio de lágrimas y frases llenas de sentimiento para expresarle su solidaridad y respaldo.

“Son los de siempre, los que no quieren que nosotros vivamos en este país. Hemos recibido muchas amenazas del paramilitarismo, pero desgraciadamente como sabemos, las Fuerzas Militares apoyan a los paramilitares”, señaló.

Interrogada por VOZ acerca de la relación del atentado con el denunciado por la UP y el Partido Comunista “Plan Golpe de Gracia Dos”, manifestó que, “en medio de la angustia que produce estar muy cerca de la muerte, no había pensado mucho en eso, pero realmente es así. La realidad es que casi todos los compañeros estamos amenazados, dirigentes como Álvaro Vásquez, Gerardo González, todos”.

Dirigiéndose a los integrantes de la Unión Patriótica en todo el país dijo: “Tenemos que hacer algo, la situación no puede seguir así. Las balas no pueden venir de todos los lados; pero me parece que es una situación dolorosísima advertir que los ciudadanos corrientes no tenemos mucha protección; en una mirada relámpago, cuando voltee a mirar quien me disparaba, la gente estaba completamente paralizada. Yo creo que el susto de la gente que venía alrededor del carro fue terrible”.

“Me sentí morir”, es la frase de Aída que encierra la magnitud del tenebroso atentado efectuado contra su vida. No es cierto que fuera dirigido a persona diferente a la suya como lo expresara el general de la policía Luis Ernesto Gilibert, el objetivo era claro: Aída Avella.

“No lo lograron”, diría la concejala a la prensa al iniciar la tarde, antes de levantar su voz enérgica en el Concejo y reclamar la disolución de las denominadas cooperativas de seguridad que calificó de legalizadoras del paramilitarismo en Colombia.

Al cierre de esta edición, Aída Avella permanecía en el Concejo Distrital convertido en un hervidero de gente, asediada por periodistas, camarógrafos, dirigentes sindicales y personalidades de diversa filiación política que se acercaron a ofrecerle su apoyo. Entre ellos, el senador Lorenzo Muelas, los concejales Carlos Ossa Escobar, Francisco Rojas Birry, la presidenta de la fundación Reiniciar Jael Quiroga, Iván Cepeda, funcionarios de la Procuraduría Nacional, el senador Hernán Motta Motta y dirigentes comunistas y de la UP. Por vía telefónica atendió llamadas del ministro de Defensa Juan Carlos Esguerra y altos funcionarios del Estado.

Publicado en Semanario VOZ