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La historia de Carlos Mario vista por un amigo
Luis Vega / Miércoles 18 de julio de 2007
 

Carlos Mario era un joven que llegó a la región del nordeste antioqueño con muchas expectativas, y en la vida voló con mucha ilusión, pues era la tierra donde él se había criado. Era muy popular en todo el campesinado, todos tenían que ver con él.

Comenzó a trabajar en lo que más sabia: aserrar y boguear, que eran las artes que él desempeñaba. Era un muchacho que, a diferencia de los campesinos del nordeste, no le tenía miedo a las fuerzas militares. Carlos, que era más conocido por su apodo “Memo”, se fue a trabajar a la finca de un líder campesino del que se dio a querer. Se relacionó con sus hijos a los que Carlos Mario les explicó muchas labores de la vida, nunca pensó en tener vínculos con algún grupo armado, pues le temía a la guerra.

Memo estaba en pie desde las 5:30 de la mañana para trabajar y llevarle dinero a sus padres. Decía que la razón por la cual ser esclavo del trabajo eran ellos. Memo ingresó al grupo de jóvenes, en el que se sintió muy a gusto, pues estaba relacionándose con muchachos como él; les cogió cariño. Con el transcurso del tiempo, hicimos un encuentro de jóvenes en el cual Carlos Mario se sintió muy a gusto. Estar al lado de sus padres, según parecía, era una de las mejores cosas que le había pasado en la vida. Lo único que hacia Carlos Mario era trabajar. Un día dijo “voy a trabajar muy duro para darme unas vacaciones”, pero en esos días había un operativo militar muy intenso pero a Memo no le atemorizaban los militares.

Una mañana, Carlos Mario convidó a José, otro compañero de trabajo a bajar una madera. Estaba muy entusiasmado porque muy pronto se iba a dar esas vacaciones que tanto quería. Nunca les faltó a sus padres con los alimentos. Al salir esa mañana, las fuerzas militares estaban alrededor de la finca. Allí siempre lo vieron trabajando, nunca le dijeron nada, hasta que ese día, en el cual las tropas no tenían resultados operativos que mostrar, los militares le dijeron a Carlos Mario y a su compañero cuando venían bajando que los ayudaran a cruzar el río. Los jóvenes no se opusieron.

Tranquilos, los muchachos nunca pensaron lo que les iban a hacer. Cuando los iban a cruzar, un militar se tira al agua y sostiene la balsa. Luego les dice: “vamos a hablar con el teniente”. Ellos responden que está muy tarde, que los dejen ir. Los soldados insistieron y se los llevaron. Sin temor, caminan por la montaña hasta cierto punto, cuando los separan y los maltratan física y psicológicamente. José, en vista de que los van a masacrar, logra escapar de las balas. Por el contrario, Carlos Mario nunca pensó en que le iba a pasar algo así, pues su vida siempre fue trabajo y compañía con sus padres, José logra llegar donde los civiles y avisar que los iban a matar. En segundos de llegar, el terrorismo de Estado hace un simulacro de combate contra un joven, un obrero, sin importarle cuántas personas sufrirían por la muerte de este campesino, más queda en las manos del estado lo que verdaderamente es terrorismo.

Carlos Mario nunca pensó que su vida iba a acabar así. Buenos momentos fueron los que pasamos con Memo: risas, llantos, trabajo, lo que nunca pensó perder a la edad de 21 años. La nobleza y la confianza que inspiraba Carlos, no creo volver a encontrarlas. Siempre fue mi compañero en el grupo de jóvenes, el cual ayudó a conformar con sus ideas carismáticas. Siempre cumplimos y dimos resultados, y siempre los seguiremos dando. Te extrañamos amigo, nunca te olvidaremos.