Agencia Prensa Rural

Luchas campesinas y memoria
La reforma agraria nació en el Sumapaz
El pasado 20 de julio, los campesinos del páramo de Sumapaz, localidad de Bogotá, realizaron su asamblea, un evento lleno de simbolismo y combatividad
René Ayala B. / Viernes 26 de julio de 2024
 

El páramo más grande del mundo está en el corazón de Colombia. Sus montañas, que se divisan entre la bruma, están llenas de frailejones, esa planta mágica que atrapa de la neblina casi eterna el agua en sus hojas velludas, haciendo de este ecosistema una verdadera esponja que se constituye en una reserva del líquido vital.

No han sido pocas las avanzadas para destruirlo, para apoderarse de tierras fértiles, para privatizar el recurso preciado del agua, para excavar sus entrañas en búsqueda de minerales sin importar destruir su fauna y flora exuberantes con las consecuencias catastróficas para esta fabrica de agua natural. A pesar de ser declarado parque nacional natural desde 1977, el Estado no ha sido garante de su conservación, sus protectores son los hombres y mujeres, campesinos perseverantes, que desde inicios del siglo XX colonizaron la región y los que impulsaron las colonias agrícolas en búsqueda de tierra y futuro para sus hijos.

Una historia de lucha

El movimiento campesino se gestó en la lucha contra el latifundismo y el régimen de hacienda que se instaló en la región. Allí irrumpió una figura cuyo nombre aún retumba en la estepa paramuna, Erasmo Valencia, y la de su alumno más aventajado, Juan de la Cruz Varela, quienes construyeron el primer referente agrarista en Colombia. Víctimas de la persecución oficial desde su emergencia, enfrentando la ira de la represión conservadora que llevó la violencia desde entonces al territorio.
La experiencia de resistencia campesina, expresada en la “Autodefensa de masas”, impidió que el proyecto de expulsión de las comunidades rurales tuviera éxito y fortaleció los procesos de organización campesina, traduciéndose en la conformación en 1962 del Sindicato de trabajadores agrícolas de Sumapaz, SINTRAPAZ.

“Esta es la organización que defiende el páramo de Sumapaz, ha sido el corazón de las zonas de reserva campesina, esto dice mucho de la fuerza que tiene el sindicato agrario”, dijo emocionado el maestro Darío Fajardo en medio de la realización del XXI festival por el territorio autónomo, las ZRC y la paz, organizado por SINTRAPAZ en el corregimiento de San Juan del Sumapaz, en pleno centro del páramo.

El maestro Fajardo es el padre intelectual de las zonas de reserva, y su autoridad académica la ha forjado acompañando al campesinado. Para él, como para los cientos de personas que llegaron a esta asamblea de ambiente festivo donde se refrendaba la junta directiva de la combativa organización, este era un acontecimiento superlativo.

“La reforma agraria nació aquí en el Sumapaz, es la historia de una comunidad que construyó territorio, lo defiende, lo protege y lo amplía. estos campesinos Sumapaceños impidieron que el impacto del hambre en la pandemia golpeara a la capital”, concluyó el profesor Fajardo su reflexión frente al significado de este evento.

Rostros de futuro

Esa gesta de lucha agraria está viva en SINTRAPAZ y su memoria. Fue significativo que, en medio de la asamblea, los niños y jóvenes organizados en la “Juventud sumapaceña”, homenajearan a sus viejos, ejemplo perenne para las generaciones nuevas y futuras, luchadores que han sido probados en el combate por el derecho a la tierra y la permanecía en el territorio.

Uno de los agasajados, siempre ataviado con su sombrero, su garbo y altivez, es Don Moisés Delgado, histórico líder de la organización campesina, quien además ha sido edil y una autoridad comunitaria profundamente respetada en la región. Don Moiso, como le dicen sus compañeros con cariño, nos expresó sus sentimientos frente al significado del sindicato campesino: “Yo nací en el 54, en la guerra, sufrimos muchísimo. Los luchadores de antaño que nos dieron la cátedra y nos protegieron nos llevan a la responsabilidad de seguir luchando por el Sumapaz hasta el último momento de la vida, en defensa de nuestro territorio y nuestra comunidad”.

Esta lucha casi centenaria asegura su relevo. Rostros de niños y niñas cubiertos con sombreros de fieltro, ruanas y envueltos en pañoletas rojas son una evidencia indiscutible de que esta organización agraria tiene perspectiva de futuro. Allí presentaron un saludo a sus veteranos dirigentes.

A viva voz, uno de los jóvenes campesinos leyó la proclama de su organización juvenil, que en sus líneas revela la potencia de SINTRAPAZ, que trasciende edades y géneros y que emociona hasta los huesos: “En este momento de nuestra historia nos alzamos con renovada convicción, forjando el camino para seguir librando las batallas que se antepongan a la dignidad del campesinado. Reivindicamos las históricas luchas de nuestros abuelos y abuelas, quienes se organizaron y su legado trascendió por más de 67 años, hasta nuestros días. Adelante, compañeros y compañeras, hasta la victoria siempre con la llama encendida y el corazón enaltecido por la nobleza de nuestra causa”.

Defensores del paramo

No es casual que la organización agraria del Sumapaz, que cualquiera imaginaría compuesta solo de hombres rústicos y recios, templados por el frio cortante del viento gélido del páramo, sea presidida por una mujer joven, Martha Liliana Melo, que con prestancia y certeza compartió sus impresiones frente al significado de la asamblea: “Es muy grato realizar este encuentro regional que llevamos a cabo cada dos años, no es solo renovar la junta directiva, es la manera de encontrarnos y reivindicar la lucha agraria y la pervivencia en este territorio. Y es la ratificación hoy, 20 de julio, de seguir luchando por nuestros derechos”.

Los campesinos del Sumapaz son pioneros de esta lucha, como lo afirmó el maestro Fajardo, la presidenta del sindicato reconoce esta responsabilidad histórica y sentenció: “Poder lograr la reforma agraria es reconocer el papel que han jugado campesinos y campesinas en el país, reconocer que, desde la economía campesina, el cuidado del campo y del ambiente se ha tenido la posibilidad de que las ciudades también existan”.

El campesinado del Sumapaz es el arquetipo de la organización que, con su persistencia y lucha, ha defendido un ecosistema y una comunidad, que desde la cima, donde ni la luz de la metrópoli de mas de 10 millones de habitantes logra contaminar su cielo prístino, hombres y mujeres labran la tierra, defienden el aire y el agua, y demuestran que los parques naturales pueden cohabitar con humanos que no depredan, sino construyen el futuro de la patria que el 20 de julio de 1810 gritó libertad y que sigue caminado hacia su segunda y definitiva independencia.

Publicado en Semanario Voz