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Dos colombianos acogidos por la Generalitat catalana denuncian la persecución de paramilitares y ejército
Europa Press / Lunes 5 de octubre de 2009
 

Dos colombianos, acogidos en el primer año de un programa de protección de defensores de los derechos humanos patrocinado por la Generalitat y el Ayuntamiento de Barcelona, denuncian estos días en Catalunya la persecución que viven en su país a manos de paramilitares y ejército.

El programa, que permitirá a los dos activistas residir seis meses en Barcelona para dar conocer el conflicto interno que azota Colombia desde hace décadas, así como fortalecer sus vínculos con organizaciones locales, antes de regresar a su país, prevé acoger a otras cinco personas cada año a partir de 2010.

Según explicaron a Europa Press ambos activistas en una entrevista, la estancia en la capital catalana también servirá para que se relaje la "persecución política" que han vivido en Colombia, justo en un momento en el que su supervivencia se había vuelto "difícil", tras recibir amenazas de muerte o haber pasado medio año en la cárcel sin ningún proceso judicial abierto.

Jhon Sanjonero, estudiante de 24 años de Filosofía en la Universidad de Pamplona y líder de la Asociación Colombiana de Estudiantes Universitarios (Aceu), en el nororiental departamento de Santander, y Óscar Duque, agricultor de 51 y dirigente de la Asociación Campesina del Valle del Río Cimitarra (ACVC), en el centro del país, no dudan en acusar al presidente del país, Álvaro Uribe, de atizar el conflicto y hacer exactamente lo contrario a lo necesario para conseguir la paz.

Si bien la historia de violencia política en Colombia es larga —millones de desplazados y decenas de miles de muertos así lo atestiguan—, el conflicto permanece con nuevos capítulos, como el de los "falsos positivos" del ejército, acusado del asesinato de decenas de civiles para hacerlos pasar como guerrilleros y favorecerse así de las prebendas previstas en el código militar.

Y eso, a pesar de otras atrocidades como el asesinato de unos 5.000 simpatizantes de la izquierdista Unión Patriótica en los años 80 y 90, no amilana a Sanjonero y Duque, que claman desde Barcelona, como lo harían en Colombia, contra lo que consideran un Ejecutivo corrupto que gobierna "para un puñadito de ricos" al que, además, "no le interesa la paz" —un tercio de los congresistas colombianos está siendo investigados por vínculos con los paramilitares—.

Ambos activistas se quejan de que les acusan de vínculos inexistentes con guerrillas como las FARC y el ELN porque en la lógica de Uribe "todo el que reclama derechos sociales se convierte en un objetivo militar" y es criminalizado, si bien los últimos ocho años de vía militar no han supuesto el fin de las guerrillas, aunque sí han recibido duros golpes, como el rescate de Íngrid Betancourt tras seis años de cautiverio o la muerte de Raúl Reyes.

Sanjonero explica que, en su caso, un profesor le dijo que iba a hacerlo "desaparecer" si no cesaba en sus reivindicaciones, una amenaza que conviene no tomarse a la ligera si se tiene en cuenta que en el último medio año han sido asesinados tres estudiantes. Duque, por su parte, fue detenido mientras se encontraba reunido con otros dirigentes de la ACVC, que como él han pasado seis meses en prisión sin ninguna acusación formal.

Ambos, a tenor de lo que cuentan y de los precedentes, tienen razones para sentirse en peligro pero, también ambos, tienen claro que una vez acabe su estancia en Barcelona el año próximo regresarán a Colombia.

"No me puedo quedar, ese no es el objetivo", dice Duque, padre de nueve hijos, que considera que sería "cobarde" quedarse cuando sus compañeros siguen amenazados; al igual que Sanjonero, que a pesar de su juventud muestra una convicción absoluta en la necesidad de "seguir en la lucha".

Todavía son muchas las semanas que quedan, y ambos se centran en el trabajo que les queda por hacer. Agradecidos por la atención recibida y por el programa de Generalitat y Ayuntamiento, piden que no se olvide el conflicto colombiano, puesto que tienen claro que el apoyo de asociaciones internacionales puede ser muy útil en la consolidación de espacios de respeto a los derechos humanos y en la consecución de una paz que, por el momento, se muestra esquiva.