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Todo ’pa’ yermos
Gustavo Duch Guillot / Lunes 19 de octubre de 2009
 

Estoy en mi mejor momento productivo, en la edad apropiada para dar lo mejor de mí, en cantidad y en calidad. En mi quehacer soy seguramente de las mejores y con un rendimiento buenísimo. Vamos, comparando con mis colegas, pues sí, de las mejores. Aun así no me gusta mi trabajo pero no tengo escapatoria y aquí estoy, lo que se dice pillada. Bueno, en realidad, no es que no me guste, es que lo detesto, no escogí yo esto que hago. Padezco un trato animal, más cerca del infierno que de ningún otro lugar, y ningún estímulo, reconocimiento ni compensación. Dócil como soy -dicen que a los de mi familia se les descubre la bondad en la mirada-, no ofreceré resistencia a mi desahucio. Sí, el otro día, al entrar el amo de la sociedad en nuestro galpón, mis compañeras y yo, rastreando su rostro, tuvimos todas las mismas impresiones: nos quedaban cuatro días.

¿Y qué le pasará a mi pueblo? Recuerdo que mi abuela me contaba historias muy hermosas del pueblo. Como ella y como mi madre, heredé su trabajo. Abuela siempre nos recordaba sus viejos tiempos cuando casi todos los días salían al campo con sus tres compañeras hasta después de comer. De Jacinto, el pastor que les guiaba por el monte, que le decían ’el melindroso’ porque nunca supo comer. Y de la calle mayor donde vivían con sus amos. De cómo eran ordeñadas (y acariciadas) por la Lola y sus chicos. Luisón, el mediano, ése era el que más interés tomaba en el asunto. Allí mismo, a la casa, llegaba la gente a comprar la leche de abuela y sus compañeras. Con tazones era que medían litros, cuartos y no recuerdo qué otras medidas me decía. Mi madre ya fue trasladada a una pequeña granja que el marido de Lola armó con ganaderos de otros pueblos, formando una cooperativa. Jacinto acabó allí sus días de trabajo y Luisón los empezó como veterinario. Y fíjense, yo en la misma granja ahora muy tecnificada, con poca mano de obra, ordeñada por una máquina y sin salir al campo, pues la comida es pienso de no sé dónde, seré testigo del cierre de las postremas lecherías del Estado español y buena parte del mundo. Me acompañarán miles de hermanas vacas, miles de familias ganaderas como la Lola, de queseros tradicionales, de los que suministran la paja y los alimentos, de los transportistas de la leche, de los agrónomos y veterinarios que prestan sus servicios... y toda esa economía que tanta vida ha dado al medio rural.

«Al paso que vamos, todo ’pa’ yermos», y así siguen las tierras monegrinas por las que cantaba Labordeta. Al paso que vamos, nuestras generaciones seremos las últimas alimentadas por leche producida por pequeños y medianos productores y productoras de nuestro territorio. El precio de la leche para el productor directo ha caído drásticamente en todo el mundo (en Europa, el precio de la leche cayó un 30% desde el final de 2007, más bajos aún que los precios más bajos de 2006), expulsando a millones de productores fuera del dichoso mercado global liberalizado. Como explica La Vía Campesina -donde se agrupan miles de estos ganaderos y ganaderas-, «las grandes compañías de comida procesada como Nestlé, Kraft o Danone continúan exigiendo una mayor desregularización del mercado de la leche para asegurarse un precio de compra cada vez más bajo». «Así -continúan explicando- la producción de leche, un alimento fresco y nutritivo que otorga valor comercial a millones de hectáreas de pastos en el mundo, promoviendo el desarrollo y el empleo rural siempre y cuando su producción esté en manos de muchas granjas familiares sostenibles, está siendo reemplazada por una producción lechera industrial dependiente de costosos insumos, contaminante con el medio ambiente y que conlleva el desastre social».

Las huelgas y otras movilizaciones que los pequeños productores europeos están llevando a cabo han obligado a retomar el debate del modelo de producción lechero en el seno de la Comisión Europea. Veremos si responden a los intereses económicos de la agroindustria o apuestan por la economía de vida y justicia que explicaba mi amiga vaca. Y que defiende La Vía Campesina.