Agencia Prensa Rural

Martha Carvajalino, Ministra de Agricultura:
“Nuevo acuerdo de Chicoral, por una reforma agraria que nadie podrá revertir”
Después de más de 50 años del perverso pacto de exclusión que profundizó la violencia en el campo, la ministra de Agricultura anuncia un gran encuentro campesino en el corregimiento de Chicoral, en el Espinal, Tolima, para construir nuevo acuerdo para la reforma agraria. Esta y otras iniciativas, fueron compartidas en entrevista exclusiva.
René Ayala B. / Jueves 24 de octubre de 2024
 

El gobierno de Gustavo Petro ha mirado, después de mucho tiempo, al mundo campesino desde una perspectiva protagónica en el proceso del cambio, en cuyo centro está la reforma agraria. En ese sentido, el mandatario colombiano afirmó: “Estoy absolutamente convencido de que podemos hacer la Reforma Agraria que la historia de Colombia no pudo hacer, es el momento y ese es el sinónimo de la paz”.

Al reestructurar su equipo de gobierno, el presidente destacó la importancia de profundizar el proyecto programático y corregir errores, además, decidió poner al frente del Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural, fundamental en esta premisa, a Martha Carvajalino Villegas, una mujer probada en la lucha social y profunda conocedora de la cuestión agraria, comprometida con las demandas y aspiraciones de la ruralidad y defensora de la imprescindible reforma agraria.

Su nombramiento no es casual y tiene el signo del cambio. Además de ser una experta en derecho agrario y ambiental (es procuradora judicial desde el 2016), y haber estado al frente del Viceministerio de Desarrollo Rural desde junio del 2023 hasta enero de 2024, la ministra es ante todo una comprometida luchadora social.

Su trayectoria de vida da cuenta de una lideresa estudiantil en la Universidad Nacional y destacada activista por la paz en su experiencia del movimiento social Planeta Paz. Corre por su sangre la historia del movimiento popular y obrero que reivindica al recordar con nostalgia, pero siempre como referente y ejemplo, a su abuelo materno Jesús Villegas, uno de los fundadores en 1930 del Partido Comunista Colombiano.

“Yo conozco el Semanario VOZ desde la secundaria, mi abuelo fue un obrero que ayudó a fundar los primeros sindicatos de trabajadores de la construcción, y fue un dirigente del Partido que ayudó a estructurar este Semanario. En sus últimos años, cuando no podía ver, yo llegaba del colegio a su estudio a leerle el Semanario y los documentos políticos”, nos dice la ministra compartiendo este recuerdo y visiblemente emocionada, al recibirnos en su despacho para hablar de su nueva tarea, lograr la esquiva, postergada y violentada reforma agraria.

Ministra, sabemos de su compromiso y trayectoria por construir un nuevo país, ¿cuál es su visión del alcance real de la Reforma Agraria?

Hemos puesto en el centro de la agenda pública la reforma agraria, no como una visión vacía de desarrollo rural, sino como una apuesta redistributiva de la tierra. La lucha por la reforma agraria no es un discurso nuevo, es un anhelo que cumple 90 años, cuando campesinos sin tierra exigían la redistribución del gran latifundio concentrado e improductivo en la lucha contra las grandes haciendas, donde los socialistas jugaron un papel clave.

La cuestión agraria en las últimas décadas se abandonó, se escondió, ahora la justicia transicional, con el Acuerdo de paz, permite convocarnos alrededor de la realidad que deja la guerra, de reconocer el desplazamiento y el despojo, que afectaban al campesinado, y eso permitió que en la última década la lucha agraria empezara a reconstruirse, como respuesta a esa estructura inequitativa de hace cien años de grandes latifundios de explotación ineficiente, mientras los campesinos, que proveen el 70 por ciento de los alimentos, se encuentran en el minifundio improductivo.

El modelo de la producción injusta e inequitativa sigue vivo en el campo y queremos reconstruir la discusión sobre la necesaria redistribución de las tierras fértiles en manos de la agricultura familiar y campesina, con un ingrediente novedoso, determinando la característica de la reforma agraria en la lucha por una producción sostenible que enfrente la crisis climática, en la posibilidad inmensa de la redistribución, pensándonos una producción rotativa, sostenible, cuidadora de la diversidad. A diferencia de hace noventa años, debemos garantizar una agricultura que cuide los suelos, bosques, agua. Hoy podemos con la acción campesina en clave de esos retos de garantizar que la reforma agraria sea un acuerdo nacional.

Para la reforma agraria se necesita tierra, ¿Cuál es la proyección para lograrlo?, ¿cómo articular los procesos campesinos en esta tarea?

Para frenar la expansión de la frontera agropecuaria, es necesaria la redistribución de la tierra fértil. Tenemos cerca de trece millones de hectáreas fértiles en Colombia en uso ineficiente o subutilizadas, generalmente utilizadas en ganadería extensiva. Estas tierras deberían pasar a manos de la agricultura campesina para uso agrícola, solucionando conflictos de uso de suelo, y eso disminuye la presión a ese campesinado que, frente al acaparamiento de tierras, se va hacia la frontera agrícola.

La primera estrategia es la redistribución de la tierra fértil, no es solo comprar tierras, estamos ofreciendo a los propietarios del gran latifundio una propuesta sin antecedentes que es la compra por oferta voluntaria a precio comercial, eso nos permite disminuir las tensiones sobre el conflicto de la tenencia de la tierra.

Esta estrategia se acompasa con la estabilización de los territorios campesinos de colonización histórica, especialmente en el arco amazónico, para generar gobernanza con el campesinado. Busca facilitar una transición entre la zona andina, amazónica y los valles interandinos para construir territorios campesinos productores de alimentos, como lo vienen haciendo. Además pretende estabilizar la expansión de la frontera fortaleciendo la economía forestal y generando riqueza a partir del aprovechamiento de la restauración del bosque.

Al mismo tiempo, se busca fortalecer los corredores campesinos de comercialización e identidad con el territorio, lo que permitirá generar sistemas agroalimentarios sostenibles y productivos frente a los mercados regionales e internacionales.

¿Y cuál sería el modelo de producción agrícola en esa perspectiva?

Hay que entender que los suelos, el agua y los bosques son recursos finitos que requieren un ordenamiento para su aprovechamiento. El suelo es el recurso natural más olvidado, si no se usa adecuadamente se extingue la posibilidad de producir alimentos.

Hay que ordenar la producción agropecuaria, no podemos tener ganadería en suelos aptos para producir agricultura porque se degrada el suelo, hoy tenemos posibilidades para tener una ganadería de cara a la crisis climática, regenerativa, con sistemas pecuarios amigables, en zonas de suelos aptos para ello, pero nuestra gran contradicción es que tenemos ganadería donde es productiva la agricultura y viceversa.

Por ejemplo, las sabanas inundables de Arauca, de aptitud pecuaria, allí hay presión para proyectos agrícolas y no es ni eficiente ni productiva. En el Caquetá, nuestro borde amazónico, existe uno de los hatos ganaderos más grandes del país y eso nos hace presión sobre el bioma amazónico, la zona andina, sobre nuestros parques nacionales naturales.

Es fundamental abrir una discusión en el país sobre qué significa una producción eficiente y competitiva, no sólo en términos de mercado, sino desde la perspectiva de garantizar subsistencia y, sobre todo, riqueza a las familias. Cada familia campesina debe poder generar un excedente capitalizable que le permita tener bienestar. Debemos plantear qué tipo de producción queremos y necesitamos, cómo y hacia dónde orientarnos.

Hoy podemos generar productos forestales, frutales que pueden ayudar a restaurar ecosistemas, pero que nos permite crecer económicamente. Las Zonas de Reserva Campesina son un ejemplo que alrededor de sus planes de desarrollo sostenible construyen una propuesta productiva desde el territorio, de cara a sus contextos. Debemos como sector, generar las herramientas para fortalecer esas experiencias y construir ese ordenamiento.

¿Por qué la focalización de la reforma agraria en el Magdalena Medio y el Caribe?

Cada región tiene su particularidad, la estructura de tenencia de la propiedad de hace casi cien años es bimodal. Es la tensión del gran latifundio con un minifundio que puede acercarse con la improductividad, con el fraccionamiento antieconómico ─predios pequeños donde las actividades productivas ya no son rentables.

La tensión está marcada por la guerra que ha ayudado a concentrar y fraccionar las tierras planas, fértiles, por las que siempre ha luchado el movimiento campesino, ubicadas en su gran mayoría en el Caribe y el Magdalena Medio. Esas tierras pueden transitar de manera eficiente hacia cultivos de la agricultura, son las tierras que queremos distribuir y, por eso, allí estamos enfocando el programa especial de compra directa.

¿Y por qué distribuir ahí?, precisamente por la alta concentración de la propiedad y porque a diferencia de otras tierras, aquellas tienen vocación productiva, ese índice está en esta región. Además, en esas tierras el movimiento campesino fue quizá el más afectado, no solo por la guerra de las últimas décadas, sino desde la violencia bipartidista. Las gestas campesinas de Córdoba, de los valles del Sinú, fueron criminalizadas y martirizadas, por ello, la reivindicación de la lucha campesina del Caribe sigue siendo vigente y hoy podemos lograr un acuerdo de gobierno y propietarios para generar un proceso de democratización de la tierra, política y social en una zona que debe ser símbolo de transición hacia la paz.

Esto nos ayuda a comunicarnos con el resto del movimiento campesino. Ellos han resistido, han creado territorios campesinos, Zonas de Reserva, sin bienes de servicios básicos y en regiones complejas que exigen mayor trabajo, en las laderas de nuestras montañas, pero aun así han logrado el abastecimiento alimentario incluso en los períodos más difíciles de la guerra.

Hoy hemos logrado que el movimiento agrario tenga la comprensión integral de reformar esa estructura caduca, violenta, social y agraria. Se planteó el tema del microfundio para recuperar tierras como en el caso de la sabana de Bogotá, Cundinamarca o Antioquia, que vienen siendo urbanizadas y fraccionadas y que son buenos suelos, potenciales para la producción agropecuaria, que deberían ser unidades productivas que no sucumban ante la asfixia rentista.

Para avanzar en este propósito son fundamentales los Comités de reforma agraria, ¿cómo materializarlos y garantizar su autonomía?

La reforma agraria solo es posible si hay un movimiento campesino fuerte, no vamos nunca a sustituirlo, queremos dar las herramientas para la concertación con el Gobierno, por eso, reactivamos el Sistema Nacional de Reforma Agraria, creado en 1994. Este sistema pone al conjunto del gobierno a hablar de Reforma agraria y Desarrollo rural, lo cual implica poner al Estado y su oferta para que, además de redistribución, haya condiciones reales para la productividad y los derechos de las comunidades, que garanticen que la gente quiera y pueda mantenerse en el territorio con condiciones de vida dignas.

El sistema también establece el Comité de reforma agraria, instancia en el territorio que incluye las autoridades departamentales y municipales, para concertar la implementación de la Reforma agraria. Sin embargo, para garantizar la permanencia de este proceso, más allá de este gobierno, es esencial que el movimiento campesino esté sólido y cohesionado, y tenga este instrumento de articulación, los comités de reforma. De este modo, después de julio de 2026, serán ellos quienes dirijan y coordinen el proceso para que nadie pueda reversar sus derechos.

Hay una cicatriz en el movimiento campesino, el pacto de Chicoral, ¿cuál es la propuesta de reivindicación histórica del campesinado?

Son cinco décadas de historia agraria después de la decisión de socavar la reforma agraria y desatar así la guerra contra el campesinado. Hoy queremos, como un hecho de paz, como un pacto transformador, construir un acuerdo con ese campesinado que ha resistido con dignidad, que ha construido sus proyectos de vida en el territorio.

No el pacto odioso de latifundistas y la hegemonía, que instaló la exclusión y la violencia, sino el nuevo acuerdo de Chicoral por la paz y la reforma agraria. Este acuerdo expresa nuestra decisión indeclinable por la democratización de la propiedad, la redistribución, la formalización, el impulso del desarrollo rural y alcanzar la justicia para el campo colombiano. Nos vamos a encontrar en diciembre, allí, en Chicoral, para reivindicar esta reforma agraria, un proceso que nadie podrá revertir.

Publicado en Semanario Voz