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No hay bien que por mal no venga
En política gubernamental, Santos peor que Uribe
Libardo Gómez Sánchez / Lunes 21 de marzo de 2011
 

A quienes sentimos un aire fresco cuando se cayó la reelección de Uribe, en razón a que podrían terminar las actuaciones ramplonas del vaquero del Ubérrimo, lejos estábamos de imaginar que pudiera existir un gobernante que jugara un papel más perjudicial para la Nación, más genuflexo con el imperio y dispuesto a entregarlo todo al gran capital, especialmente el financiero, es decir, no nos esperábamos que hubiera quien lo pudiera superar en acciones contra el interés nacional y contra sus gentes.

Rápidamente tuvimos que comprender nuestro error y apreciar con absoluto horror, como su sucesor lo ha superado con creces. Inició anunciando el despojo de las regalías a las regiones que perciben esta pírrica compensación por el despojo de sus territorios; luego aprobó una reforma a la salud que consolida el imperio de las EPS en detrimento de los usuarios del sistema; prosiguió con la política de sostenibilidad fiscal que ampara el servicio de la deuda con menoscabo de los derechos económicos y sociales de la ciudadanía; elevó el porcentaje sobre el que se continuará cobrando el impuesto predial; ha desarrollado contratos que adecuan las bases militares para los gringos que la Corte Constitucional prohibió, por no haberse tramitado un acuerdo a través del Congreso; aprovechando la tragedia ocasionada por la ola invernal movió el presupuesto nacional a su antojo y afinó el procedimiento para avanzar en la venta de la empresa que mayores contribuciones hace al fisco nacional: Ecopetrol; y ahora con la presentación del Plan de Desarrollo, introduce cambios en varios temas que requerirían por su importancia y complejidad debates completos en el Congreso, pero que aprovechando las mayorías legislativas, procura de espaldas a la opinión pública, despachar de un plumazo, tal como lo pretendía su predecesor: una política de tierras que facilite la entrega de enormes porciones del territorio a las multinacionales, la privatización de la educación superior colgada de la pérdida absoluta de su autonomía y el fraccionamiento presupuestal para la plantelización en el nivel básico, e incluyó una modificación al régimen de pensiones que por lo abusiva debió ser retirada del proyecto.
La aplicación de estas políticas de privilegio para el gran capital tiene odiosas manifestaciones en diversas materias; en salud por ejemplo, es notorio el descarado manejo de los recursos en beneficio de un grupo de EPS: SALUDCOOP, CAFESALUD y CRUZ BLANCA, a los que se les factura medicamentos muy por encima de los valores comerciales y se les acepta cobros de prescripciones por paciente muchísimo más altos que los de su competencia; sabemos que hay un latrocinio que ronda el billón cuatrocientos de recursos de la salud, con la complicidad del Ministerio de la Protección, mientras se les niega recursos a las instituciones hospitalarias del sector público.

En el refranero popular, existen dichos optimistas que plantean, que por difícil que haya sido algo en el pasado, el futuro debe ser mejor; con Santos habrá que incorporar un concepto nuevo: lo peor es susceptible de empeorar; para que este dicho no aplique en nuestro caso y si los Colombianos queremos cambios profundos en temas tan sensibles como el de la protección en salud o cualquier otro, deberemos seguir el ejemplo de los Santandereanos que movilizados y unidos obligaron a la Greystar a retirar su solicitud de explotación del Páramo de Santurbán en una mina a cielo abierto; esa es la única manera de torcer los torvos propósitos de la manguala nacional.