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Glifosato se raja en laboratorio de la UN
Un grupo de científicos de la Universidad Nacional de Colombia puso a prueba el glifosato con peces de la especie cachama blanca, del departamento del Meta. El estudio encontró que las branquias y el hígado de los peces fueron los principales órganos afectados por la acción del herbicida, que es el mismo con el que se están fumigando los cultivos ilícitos.
Nelly Mendivelso / Domingo 20 de mayo de 2007
 
En el Laboratorio de Toxicología Acuática y Ambiental de la Facultad de Medicina Veterinaria de la Universidad Nacional de Colombia se le hizo un examen de glifosato a esta cachama. El herbicida cayó en las redes de los investigadores y perdió la prueba. Fotos Unimedios.

La evidencia de daños en las branquias y el hígado de las cachamas que ocuparon los acuarios experimentales del Laboratorio de Toxicología Acuática fue más que suficiente para que el profesor Jaime Fernando González y la estudiante de maestría Diana Ochoa comprobaran la acción tóxica de las concentraciones de glifosato que habían incluido en el agua de los tanques experimentales.

Su preocupación, como integrantes del Grupo de investigación en Toxicología Acuática y Ambiental de la Facultad de Medicina Veterinaria y de Zootecnia de la Universidad Nacional Sede Bogotá, ha sido estudiar el efecto de la contaminación en los recursos ambientales del país, principalmente en los hídricos. De ahí que hoy se centra en el glifosato, herbicida elegido para erradicar los cultivos ilícitos en Colombia.

Para el profesor González, si bien es cierto que el glifosato sólo es letal cuando se aplica en grandes cantidades, es necesario preguntar qué pasa cuando una especie animal se expone crónicamente a concentraciones bajas del químico, como está ocurriendo en las zonas de fumigación.

“Lamentablemente los efectos tóxicos de un contaminante sobre los ecosistemas sólo llaman la atención cuando se registran altas mortalidades de ejemplares, pero poco se vislumbran los efectos aparentemente inofensivos, que se van agudizando con el tiempo”, afirma.

Por eso, el interrogante de su grupo se convirtió en una propuesta de estudio más amplia, que fue apoyada por la Fundación Internacional para la Ciencia (IFS), organismo sueco que promueve la investigación en países en vía de desarrollo.

Junto al glifosato, los investigadores están analizando en el Laboratorio de Toxicología Acuática el impacto ambiental de un pesticida utilizado en la agricultura para combatir malezas –coca y amapola–, incluido en la lista de los doce químicos más tóxicos del mundo: el paraquat, cuya venta se ha triplicado durante los últimos años en el país. Pasó de 500 a 1.500 toneladas entre el 2003 y el 2005, según cifras del Instituto Colombiano Agropecuario, ICA. Los resultados de esta investigación se sabrán dentro de seis meses.

Peces nativos, buenos indicadores

Los científicos de la UN hallaron que el glifosato afectaba las branquias y el hígado de la cachama.

Para los experimentos han sido claves peces de la especie cachama blanca provenientes de la estación piscícola La Terraza en Villavicencio. Igualmente, ya se iniciaron estudios con el bocachico del Magdalena. Los científicos consideran que por ser especies nativas, y por su evolución y adaptación al medio natural durante miles de años, son las que mejor podrían responder ante la inclusión de una sustancia extraña en su hábitat.

En el laboratorio, los peces permanecieron cuatro semanas bajo condiciones controladas, hasta que se aclimataron. Luego fueron sumergidos en acuarios experimentales a cuyas aguas se les habían adicionado dos concentraciones de glifosato comercial (Roundup®). Una de cinco partes por millón (ppm), es decir, que por cada millón de partes de solución, cinco son tóxicos; y la otra de 15 ppm.

Así estuvieron durante 96 horas, tiempo suficiente para que las células de los tejidos del hígado y las branquias dieran las primeras respuestas ante el ataque del tóxico.

“Evaluamos las enzimas (proteínas catalizadoras de reacciones que hacen parte de los tejidos) de estrés oxidativo, encargadas de contrarrestar la acción oxidante del glifosato. Lo que hallamos fue que se consumieron durante la exposición al glifosato. Esa disminución con respecto a los peces control demostró que el herbicida genera cambios en la bioquímica de los tejidos, que si continúan, pueden llevar a daño celular”, asegura Jaime F. González.

También midieron las enzimas transaminasas de la sangre y notaron que se habían elevado, indicativo de un efecto tóxico directo sobre el hígado, principalmente.

Diana Ochoa asegura que “los órganos más afectados son las branquias, pues son el lugar de ingreso y contacto directo de la especie con el tóxico”.

El peso de la evidencia

La evidencia científica demuestra así “que el glifosato no es tan inocuo como parece. Y los peces, como indicadores de contaminación, revelan un efecto mayor al que aparentemente se ha señalado”, afirma el profesor González.

Los investigadores se preguntan qué va a pasar con el peso de la evidencia científica a la hora de tomar decisiones. En opinión de González, el tema del glifosato va más allá de la toxicología y de las enzimas de estrés oxidativo. Y cobra más fuerza en la parte social: “en otros países, antes de tomar decisiones políticas sobre el uso de un agente químico se hacen estudios previos, para evaluar el impacto posible. Aquí ocurre lo contrario: las sustancias se estudian luego de su aplicación”, asegura.

El glifosato Roundup empleado en el análisis de laboratorio corresponde a la primera generación que se aplicó, clasificado en la categoría 4, casi inofensivo. El que se aplica actualmente para fumigar los cultivos es el glifosato Cosmo-Flux, con un nuevo sulfatante (otro componente tóxico) que lo subió a la categoría 3, moderadamente tóxico.

En el laboratorio, el glifosato no pasó la prueba.