Opinión
Con su participación política, Colanta actuó en contra de su gobierno corporativo
En medio de la coyuntura política nacional y en este proceso de la construcción de país en democracia, donde todas las postura se respeten y se toleren, sin que sean impuestas, lo menos que se puede esperar de la Cooperativa Colanta es que pese a lo que algunos llaman constreñimiento electoral, se ciñan al inciso de su propio Código de Ética y Buen Gobierno Cooperativo.
/ Jueves 2 de junio de 2022
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Estudiante de Peridismo en la Universidad de Antioquia
La participación en política de personas que no deberían, como empleados públicos, militares o hasta empresarios, más que una opinión se puede tomar como orientación indebida o constreñimiento al elector. Eso pasó con el Gerente de Colanta, Sergio León González, quien expuso una posición a favor de un modelo continuista, hoy derrotado, ante sus asociados y proveedores, considerado por algunos como intervención en la actual coyuntura electoral en Colombia.
Ante el escándalo y comentarios en redes y medios, el Consejo de Administración de la cooperativa salió en su apoyo el lunes 16 de mayo, con un “llamado para construir país” y de nuevo la marca se puso en boca de la opinión pública. Durante varios días se han publicado en redes sociales invitaciones de diferentes sectores de la sociedad para hacer sentir el descontento de los consumidores y productores que no comparten la idea del modelo administrativo y político que propone Colanta.
Voces disonantes
Varios de esos críticos son productores en San Pedro de los Milagros, Antioquia, debido a las condiciones de la producción lechera. En el norte del departamento, éste es un gremio de orientación principalmente conservadora y así como hay asociados de Colanta agradecidos por la tecnificación y el acompañamiento en el proceso de producción, en especial a partir de la primera década del siglo XXI, cuando se incrementaron los requerimientos y cualificaciones del INVIMA y se demandaron mejoras en muchas instalaciones. Sin embargo, hay asociados para los que esos acompañamientos se han quedado en supuestos y no son tan acertados sus beneficios. Por tranquilidad, varias de las fuentes han solicitado reserva del nombre.
“Hay productores que se han visto en la necesidad de pagar con lo ahorrado en la cooperativa la deuda adquirida con ella misma”, dijo un campesino productor. Primero, es necesario comprender que hay una tercerización en el proceso de producción lechera que no es beneficiosa para todos en la cadena de valor.
“Los productores de leche son un eslabón débil porque la leche cruda es la base de los productos finales de las empresas, productos que vienen con valor agregado”, añadió el consultado. Para ejemplo, Colanta es la que aporta el valor agregado a la leche que le entregan, pero delega la administración de los productores y todas sus garantías laborales a empresas conformadas por fincas lecheras de las regiones donde se ubican.
“Un grupo de familias se puede juntar, montar una SAS, producir y vender. Una empresa lechera promedio puede producir de 800 a 1.500 litros a diario. Sin embargo, hay empresas lecheras tan grandes que pueden producir esa misma cantidad con uno solo de sus lotes élite, formada por entre 40 a 50 vacas”, señaló un asociado.
En San Pedro de los Milagros, Colanta es considerada una especie de “alcaldía chiquita paralela” por el poder que tienen; sin embargo, “en el municipio actualmente se da es un oligopolio con las demás empresas lecheras como El Zarzal, por mencionar alguna”, comentó uno de los productores consultados partiendo de que son varias empresas grandes las que tienen presencia en el mercado, aunque Colanta es la única que aplica el modelo asociativo.
“Con las demás empresas, las fincas lecheras y pequeños y medianos productores solo mantienen relación de yo produzco la leche y la empresa me la compra”, añadió el consultado. Con ellas no hay créditos, ni préstamos, ni ahorros, ni intereses, el modelo asociativo es solo de Colanta.
A favor y en contra
Para algunos pobladores de San Pedro, los pros y contras del modelo asociativo se volvieron a evidenciar durante la pandemia, pues, si bien Colanta se compromete a recibir todo lo que producen las fincas asociadas, durante la pandemia tanto la compra del producto como la venta de insumos estuvo muy ligada a la capacidad de gran producción de esas mismas fincas y hasta a la familiaridad o cercanía de los productores con los dueños de los almacenes de insumos.
Se sabe de algunas fincas lecheras cuyos dueños encontraron beneficio en terminar con la condición de socios porque los estaba ahogando las deducciones por préstamos, créditos para insumos, el alquiler de maquinaria y demás servicios prestados por la cooperativa, y porque les resultaba más favorable vender de forma directa sin el vínculo de asociación. Aunque es un caso frecuente, es vox populi, es difícil recoger testimonios de tales productores.
Al dimensionar lo necesario para la mejora de la producción lechera, se encuentra el encarecimiento de los insumos, teniendo en cuenta, por ejemplo, que Colombia depende principalmente de Canadá y Estados Unidos para importar maíz. Algo que no deja sonar increíble.
En el informe “Maíz para Colombia Visión 2030”, la Fenalce (Federación Nacional de Cultivadores de Cereales) anuncia que “la conclusión es que Colombia evoluciona en el sentido opuesto: cada vez se vuelve más vulnerable y menos autosuficiente en relación con uno de los cultivos más relevantes para su seguridad alimentaria”. Se retoman las razones centrales del por qué hay posiciones opuestas a las intenciones de políticas de continuismo impulsadas desde algunos sectores ganaderos, más relacionadas con protección de condiciones para la inversión extranjera y con el temor a que se adelanten procesos de restitución de tierras o se logren establecer vínculos entre algunos ganaderos y el auspicio para la formación de grupos armados al margen de la ley, como viene siendo denunciado en la Jurisdicción Especial para la Paz” (https://www.fenalce.org/archivos/maiz2030.pdf)
En esta zona del norte no hay animadversión generalizada hacia la cooperativa, hay grandes fincas lecheras que no están asociadas ni venden su leche a Colanta y la participación en el mercado de empresas como El Zarzal o Auralac, entre otras, han contribuido a que se equilibren precios y los productores reciban entre $1.900 y $2.400 en promedio por litro de leche, sin contar a los llamados “cruderos”, que son lecheros no organizados y que compran leche con precios diferentes a los regulados y generalmente más barata.
Por último, en medio de la coyuntura política nacional y en este proceso de la construcción de país en democracia, donde todas las postura se respeten y se toleren, sin que sean impuestas, lo menos que se puede esperar de la Cooperativa Colanta es que pese a lo que algunos llaman constreñimiento electoral, se ciñan al inciso de su propio Código de Ética y Buen Gobierno Cooperativo, en el cual “Frente al Estado: Declara que respetará, apoyará y colaborará con las autoridades e instituciones legalmente constituidas, a cumplir con todos sus mandatos y a denunciar todo hecho delictuoso o que atente contra la moral y los intereses públicos [así como el] compromiso con el desarrollo social, educativo, económico, empresarial y ambiental del país”.