Opinión
¿Se pagará la deuda al campesinado? Parece que sí
En el centro de la acción reparadora está la tierra, reducida por unos cuantos a mero sustrato para explotar sin cesar y, con dicha acción, arrastrar al abismo a comunidades afros, campesinas e indígenas.
/ Sábado 29 de abril de 2023
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Integrante del Centro Interdisciplinario de Estudios de la Región Pacífico Colombiana, CIER. Universidad Autónoma de Occidente
En el Congreso de la República se tramita por estos días el proyecto de ley (254 de Cámara y 019 de Senado, 2022) que reconoce a los campesinos como sujetos de especial protección por parte del Estado. A lo anterior se suma la discusión de la creación de la jurisdicción agraria que permita saldar litigios por tierras y se agilice el deseo otoñal de la reforma agraria. Estamos ante iniciativas legislativas de corte reivindicativo y con el peso de una deuda histórica que tenemos todos con el pueblo campesino.
En el centro de la acción reparadora está la tierra, reducida por unos cuantos a mero sustrato para explotar sin cesar y, con dicha acción, arrastrar al abismo a comunidades afros, campesinas e indígenas.
Estamos atados a la tierra porque nuestros abuelos la trabajaron y de esta fueron sacados, se vieron obligados a correr para salvar sus vidas. Luchas febriles y guerras fratricidas por quién la posee y la concentra con el afán de dominar los ecosistemas selváticos, para erigir sobre sus ruinas apellidos de patrones indiferentes a entender las complejas relaciones ecosistémicas entre animales y plantas; y poco proclives a comprender las rutas migrantes de especies que atraviesan páramos, madreviejas y cadenas montañosas.
Hemos maltratado a la tierra y a los campesinos. Quienes hoy se oponen a la reforma agraria, sentados en costosos escritorios y frías oficinas, o en haciendas donde esconden crímenes y dan rienda suelta a sus egos maltrechos, se han encargado de divulgar la narrativa maliciosa que les impidió reconocer a los campesinos como gente buena y bondadosa; por el contrario, esa narrativa daba cuenta de un campesino amigo de los guerrilleros o de los terroristas, porque tan cínica visión venía de los mismos patronos, ganaderos, caballistas, latifundistas y terratenientes, consumados enemigos del campesinado y de lo comunitario ancestral.
Bienvenidas pues esas acciones jurídico-políticas de reconocimiento al campesinado que se tramitan en esa corporación legislativa en la que estuvieron sentados y aún lo están, enemigos históricos de hombres y mujeres campesinas.
A esa frase que dice que Colombia es más territorio que Estado, le contrapongo esta: bendecida por la biodiversidad y la diversidad étnico-cultural, en Colombia escasean la empatía y el respeto por la otredad.
Lo sucedido en el Valle del Cauca y en el valle geográfico del río Cauca bien sirve para explicar lo que unos pocos hicieron con campesinos, afros e indígenas. La apuesta agrarista-esclavista de los ingenios azucareros se sostiene y se explica así misma como un proyecto modernizante, desde principios del siglo XX, fuertemente anclado a una racionalidad blanca y europea con la que se violentó y se buscó aniquilar la cosmovisión de las comunidades campesina, indígena y afro.