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Cuando un presidente se enloquece
Ingrid Storgen / Domingo 4 de marzo de 2007
 

Nuevamente y en el marco de una gran escalada en la que ya quedó demostrado al mundo el estrecho vínculo entre el paramilitarismo y las figuras mas encumbradas de la política colombiana y con el mismo presidente, aparece en escena el aparato del terror.

Esta vez le tocó el turno al periodista opositor al salvajismo instalado en Colombia, Horacio Duque Giraldo, quien al escaso juicio que demuestra poseer Uribe es catalogado de “narcotraficante y aliado de la mas antigua guerrilla del mundo: las FARC”.

Podremos leer las notas de Horacio Duque en muchos medios alternativos, siempre denunciando los atropellos que padece el pueblo colombiano; fuerte opositor de la política que implementa Uribe y del baño de sangre que está cometiendo en esa tierra.

Cuando de encarcelar, asesinar, perseguir se trata, inmediatamente sale a relucir el viejo esquema de “concierto para delinquir y narcotráfico”, siendo la Fiscalía la voz pública de esos sellos que cargan los luchadores y contra los cuales poco se puede hacer cuando son aplicados.

Y justamente esta nueva detención se produce cuando la figura presidencial se ve tambaleando sobre un poder de ficción que sólo puede sostener apoyado en el terror, tal como lo viene observando la opinión pública nacional e internacional. Hace muy poco tiempo el mismo montaje judicial lo sufrió Freddy Muñoz, periodista de Telesur; y se repitió el caso cuando en medio de una crisis de histeria del presidente también fue acusado de ser vínculo de la guerrilla el director del semanario VOZ, Carlos Lozano Guillén.

El periodista y académico Horacio Duque es una nueva víctima de la injusticia que segundo a segundo aumenta en Colombia y mientras el escándalo de la para-política colombiana no se enfrió sino que sigue vigente y cada día se escuchan nuevas denuncias que van enlodando una figura siniestra que juega a cumplir el rol de Führer aunque el cuero no le dé para tanto y quede anclado en su histórico papel de burda caricatura del mismo.

Creo que cuando un presidente se enloquece, lo más sano para su propia vida y para la vida de los que lo votaron y los que no lo hicieron, es tomarse unas largas vacaciones hasta que pueda recuperar el juicio.

Claro, suponiendo que alguna vez lo haya tenido...