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Parque Nacional de Bogotá, entre racismo, discursos y cierres
El retiro de los emberá evidenció los resultados del Gobierno en la protección de los derechos del pueblo indígena y también el racismo que aún persiste en buena parte de la sociedad
Valentina Bolaño Senior / Domingo 13 de octubre de 2024
 

El 8 de septiembre, más de 700 indígenas emberá, asentados en el Parque Nacional Enrique Olaya Herrera, empacaron sus pertenencias en cajas y talegos, y se subieron en una veintena de camiones para regresar a sus territorios ancestrales. Transcurrieron tres años desde que salieron desplazados de sus resguardos, por culpa del conflicto que atormentaba sus pueblos.

Pasaron por las inclemencias del clima que entraba a sus cambuches. Sin embargo, no solo fueron víctimas del clima, los grupos armados al margen de la ley en sus territorios o del abandono estatal, sino también de la discriminación y racismo por parte de algunos ciudadanos y la Alcaldía de Bogotá.

Duraron once meses en el Parque Nacional, en el corazón de la ciudad, donde esperaron que el Gobierno les diera un espacio para poder hablar y exigir garantías de protección para regresar a sus territorios.

Ya el Parque Nacional, así llamado comúnmente por los bogotanos y bogotanas, no será el mismo, pues, en el período en que estuvieron los emberá, nueve niños nacieron y sus ombligos fueron enterrados en el suelo del parque, “ahora el Nacional también tiene un destino común con los emberá y forma parte de su territorio, así se hubieran ido el pasado 8 de septiembre”, menciona la Fundación Paz y Reconciliación (Pares).

Su llegada

La situación de vulneración de los derechos humanos en Mistrató y Pueblo Rico era desesperante. Constantemente, los habitantes de estas poblaciones fueron afectados por la violencia de la guerra en el país. Por tal razón, muchos de ellos se vieron obligados, desde el 2004, a trasladarse a Bogotá en busca de garantías de protección para sus pueblos.

No obstante, en 2020, en plena pandemia por el covid-19, aproximadamente doa mil indígenas llegaron a la capital para buscar una audiencia con el entonces presidente Iván Duque. Esto nunca sucedió.

Con la indiferencia del Gobierno, los emberá se vieron obligados a ubicarse en el Parque Nacional. Allí habitaron dos años. “Se estima que esos primeros dos años que estuvieron asentados ahí, murieron 21 niños debido a las inclemencias de las condiciones, la alcaldesa Claudia López, en mayo del 2022, pudo reubicarlos en el edificio La Rioja (…) pero en octubre del 2023 serían desalojados y obligados de nuevo a pasar por la tortura de invadir el Parque Nacional”, explica Pares.

Sí, era una verdadera tortura. La indiferencia de los bogotanos llegó a unos niveles extremos. El abandono fue tan evidente que una jueza admitió una demanda contra la Alcaldía de Bogotá por “acumulación de derechos vulnerados a plena vista de funcionarios del Distrito y la Nación”.

Las violencias invisibles

Ahora bien, después de más de tres años, por fin el Gobierno nacional y distrital se comprometieron a garantizar el regreso de los indígenas a sus territorios ancestrales sin que la guerra vuelva a afectarlos. El 8 de septiembre, las comunidades indígenas dejaron el Parque Nacional, se fueron en los buses que los llevaron hasta Pereira, Pueblo Rico y el resguardo de Santa Cecilia.

Este regreso constituyó un logro para el Gobierno nacional y local, “de nuevo el trabajo articulado entre Nación y Distrito evidencia resultados. La cooperación se materializa hoy en el retiro de la población emberá del Parque Nacional de Bogotá y su retorno a sus territorios. Hoy acompañamos a Bogotá y la Unidad de Víctimas en este proceso”, expresó el ministro del Interior, Juan Fernando Cristo.

Sin embargo, el retiro de los indígenas no solo evidenció los resultados del trabajo del Gobierno, sino también el racismo puro que aún persiste en Bogotá. Solo se necesitó un par de horas para que algunos capitalinos mostraran sus discursos de odio sobre los indígenas emberá por cómo dejaron el Parque Nacional.

Los comentarios son fiel muestra de las violencias invisibles que vivieron los indígenas por más de tres años. Pareciera que a muchos capitalinos es solamente importante un Parque que la vida de cientos de personas que exigían justicia.

Uno de esos juicios es el del exministro Juan Camilo Restrepo. Este no dudó en hacer una comparación odiosa, discriminatoria y racista entre el presidente Gustavo Petro y la situación de los indígenas en el Nacional; afirmó “lo que sí es cierto es que dentro de dos años va a dejar el país como los emberá dejaron el Parque nacional (sic)”.

Más de un ciudadano no dudó en señalar su pensamiento como violento contra la población que fue olvidada en la intemperie de los cerros bogotanos. Uno de ellos fue Gustavo Bolívar, director de Prosperidad Social, quien señaló: “No disimula su odio por los indígenas, Dr. Restrepo. Ellos dejaron el parque como lo dejarían Ud (sic) y su familia si tuvieran que vivir en un parque a la intemperie, sin servicios públicos, aguantando frío, cocinando sobre piedras. Dios lo ampare de pasar por algo así”.

La recuperación del parque… ¿y la de ellos?

En este momento, el Parque Nacional se encuentra cerrado, hay un trabajo de recuperación. “Uno de los llamados es a la ciudadanía para que no se acerque al Parque Nacional hasta que realicen los procesos de fumigación para el control de vectores, roedores y la mitigación de riesgos biológicos”, comunicó la Alcaldía de Bogotá.

Según el alcalde mayor Carlos F. Galán, la recuperación del Parque Nacional constará de tres etapas: recuperación, cuidados intensivos del parque y sostenibilidad y apropiación.

“Se estima que la recuperación total de este patrimonio de la ciudad esté aproximadamente en dos meses”, declaró el alcalde de la capital. Es curioso cómo su discurso de cuidados intensivos al parque y la advertencia de riesgos a la comunidad capitalina y sus animales de compañía, refuerza la visión de los y las racistas que el daño ha sido de los indígenas y no por el abandono de la población por parte del Estado.

Ahora bien, surge la pregunta de si también se llevará a cabo un proceso de recuperación para los indígenas en sus territorios. ¿Se les garantizará la protección que necesitan y no se les olvidará?

La situación de los emberá en el Parque Nacional evidencia el extenso camino que queda por recorrer para erradicar la estigmatización y el racismo hacia los pueblos ancestrales; seguir buscando la paz y así todos puedan vivir en sus territorios sin violencias.

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