Gobierno del Cambio
Petro: Este es el momento de hacer una reforma agraria
Palabras del presidente Gustavo Petro durante la Instalación del Congreso de la República, periodo de sesiones 2024-2025
/ Sábado 20 de julio de 2024
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Líder progresista, Presidente de la república de Colombia
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Bogotá, 20 de julio de 2024
Quiero comenzar estas palabras pidiéndoles perdón a ustedes, como representantes del pueblo, y al pueblo de Colombia, por lo que ha acontecido en la UNGRD (Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres); lecciones que hay que recoger de esos hechos, aún en proceso de investigación.
El señor Olmedo nunca fue una transacción política de ningún grupo aquí presente ni ausente; él viene de la izquierda desde hace décadas, lo cual hace que tengamos que pensar que el tema de la corrupción no es un tema ideológico. No hay una barrera ideológica que divida a las gentes de la política, a la ciudadanía misma, entre fuerzas que no son corruptas y otras que sí lo son. La corrupción en Colombia en realidad es una cultura, atraviesa todo; está entre los más ricos, pero también entre los más pobres; está entre quienes tienen más responsabilidades y quienes no las tienen. Obviamente, hay una mayor responsabilidad en torno a la construcción de esta cultura de la corrupción, cultura entre comillas porque no es una cultura, es una autodestrucción.
Viene siendo mucho más responsable indudablemente el líder político, la persona que tiene peso dentro de la sociedad, por alguna razón pública o privada, que cualquier ciudadano del común. No esperé de Olmedo una actitud como la que hemos encontrado. La Administración está seriamente comprometida en recuperar los dineros y obviamente le corresponde a la Justicia ese mismo hecho y la investigación.
Que un hombre se degrade de esa manera es terrible; muchos de sus amigos murieron asesinados en el empeño de cambiar a Colombia. Conocí la región de donde es natural, en donde nació, una región hermosa en Antioquia, muy hermosa, que hoy espero despegue muchísimo, liberándola de una minería que la puede destruir, y acercándola a un aeropuerto que quiero comenzar a construir, que es el Aeropuerto del Café.
Al parecer, en el mes de agosto podemos, ahora sí, de verdad, después de tanto tiempo, comenzar esas obras que tendrían que ver con el desarrollo turístico de una zona increíblemente hermosa y que podría atraer, después de que trajo el café y aún hoy con el café industrializado, mejores derroteros a partir del turismo.
Olmedo no puede ser sólo un mal recuerdo. Es una experiencia que nos tiene que enseñar permanentemente a tener la guardia levantada contra cualquier tipo de exabrupto contra el erario, contra los dineros del pueblo. Me cansé de estar esperando que las víctimas climáticas, que hemos tenido en este gobierno por montones y cada vez más, tuvieran algún tipo de resarcimiento a través de la UNGRD, que para eso fue que se creó, y nunca llegó nada.
Había otra agenda, los dineros iban para otra parte y el objetivo de esas otras regiones no era el que hubiera allí desastres o cosas parecidas, sino que era una manera de robarse el dinero. Y por eso tengo que pedir perdón, porque yo fui el que lo puse allí y en eso hay una responsabilidad política.
Las teorías de la política siempre hablan de ello y tengo que asumirla, y por eso les pido a ustedes, como representantes del pueblo, y al pueblo, perdón por lo que ha acontecido, que no puede repetirse y que tiene que indemnizarse a la víctima que es el pueblo colombiano en toda su integridad. Aquí quisiera hablar quizás de tres temas para no alargar demasiado el discurso y las decisiones que ustedes tienen que tomar, en los minutos subsiguientes.
Quiero hablar de economía, de paz y del problema social.
En campaña prometí buscar las maneras de cambiar el modelo económico de Colombia, de un modelo extractivista a uno productivo; cambiar la idea de que nos hacemos ricos extrayendo cosas que la naturaleza o Dios puso debajo del suelo, por la idea de que de verdad nos podemos volver ricos a partir del trabajo y de la transformación de las cosas en la producción. No hay sociedad que se pueda enriquecer, que no trabaje.
Trabajo que se va transformando a través del tiempo, de la historia, antaño muscular de hombres, y hoy cerebral, intelectual. Lo que hace rica una sociedad cada vez más es lo que alguien llamó alguna vez en el siglo XIX el intelecto general de la sociedad. Lamentablemente, el intelecto general de la sociedad colombiana ha quedado estancado desde hace mucho tiempo, cuando algunos Congresos en los que yo participé, votando en contra, decidieron reformar la Constitución Nacional para congelar el crecimiento de los recursos de la educación pública en el país.
Una vez para salvar banqueros, en el año 98, creo, o 2000, y otra vez para hacer la guerra. Se cambiaron los libros por los fusiles y las bombas y creo que en ambas oportunidades hubo un gran desacierto, porque se le quedó debiendo a la fecha -si se hubiera aplicado la genuina Constitución del 91, en el artículo que se eliminó sobre el financiamiento de la educación pública- 200 billones de pesos a la educación.
Otra sería Colombia, si esa cantidad de dinero realmente se hubiera invertido en la educación de la niñez, de la juventud, en la educación superior; en la calidad, en la posibilidad de elevar el intelecto general de la sociedad.
Ese intelecto es absolutamente imprescindible cuando se trata de producir, pero no tanto o no en la misma magnitud cuando se trata de extraer. Lo he dicho mil veces aquí y en muchas partes: la extracción, sobre todo de combustibles fósiles, de materiales fósiles que arrojan CO2 a la atmósfera, produciendo la posibilidad de la extinción humana, como la ciencia bien lo dice, no es el camino de Colombia. Podremos aprovecharlo quizás en algunos meses, en algún año o dos, pero amarrarnos allí sería un suicidio como sociedad y un suicidio económico, porque ese mundo ya no va más en el planeta Tierra.
Y por ello hay que transitar rápidamente, aceleradamente, hacia otras maneras de entender la riqueza, que es precisamente a partir de la producción y el trabajo en las áreas donde realmente se puede producir: la agricultura, la industria, sus espacios grises entre ambos, la agroindustria y algo que no es propiamente producción, aunque la desencadena -es un servicio-, pero que por la belleza de Colombia, casi sin igual en el planeta, podría ser una de nuestras más grandes potencialidades, el turismo.
Eso lo dijimos en campaña y sería bueno evaluar el año pasado o en este, que ya van a ser los dos años del Gobierno, qué ha pasado con ese esfuerzo; y tengo que decir que nos encontramos con un estancamiento económico mundial, sobre todo suramericano, pues el pos-covid golpeó el capitalismo mundial de una manera que no preveíamos.
No solamente se paralizó (la industria) en los años de la enfermedad, sino que aún no se recupera, no se ha recuperado desde el año 2008, pero el efecto inmediato después de la pandemia fue el crecimiento de los precios de los alimentos, conduciendo al mundo al hambre, el incremento de la pobreza mundial y el incremento, por tanto, de los precios de manera generalizada, que condujo a elevar las tasas de interés en el mundo y en Colombia.
Esas tasas de interés literalmente están asesinando la producción, están deteniéndola, están condenando a mucha gente al hambre y a la pobreza. En Davos, donde asistí invitado, hablaban de la policrisis, una humanidad que entra a la guerra, una humanidad que en la guerra prueba la barbarie y la destrucción del derecho internacional humanitario, una humanidad en donde aumenta el hambre, en donde aumenta la enfermedad, en donde aumenta la desigualdad entre los seres humanos, en donde empieza a morir la democracia, trastocada por verdaderos regímenes cuasi fascistas, que empiezan a ganar en uno y otro lado del planeta.
Con una crisis del proyecto democrático cada vez más profunda, si hay barbarie, indudablemente no podrá haber democracia, lo que vamos observando es una crisis integral de la humanidad, que se concentra sobre todo y se condensa en la crisis climática.
¿Qué podemos decir de la transición en Colombia, de lo que hemos hecho en estos meses, en el año pasado? Las cifras hoy son optimistas, sin que caigamos en falsos optimismos, porque deben sostenerse en el tiempo. Como nunca -no lo recuerdo cuando era congresista- la agricultura de Colombia ha crecido, comparado a los periodos anuales. Llegó a tener nueve por ciento el mes pasado de crecimiento y, sobre todo, concentrado en la producción agraria de alimentos. Esa es una buena noticia, en mi opinión, en este gobierno está renaciendo el campo.
Me parece que es una de las mejores noticias que tiene Colombia; por eso cayó el precio de los alimentos por debajo del promedio de la OCDE y por eso con orgullo -porque estas cifras son las que más me enorgullecen, lo hacía cuando era alcalde de Bogotá- es la estadística, en mi opinión, vital, central, estructural: los indicadores de la pobreza y de la desigualdad social.
La verdad es que, si un Gobierno hace crecer la pobreza, no puede ser calificado de buen gobierno, y tenía mis temores sobre las estadísticas que recién aparecieron. Esas estadísticas de disminución de la pobreza -y me referiré más tarde a ello- tienen unos determinantes, uno de los cuales, el que pudimos controlar, la inflación de alimentos, detenerla y lograr que incluso los alimentos en su crecimiento de precios fueran de las mercancías que menos lo hacen, y Colombia está entre los países del mundo que menos ven crecer los precios de su alimentación, de la canasta básica familiar, como aquí popularmente se le conoce.
Ahí hay un motor de la disminución de la pobreza en Colombia y, por tanto, una de sus causas -no la única- se llama agricultura. Volver al campo, volver al surco bajo el sol, bajo el siglo XXI -no como antes- me parece que es una buena invitación que este Gobierno ha hecho y en la cual me gustaría que el Congreso nos ayudara.
En la agricultura hablamos de muchos temas y hay uno en especial que me parece que tiene especial relevancia, por lo que implica de justicia social: la Reforma Agraria.
Desde el Gobierno de Carlos Lleras Restrepo no se habla en Colombia de la Reforma Agraria. Hubo una ley -aún rige- la 160 en el Gobierno de Gaviria, pero que en realidad en su aplicación, y lo ha demostrado todo este tiempo desde ese Gobierno hasta la fecha, no sirve para hacer una Reforma Agraria. Nuestras normas, nuestra ley no permite hacer una Reforma Agraria.
Peor aún con las decisiones de ayer que tumbaron uno de los artículos aprobados por ustedes en el Plan Nacional de Desarrollo y que trataba de hacer que los baldíos, las tierras del común, lo público, no fuesen avasalladas por manos concentradoras y muchas veces sanguinarias que se las han apropiado concentrando la propiedad de la tierra.
Se cayó el artículo, luego hoy no tenemos instrumentos reales para hacer una Reforma Agraria que no sea comprar por venta voluntaria la tierra. Este es un tema crucial para la paz, este es un tema crucial para la violencia o la no violencia en Colombia, este es un tema crucial para construir una cultura democrática y pacífica y justa en el país o no hacerlo.
Los Congresos de Colombia, en realidad desde los tiempos de Lleras Restrepo, antes recordaría el de la Revolución en Marcha de López Pumarejo y antes indudablemente algunos precursores en el siglo XIX, pero desde entonces los Congresos de Colombia no se concentran en estudiar si es bueno construir justicia social en los campos de Colombia.
Ustedes como yo -quizás más ustedes- conocen sus regiones, los que vienen aquí de territorios excluidos por siglos, no de las regiones ricas del país, sino donde está la pobreza de Colombia, que incluso está en la ciudad de Bogotá -ha resultado ser que Bogotá es la ciudad más desigual socialmente de Colombia-, ustedes que conocen esa pobreza saben que, si no se resuelve el problema de la pobreza y de la exclusión, hablar de paz es más un discurso, es carreta, es retórica sin sentido.
La paz en realidad no es la conversación entre grupos al margen de la ley. Cada vez que se hace eso siempre aparece el espectro, el fantasma detrás; no habrá paz si el territorio excluido no deja de ser excluido, no habrá paz si el territorio excluido permanentemente por siglos no es invitado al progreso, al desarrollo a partir de la cultura de sus propias poblaciones.
Y esos territorios son básicamente agrarios; son territorios donde el campesinado, en general, y los indígenas han sido acorralados huyendo por decenios de las violencias de la expulsión de la tierra fértil. Colombia tiene una desigualdad social, dice la OCDE, la mayor del mundo.
Yo creo que no nos podemos sentir orgullosos, ni los que están en la derecha ni los que están en la izquierda, si es que así se definen las políticas en Colombia, de estar en el país con la sociedad más desigual del planeta Tierra. De eso no sale nada bueno, de eso sale degradación y no puede salir más que degradación, de eso salen nuestros principales problemas colombianos, la violencia y el narcotráfico.
Solucionar esos problemas pasa por construir justicia y construir justicia en los campos; amigos congresistas, es hacer una reforma agraria, atreverse a hacerlo. Recorriendo los pueblos de Córdoba, de Sucre, de Bolívar, he encontrado muchísimos terratenientes ya viejos que nos entregan la tierra voluntariamente, porque saben que sus hijos ya no van a estar allí cuidándola, porque prefieren el norte de Barranquilla o Miami o las discotecas, pero jamás coger un azadón, jamás sacrificarse en el cuidado de la producción de los alimentos.
Este es el momento de hacer una reforma agraria y no es una súplica, ha quedado escrito en algo que se llama y no conocía, tengo que confesarlo, el concepto Declaración Unilateral de Estado.
El Gobierno de Santos con ustedes, los que estaban allí en ese momento, la mayoría del Congreso de ese momento, decidieron elevar ese Acuerdo de Paz con la FARC a una Declaración Unilateral de Estado ante las Naciones Unidas. Tiene implicaciones para el Estado, el Estado no es sólo el Gobierno, sino la Justicia y ustedes, el poder legislativo, el poder de cambiar las normas. La Declaración Unilateral de Estado dice que debemos entregarle al campesinado de Colombia tres millones de hectáreas fértiles.
¿Saben ustedes cuántas hemos podido nosotros comprar? Para no hablar de pasados Gobiernos, que sería muy triste y aburridor nombrarles sus cifras, en dos años: 184 mil hectáreas. Eso significa que ese Acuerdo de Paz se cumpliría casi en veinte años, mucho más allá de lo que el Acuerdo de Paz fijó como fecha límite. Y nos comprometimos a hacerlo ante la humanidad, eso es lo que significa la Declaración Unilateral de Estado.
Les dijeron a muchos colombianos en aquella época -de eso fui testigo- que el Acuerdo de Paz iba a homosexualizar a los niños y a las niñas y que le iba a quitar las pensiones a los taxistas y a los trabajadores y que la FARC iba a tomar esta ciudad. Nada de eso fue cierto, pero en cambio ese Acuerdo de Paz sí contiene un discurso alrededor de la agricultura y del campo, alrededor de la posibilidad de integrar el territorio excluido, alrededor de la reforma agraria.
Yo los voy a invitar a ustedes a cambiar las normas que nos permitan efectivamente hacer una reforma agraria en Colombia y lograr que el territorio excluido pueda incluirse en el desarrollo y en el progreso nacional, incluso los puestos de vanguardia, porque qué país sacrifica sus costas, que son las que los hacen más ricos, cuando nosotros en dos siglos hemos sacrificado las dos costas, la del Océano Pacífico, en donde somos la región más pobre de toda la hoya del Pacífico, sólo porque allí se ubicaron los negros que se liberaban de la esclavitud y el Caribe.
Nuestro mar, en donde están las dos regiones más pobres de Colombia, cuando deberían ser, por el simple hecho de darle la cara al mar, las regiones más ricas de este país.
Bueno, yo tengo que decirles con orgullo que en el terreno de la agricultura nos está yendo muy bien. Estadísticas del nueve por ciento de crecimiento anual no son para despreciarlas, hay que sostenerlas, claro. Nunca antes la agricultura, por lo menos durante este siglo, había crecido a sus niveles y es lo que yo llamo salir de la extracción para pasar a la producción. No por nada las estadísticas del DANE nos mostraron, por primera vez, también, que donde más caía la pobreza en Colombia el año pasado era precisamente en el mundo rural.
Estábamos acostumbrados a ver lo contrario, que era en la ciudad donde se conquistaba más socialmente y que en los campos siempre permanecían los grandes porcentajes de la miseria y de la pobreza. Y hoy mostramos con modestia que sucedió lo contrario, que redujimos en diez por ciento en un solo año, diez por ciento, la cantidad de pobres en el campo. Si pudiéramos hacerlo seis, siete años seguidos -no saquen de esto reflexiones que la prensa siempre usa para atacarme- se acabaría la pobreza en el campo, estadísticamente hablando.
Pero para que eso fuese realidad, en verdad, lo que tendríamos que hacer es una profunda y gran reforma agraria. Nos ha ido bien en turismo.
Me preguntó alguna vez una periodista famosa en campaña con qué va a reemplazar las divisas del petróleo, decía. Ya no voy a recordar el cuento y la parábola del barril de petróleo y los aguacates. Creo que ya ha quedado demostrada la realidad. Pero en aquel entonces yo le decía: la manera más rápida para una caída abrupta de divisas, que podemos tener empezando por el carbón y después el petróleo, porque el petróleo colombiano es petróleo pesado y los petróleos pesados van a ser los primeros en salir del mercado mundial. Por tanto, tenemos que alistarnos. Carbón y petróleo pesado se irán de la economía del mundo en pocos años. Alistarnos significa entonces qué hacer en cambio.
¿De dónde sacar esa cantidad que llegó a ser en el año 2013 de cuarenta mil millones de dólares de entradas de divisas? Y yo le contesté a la periodista, lo más rápido va a ser el turismo, porque es este un país hermoso, Colombia, el país de la belleza. Y dicho y hecho, porque el año pasado rompimos un récord: seis millones de turistas extranjeros.
Nunca se había alcanzado semejante cifra con problemas, porque el perfil de ese tipo de turismo tiene que variar y sabemos por qué. Porque viene en busca de otras cosas que no nos interesan, que la dignidad de esta sociedad no debe permitir, la dignidad de sus hombres y de sus mujeres. Pero estamos aumentando el turismo, incluso este año, sobre el año pasado, ya ha aumentado 7,3 %, 7,3 % por encima del año 2023.
Ya las estadísticas arrojan que las divisas que traen los turistas extranjeros, sumadas en un año, alcanzaron las divisas del carbón. Es decir, que la segunda rama en actividad económica más próspera de Colombia hoy es el turismo, la belleza de Colombia.
Turismo que indudable y normativamente tenemos que apoyar, cuidar y transformar, para que no sea autodestructivo. Pero es una promesa de campaña hecha y ya van dos, reactivamos la agricultura e hicimos del turismo el segundo renglón económico de nuestras estructuras productivas y de servicios.
Donde no nos está yendo bien es en la industria y básicamente porque la vivienda es un arrastrador de la industria, porque demanda el hierro, el cemento, las cerámicas, los productos químicos, los productos de madera, etcétera.
La vivienda está atada a la tasa de interés. Ninguno de nosotros, ni ninguno de ustedes va a comprar una vivienda sin pensar qué tasa de interés le van a cobrar por el crédito para poderla comprar. Yo aún estoy pagando la mía que empecé a construir en el año 2011 y varias veces estuve a punto de perderla.
Si la tasa de interés sube, no va a haber demanda por vivienda y la tasa de interés real en Colombia está subiendo, porque más rápido hemos bajado la inflación que el Banco de la República la tasa nominal de interés, y ese desfase lo que provoca es que la tasa real de interés, que es la que importa en la economía, está creciendo y al crecer está matando la demanda, sobre todo en los bienes más sensibles a esa tasa de interés. En primerísimo lugar la vivienda, después el carro, la moto y los electrodomésticos, y aquí entonces hay que producir un diálogo en Colombia.
Es cierto que al elevar la tasa de interés estamos controlando la inflación que venía importada y que hoy ya no viene importada, sino que tiene dos motores especulativos: el de los arriendos y el de las generadoras eléctricas. Por qué no más bien no nos metemos a controlar el que no se produzca especulación inmobiliaria ni en la generación eléctrica que tiene como primera afectación la región del Caribe colombiano. Ustedes y nosotros podemos lograrlo.
Sabían ustedes que una ley del año 93, 92 de servicios públicos, era yo congresista por primera vez aquí, en este recinto, construyó una CREG (Comisión de Regulación de Energía y Gas) poniéndole condiciones a los comisionados de tal magnitud, seis años en cargo directivo, que no se pueden sacar los comisionados sino de las mismas empresas eléctricas privadas de Colombia. ¿Y adivinen a qué llegan a hacer en la CREG? A servirles a las empresas a las cuales van a retornar para ser sus empleados, altos ejecutivos, y al rehacer ese servicio, dañan completamente la posibilidad del equilibrio con el usuario.
Nos están ordeñando, literalmente, la economía nacional y la familia colombiana, a partir de una fórmula tarifaria que, si me lo permiten en un devaneo intelectual, es la misma aplicación de la teoría ricardiana de la tierra y de la renta diferencial, que no es capitalista y que, en concreto, lo que significa es que el más ineficiente pone el precio de la energía eléctrica y los más eficientes, al poner el precio del ineficiente, tienen sobre ganancias que alcanzan cifras de cuatro y cinco billones de pesos al año, que no son ganancias productivas sino que son las transferencias que van de la industria, de la agricultura y de la familia colombiana en forma de renta a los propietarios de estas grandes generadoras eléctricas.
No vamos a poder desarrollar la industria si tenemos altas tasas de interés y si tenemos altas tarifas de energía eléctrica. La energía eléctrica y el costo financiero son fundamentales en la tabla de costos de la industria y si son altos no habrá industria colombiana.
Por eso aquí les pedimos una ayuda. La reactivación económica implica cambio de normas y, entre esas, cambio de leyes, la eléctrica, por ejemplo, entre varias. Estas ideas económicas nos muestran por primera vez en los últimos dos meses crecimiento económico positivo y fuerte. No podemos decir que se va a sostener, no sabemos, pero por lo menos podemos decir que en estos dos meses hemos salido del estancamiento y cada vez nos sacudimos más en la creación del empleo, en el aumento de la producción y, por tanto, de la riqueza en el conjunto de la sociedad colombiana. Falta la industria.
Ahora les quisiera hablar un poco sobre la paz. La paz hecha, la paz por hacer. La paz hecha tiene problemas. Yo sí creo que hicieron trizas la paz. Yo sí creo que esa actitud displicente con acabar el conflicto armado en el territorio colombiano que un Gobierno quiso construir, el Gobierno de Santos, y logró el acuerdo con la FARC, pudo haberse sostenido y profundizado mucha más y hoy no tendríamos la violencia que tenemos.
No fue así, y no podemos llorar sobre la leche derramada, pero ahora, entonces, tenemos que ver cómo se cumple ese Acuerdo. Ese Acuerdo tiene tres ejes fundamentales: la reforma agraria de la que ya hablé, tres millones de hectáreas de traspaso de tierras fértiles al campesinado y siete millones de titulación de posesiones actuales del campesinado que no tienen título.
La transformación del territorio, como ya lo hablamos, los PDET (Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial) y todas esas siglas que se inventaron, incluso en este Congreso, pues lo que tienen que ver en el fondo es cómo un territorio olvidado se vuelve un territorio próspero, punto. Cómo una economía ilícita se transforma en una economía lícita y por tanto cómo una sociedad en ese territorio deja de ser víctima de la violencia y empieza a ser beneficiaria de la paz. La paz es la transformación del territorio, y en esto quizás con (Iván Name, presidente del Congreso) tengamos algunos puntos de encuentro.
Quizás la autonomía de la que usted habla, que habla de las regiones, yo hablo del territorio, esa autonomía es el poder ciudadano en el territorio, es dotar de poder a la ciudadanía en el territorio, que no sean los armados los que le impongan las leyes de facto. Lo que yo he descubierto en estos casi ya dos años de experiencia presidencial es que nosotros estamos viviendo una violencia cualitativamente diferente a antes. A la cúpula militar y a los generales de Colombia les explicaba las tres fases de la violencia, no las voy a repetir aquí: la que vivieron nuestros abuelos entre liberales y conservadores, que fueron capaces de terminar a partir de un acuerdo de paz con poder constituyente a bordo, que fue el plebiscito de aquella época.
Nunca más se volvieron a matar los liberales y los conservadores entre sí, fue eficaz, pero no terminó la violencia como todos sabemos, porque siguió una segunda fase que fue la de la insurgencia contra el Estado o el Estado contra la insurgencia. De ahí vengo yo. Y esa segunda fase ha terminado también, quedan algunos ecos por allí, pero estamos ante una tercera fase que es completamente diferente y no saber que es diferente los puede conducir al fracaso y al abismo.
La violencia que vivimos hoy es la violencia de la codicia, es la guerra de la economía ilícita, no tiene banderas ideológicas ni políticas, no es ni roja ni azul como antaño, y tampoco es socialista o pro capitalista como hace poco. La violencia de hoy se mantiene en los territorios donde existe economía ilícita porque su gasolina es la economía ilícita y su objetivo es la economía ilícita. Por eso no hay ya formaciones de ese tipo que vengan a Bogotá, a las grandes ciudades en realidad, sino que conquistan un territorio que es estratégico para realizar la economía ilícita.
La violencia de hoy tiene una raíz en lo ilícito, llámese cocaína, llámese oro, llámese ganado en el Amazonas, llámese extorsión, llámese cobro a los migrantes por el Darién, etcétera. Acabar esa economía ilícita entonces es la posibilidad de la paz. Lo que hoy hay que negociar, si es que hay que negociar, es cómo se sale de la economía ilícita en un territorio.
Lo que ha acontecido con el EMC en el Cauca es que no quiso negociar con nosotros cómo acabar la economía ilícita en el Cañón del Micay, y decidió volver a las armas y atacar y matar gente inocente, porque mata indígenas y líderes sociales, pone bombas en los jardines infantiles, no tiene la capacidad real de atacar el Estado, pero su objetivo no es otro que el de seguir viviendo de la cocaína en el Cañón del Micay. Esa es la tercera fase de la violencia en Colombia. Y entonces tiene una base sobre la cual trabajar, no la profundización de la violencia, sino la posibilidad de la paz y es ese territorio y esa población donde se ubican las economías ilícitas de Colombia.
Tenemos un reto, el Litoral Pacífico, desde la frontera con Ecuador hasta el sur del Chocó es la región cocainera más grande del mundo. Podemos transformarla en una economía lícita, podemos lograr que sea el camarón y el coco, y la industria del coco y la madera, y la industria de la madera y el cacao, y la industria del cacao y el café, entre otros.
Ese es el reto de este Gobierno: si nosotros logramos transformar la economía ilícita del Litoral Pacífico en una economía lícita, hemos descubierto el camino de la paz. Y no necesita de negociaciones con grupos armados, necesita de una gran negociación con la sociedad que habita en el Litoral Pacífico. Esa es la paz que está por hacer.
Tenemos que cumplir la paz hecha, la Declaración Unilateral de Estado, y tenemos que construir la paz por hacer, pero la paz por hacer es un diálogo entre la sociedad colombiana para no excluir a los más excluidos, para que la ley no excluya, para que el sistema de participación, el Sistema General de Participaciones, no premie al más rico y castigue al más pobre, no ahonde la divergencia regional de Colombia, para que ese cuadro de vigencia futuras que me leo todos los días, no sé si aquí se habrá explicado, pero es bonito ver cómo Gobiernos anteriores proyectaron las inversiones públicas de Colombia hasta el año 2045.
Y pintar esas inversiones en el mapa nos muestra lo increíble, y es que, en la sociedad más desigual del mundo, las inversiones públicas de Colombia agudizan la desigualdad, no contraponen en la región pobre la inversión pública para equilibrar, para que se vuelva realidad.
De aquí al 2045 cada año, no va a haber paz en Colombia porque seremos cada vez más desiguales regionalmente y por tanto cada vez más desiguales socialmente. Este es un punto de reformas y de normas que tenemos aquí que discutir, indudablemente, y yo estoy presto, no sólo a transformar el sistema de transferencias municipales sino todo el sistema de la inversión pública para que la inversión pública construya igualdad y no profundice la desigualdad, porque al hacerlo primero lo que construimos es la paz.
Vamos a presentar aquí un paquete de normas de cambio de leyes que agilicen la ejecución del Acuerdo de Paz con la FARC, traeremos artículos de la reforma agraria, traeremos la transformación de la Agencia Nacional de Tierra, si es de ley, y si es de decreto pues lo decretaré yo mismo; traeremos las posibilidades de aumentar la inversión forzosa para la agricultura en Colombia, para la vivienda y para la industria de exportación y la industria de la economía popular.
A algunos no les gusta el tema de la inversión forzosa, existe en Colombia, se llama TDA (Títulos de Desarrollo Agropecuario) y están en el ámbito de la agricultura y con eso es que se han financiado el Banco Agrario y Finagro, y por eso es que tenemos tasas positivas muy buenas en la agricultura.
Pero ¿por qué no lo hacemos en la industria? ¿Por qué no lo hacemos en la vivienda? Y yo les diría en el turismo. Si los bancos se están quedando con la plata guardada, y eso los puede quebrar, pues es el momento, así sea por dos o tres años, que podamos construir ese mismo sistema que hay en la agricultura para la industria, el turismo y la vivienda.
Y quisiera hablar sobre el tema social, finalmente. Dos estadísticas salieron hace dos días: el coeficiente Gini y las cifras de pobreza en Colombia, por ciudades, por cabeceras y zonas rurales. Ya lo mencioné al principio del discurso, es lo que más me alegra a mí en el corazón, en medio de las turbulencias de los Olmedos, esto ha sido un elixir y un oasis, porque de alguna manera, y tengo que decirlo, el Gobierno ha sido eficiente. Eficiente es cumplir los objetivos que se propuso ante el electorado y nosotros nos propusimos reducir la pobreza y la desigualdad social, eso fue lo que le dijimos a la gente, y mayoritariamente la gente votó por eso, saben ustedes en qué regiones más y en otras menos.
Pero esa mayoría electoral que me tiene aquí hablando ante ustedes en este pupitre que nunca había usado, porque usé esos durante veinte años, a mí me ponían allá en la cola para que no me viera, pero me hacía ver, ahora lo que me tiene hablando en este pupitre es la promesa que hicimos a la sociedad colombiana: disminuir pobreza, disminuir inequidades, injusticias, desigualdad, ese es nuestro programa, y en ese programa que se ha hecho en este año, que pasó el primer año de mi Gobierno, medido por estadísticas. La desigualdad la mide el coeficiente Gini, sería bueno explicarlo pero no tenemos tiempo, y la pobreza se mide a través de unas líneas que llaman de pobreza monetaria y de pobreza monetaria extrema, salieron hace dos días.
¿Y qué resultado dieron para el año 2023? Año de estancamiento económico: 0,7 % creció el PIB, donde los presagios malos eran los más posibles, porque en un país estancado económicamente, ¿qué puede pasar con la pobreza? Y lo que encontramos en esa estadística de hace dos días, que hay que analizar obviamente en los debates parlamentarios a fondo, es que redujimos diez por ciento el número de pobres en un solo año y con estancamiento económico. Y sacamos 1 600 000 personas de la pobreza monetaria y sacamos un 1 120 000 personas de la pobreza extrema.
Me siento orgulloso, y ustedes los que nos han acompañado, también deberían sentirse orgullosas y orgullosos, porque es así como se construye la patria y la nación, una nación de desiguales no es una nación. La nación, decía Rousseau, es un contrato social y un contrato social es un contrato de convivencia y de paz e implica que todos aquellos firmantes del contrato, hombres y mujeres, puedan vivir dentro de esa nación con dignidad.
Eso no lo había alcanzado Colombia y no lo ha alcanzado aún porque venimos de cifras muy altas de pobreza y de desigualdad, la sociedad más desigual del planeta Tierra, 36 % de pobreza recibimos del Gobierno de Duque y ahora en un solo año sacamos esa cantidad de gente, millones de personas, tanto de la pobreza monetaria como de la pobreza monetaria extrema, millones.
¿Cómo se hizo? Es bueno para el análisis, lo harán ustedes profundamente en sus debates parlamentarios y en sus comisiones, pero la estadística del DANE nos alumbra unas causas, unos por qué se pudo lograr. No fue por los subsidios que, entre otras, disminuyeron, porque los subsidios del Covid se acabaron, el determinante más grande de la caída de la pobreza el año pasado en Colombia se llama, según las categorías del DANE, ingresos laborales: ocho puntos de diez, el ochenta por ciento de la responsabilidad de la caída de la pobreza en Colombia se llama ingresos laborales.
¿Qué entiende el DANE por ingresos laborales? Pues, indudablemente, que haya aumentado empleo, que sí aumentó, pero en una cantidad que no determina una caída de la pobreza del diez por ciento. Indudablemente tiene que ver, y eso lo hizo este Gobierno, por el aumento sustancial del salario mínimo.
Miren ustedes ese debate que todavía está. Sacaban por la televisión los llamados expertos, entre comillas, que son militantes de una agrupación política, los llamados expertos decían ‘están equivocados los del Gobierno al aumentar el salario real mínimo, porque eso va a causar, así lo dijeron, más desempleo y más pobreza’. Y yo me encuentro con estas estadísticas que dicen es lo contrario. Los expertos dicen falsedades, acostumbrados a servir un tipo de acumulación de ganancia que se cifra y se centra es en una cuasiesclavitud, alargar la jornada laboral, somos la segunda jornada laboral semanal más alta de toda la OCDE, y al mismo tiempo, somos el último país en productividad.
Hay que amarrar esos dos conceptos de las estadísticas de la OCDE, porque cómo podemos ser los que más trabajamos casi por semana de todos los países de la OCDE, pero al mismo tiempo somos los menos productivos, menos hacemos por hora.
Esos dos conceptos están ligados, porque la idea de extraer ganancias a partir de expandir la jornada laboral es una idea del siglo XIX, era así como sacarían las ganancias en el siglo XIX. Pero en el siglo XXI, el de la inteligencia artificial, las ganancias salen es a partir de la productividad, es decir, que el trabajador pueda producir más por hora, gracias a la tecnología, al cerebro, al intelecto general aplicado a la producción.
Y por tanto tiene la ventaja de reducir su jornada laboral, que ya en muchos países de Europa es de 36 horas y hablan de treinta. Uribe propuso reducir la jornada laboral en el Congreso en el que yo participé, yo voté por esa ley, no se preocupen, y esa ley reduce la jornada laboral para este año a 46 horas semanales, cuando lo que se está discutiendo en Europa es reducirla a 36 horas y menos. ¿Y qué tal si damos un empujón?
¿Qué pasaría si diéramos un empujón a la ley de Uribe, que tiene una gradualidad, dos puntos cada año, creo? Porque si nosotros nos movemos hacia una jornada laboral de cuarenta horas, ¿sabe qué pasa con el mismo salario? Que hay más empleo y que hay un mayor estímulo a la productividad, que es como los trabajadores ganan más, realmente, y como los empresarios ganan más, realmente, es un gana-gana, el gana-gana se llama productividad y la productividad se llama saber en la producción, intelecto en la producción, en vez de tratar los trabajadores como esclavos.
En mi opinión, debemos cambiar el modelo. Es un asunto a debatir con ustedes, obviamente, porque se trata de una ley, pero esto que estamos diciendo de la caída de la pobreza demuestra lo que estoy diciendo, porque no fue sino porque aumentamos el salario mínimo, no fue sino porque disminuimos el ascenso de los precios de los alimentos, no fue sino porque insuflamos capital a la economía popular, que no se mide en ingresos laborales pero en el DANE sí aparece así, es eso lo que derrumbó la pobreza en Colombia en un diez por ciento.
Es porque hicimos reforma agraria en el campo, es porque protegimos alimentos, es porque también subimos los salarios en el campo, es eso lo que hace que cinco puntos de pobreza hayan caído en el mundo rural de Colombia, es eso lo que podría permitir que tuviéramos más paz.
Esto del año 2023 y la pobreza tiene que repetirse este año, ojalá, ya veremos, y tiene que mantenerse permanentemente en los próximos años hacia adelante porque sí es posible llevar a Colombia al hambre cero y sí es posible reducir sustancialmente la pobreza si hacemos un pacto social aquí, si hacemos un pacto político, que vengo proponiéndolo, un Acuerdo Nacional, como llaman en el Acuerdo de Paz, allá lo llaman acuerdo político nacional, nosotros lo llamábamos diálogo nacional. Por esa vía podemos industrializar a Colombia.
En el paquete de leyes, proyecto de ley de reactivación económica que tendrán, tendremos la oportunidad de ver si podemos hacer ese acuerdo, incluso discutiendo los proyectos antes de que entren al Congreso a través de mesas partidistas.
Y presentaremos el otro proyecto, el del Acuerdo de Paz. No nos vamos a salir ni una coma de lo que dice ese Acuerdo, que es Declaración Unilateral de Estado y que ya por unanimidad del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, aplaudió la tesis de que agilizáramos. Fast track, doctor Name, significa en español trámite rápido. No estoy hablando más sino de trámite rápido, lo cual implica acuerdos políticos, los acuerdos políticos para desarrollar los cambios de normas para volver realidad el Acuerdo de Paz y los cambios de normas que nos permitan la reactivación económica en la agricultura, la vivienda, el turismo y la industria.
Les proponemos esos dos escenarios, pueden haber más. Acuerdo Nacional y político, incluso fuera del Congreso, ¿por qué no? Con las fuerzas de la sociedad que están allí fuera del Congreso y con las fuerzas políticas que están también fuera del Congreso. ¿Por qué no asumimos la audacia de un acuerdo político nacional para transformar a Colombia en el sentido de la paz, de la democracia y de la justicia social?
En lo que les propongo podemos hablar, el parlamentario habla, nosotros nunca nos hemos negado a un diálogo con parlamentarios y hasta nos sacrifican en la prensa por hacerlo, pero ese hablar con los parlamentarios debe ser eficaz.
Yo les propongo hablar, dialogar, sentarnos a discutir los argumentos como buenos parlamentarios que son y que yo fui. Tienen un presidente que fue parlamentario y que sabe qué es el Parlamento, el Congreso de Colombia, que no Parlamento, donde venimos a hablar y a usar el cerebro para argumentar, y donde ese argumento transparente, sin cálculo, pueda llevarnos realmente a las verdaderas reformas que necesita Colombia, a la posibilidad de que esos territorios excluidos dejen de ser excluidos y sean prósperos, a la posibilidad de que este país de la belleza sea una potencia turística y, como dijimos en nuestra campaña, que Colombia en vez de ser el lugar de la muerte, pueda ser el lugar de una Colombia potencia mundial de la vida.
Declaro instalado el periodo de sesiones ordinarias del Congreso de la República de Colombia.
Gracias. Muy amables por haberme escuchado.