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Pastillas contra la amnesia
En mi confesión, Carlos Castaño dice: “Álvaro Uribe es, en el fondo, el hombre más cercano a nuestra filosofía. Su idea de las Convivir, unas cooperativas donde los ciudadanos colaboraban… suministrando información y en algunos casos portando armas… es el mismo principio que dio origen a las Autodefensas” (Pág. 177).
Ángel Castaño Guzmán / Martes 24 de noviembre de 2009
 

En 2004, en pleno festejo del centenario de nacimiento de Pablo Neruda, el presidente Álvaro Uribe le confesó con voz entrecortada a la revista Soho que siendo pequeño quiso ser poeta. Ese mismo año Yidis Medina, una desconocida dirigente del Magdalena Medio, se reunió en numerosas ocasiones con Sabas Pretelt, por esas calendas ministro del Interior. Gracias al repentino viraje de Medina y a la inasistencia de Teodolindo Avendaño, el sufragio en la comisión primera de la Cámara quedó 18-16 a favor de la primera reelección presidencial. La congresista declaró en varias entrevistas que la inspiración para apoyar la iniciativa uribista la recibió de Dios. Sin embargo, meses después desató una tormenta política al revelar que su voto fue comprado por funcionarios del Gobierno. Además de perjudicial para la salud democrática del país, la reelección de Uribe fue el contundente triunfo de las viejas maquinarias clientelistas.

2) Paramilitares bajo las órdenes de Salvatore Mancuso congregaron en el parque central del corregimiento del Aro, Antioquia, a sus pobladores. Durante una semana avivaron las frenéticas llamas del salvajismo. Al tendero del pueblo le arrancaron los ojos y los testículos. Según lo relatado por los sobrevivientes: “al segundo día de la incursión, un helicóptero del Ejército Nacional aterrizó en la plaza central y uno de sus tripulantes entregó municiones al grupo paramilitar” (A las puertas del Ubérrimo, Pág. 66). El defensor de los derechos humanos Jesús María Valle denunció la colaboración de miembros del ejército con los escuadrones ilegales en la matazón del Aro. El entonces gobernador de Antioquia Álvaro Uribe, con su acostumbrada retórica de capataz, lo calificó de enemigo de las Fuerzas Militares. Ante la impotente mirada de su hermana, el 27 de febrero de 1998 sicarios balearon a Valle.
En el expediente número 2394 de la Cámara de Representantes, citado por Guillermo González en la edición 62 de la revista Número, Francisco Villalba, condenado por la masacre del Aro, identificó a Álvaro Uribe entre los asistentes a la reunión en la que se ajustaron los detalles de la carnicería. No sobra recordar que, como demuestran Iván Cepeda y Jorge Rojas en su prolija investigación, el crecimiento del paramilitarismo en Córdoba se dio muy cerca de la hacienda de la familia Uribe Vélez. En mi confesión, Carlos Castaño dice: “Álvaro Uribe es, en el fondo, el hombre más cercano a nuestra filosofía. Su idea de las Convivir, unas cooperativas donde los ciudadanos colaboraban… suministrando información y en algunos casos portando armas… es el mismo principio que dio origen a las Autodefensas” (Pág. 177).

3) Son entendibles las intenciones de la clase dominante de extender por cuatro años más el mandato de Uribe. La Seguridad Democrática ha garantizado que el status quo del país no cambie ni un ápice. Mientras las apremiantes desventuras de los colombianos-las pavorosas cifras que alcanzan el desempleo y la pobreza-, y sus raíces –el descarado latifundismo y la irrisoria participación política-, siguen sin resolver, el candidato-presidente recorre el país con los concejos comunitarios, reparte favores a sus aliados electorales y alardea de los supuestos logros de su gestión. Hace falta construir un proyecto nacional de inclusión que no necesite de energúmenos caudillos. La democracia antepone los mil rostros de la ciudadanía al insaciable apetito burocrático de los oficiantes del poder. Por eso, y por no combatir sin paliativos la corrupción de sus camaradas, no es apropiada una segunda reelección del actual inquilino de la Casa de Nariño.