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Colombia: ¿Cómo salir de la guerra?
No hay ningún derrotado ni victoria militar que se avizore. Durante el primer semestre de 2011 se produjeron 1.115 acciones de las Farc. La fuerza pública ha sufrido 1100 bajas en esos mismos seis meses
César Jerez / Miércoles 24 de agosto de 2011
 

Después de realizado el multitudinario encuentro nacional por la tierra y la paz, la semana pasada en Barrancabermeja, diferentes sectores políticos y sociales han manifestado que recién se inicia un periodo de cambios cualitativos que permitirían las condiciones para un eventual nuevo diálogo con las guerrillas de las FARC y el ELN.

Durante este encuentro reiteradamente se manifestó, por parte de las organizaciones campesinas, indígenas y afrodescendientes, que la guerra como método para alcanzar la paz se encuentra agotada. En sus mensajes recientes las guerrillas coinciden con este axioma, al tiempo que llaman a la necesidad de darle fin al conflicto político, social y armado precisamente mediante una salida política. Hablar de la paz de Colombia estaba proscrito desde hacía una década. Tuvo que irse Uribe y que se empezaran a ver los síntomas de debilitamiento de su modelo de represión,seguridad y guerra para que se pudiera poner sobre el tapete la imperiosa necesidad de proponer una agenda de paz para el país, contando para ello con la movilización de las mayorías de la sociedad colombiana que anhelan construir la paz. El encuentro por la paz de Barrancabermeja representó una importante y masiva manifestación de este anhelo, sin duda un primer logro en este arduo camino.

Juan Manuel Santos reconoció la existencia del conflicto armado. Desde su discurso de posesión dejó claro que la puerta del diálogo no estaba cerrada con llave. Sabe que para consolidar el modelo de acumulación del capital, así sea solo para beneficiar plenamente a la élite del poder, se necesita de la soberanía del Estado en todo el territorio nacional y de cierto nivel de reformas que dejen sin base social a las guerrillas, sobre todo en las zonas rurales de Colombia. La ley de víctimas, su capítulo de restitución de tierras, la ley de tierras que creará una suerte de áreas especiales de desarrollo rural, una titulación masiva de tierras y una nueva legislación para la paz, claramente buscan este objetivo.

Por su parte, en su mensaje enviado a Barrancabermeja, las FARC dicen que la paz pasa por las reformas políticas, económicas y sociales que eliminen las causas que originan la confrontación. De tal forma, se podría pensar que la paz sostenible que hay que construir en nuestro país debe partir de la recuperación de cierto grado de confianza, de la voluntad política expresa de las partes, de gestos mutuos que concreten esta voluntad, pero también de un tenor concertado de reformas que satisfaga a la élite del poder y a las guerrillas.

Un factor muy importante en el camino al reinicio del diálogo lo representa la disponibilidad de relaciones internacionales hacia la paz de nuestro país. No deja de ser paradójico que en tiempos en que la OTAN cambia regímenes políticos a punta de bombardeos, mantengamos la esperanza de que una comunidad internacional “más civilizada” nos ayude a salir del atolladero de la guerra propiciada,en gran medida, por intereses foráneos. La prensa oficial colombiana hace fiesta con el giro que le ha dado Hugo Chávez a su potencial papel de mediador entre las partes del conflicto colombiano. Se cree erróneamente que si las guerrillas no tienen interlocutores afuera, esto las acerca a un incondicional final de la guerra adentro. La experiencia internacional demuestra que en la resolución de conflictos armados juegan un papel muy importante los interlocutores externos que generen confianza en las partes y logren los acercamientos. Este papel lo van ha jugar los países que históricamente han estado interesados en la paz de Colombia. En este sentido, el papel del Brasil, hasta el momento, así como su política exterior regional perfila a este país como un mediador cercano a las partes.

Hay otro elemento muy importante y necesario para aclimatar la paz. Es necesario socialmente neutralizar la perversa generación artificiosa de opinión pública contraria a la paz y proclive a la guerra. Desarmar el mensaje y la palabra se torna fundamental. Los sectores del establecimiento y sus medios cercanos al diálogo deben proponer un ejemplo ético. Las redacciones deben dejar de ser recintos de corifeos de la guerra, pregonando vulgarmente el triunfalismo militar y la victoria moral mediática sobre los insurgentes. Esa sofisticada propaganda que tiene como única fuente los batallones militares actúa como solo lo podría hacer un pirómano contratado para administrar un incendio. No hay ningún derrotado ni victoria militar que se avizore. Las cifras lo dicen todo. Durante el primer semestre del año 2011 se produjeron 1.115 acciones bélicas de las Farc, lo que significa un aumento del 10 por ciento con respecto al mismo semestre del año anterior. La fuerza pública ha sufrido cerca de 1.100 bajas, entre muertos y heridos, en esos mismos seis meses. Pese a las deserciones y a los bombardeos que dan de baja a “objetivos de alto valor”, es decir a comandantes de alto rango, se puede decir, desde la simple observación etnográfica, que las FARC están intactas en muchas regiones del país.

Así las cosas, se torna fundamental darle continuidad al “Encuentro por la tierra y la paz de Colombia” que acaba de culminar en el Magdalena Medio, volverlo realmente nacional, nutrir de contenido participante y unitario a ese “Manifiesto por la tierra y la paz” que produjo el encuentro, darle forma a esas constituyentes y procesos regionales por la paz que se proponen como mecanismos de movilización ciudadana hacia la solución política y el fin de la guerra.

No estamos solos y hay cambios cualitativos. En el marco de un sondeo realizado entre cien empresarios por el diario de negocios La República, cuarenta manifestaron que este es el momento para buscar una salida política a la guerra, mientras que a los sesenta restantes les pareció que todavía es prematuro. Si se hubiera realizado este sondeo tan solo dos años atrás el resultado hubiese sido abrumadoramente proclive a la guerra.

El debate sobre la paz está de regreso y ese ambiente propicio es menester de la sociedad colombiana mantenerlo. Por el lado de la gente que a diario vive en medio de la guerra, esas cerca de 30,000 personas que se reunieron en la calurosa Barrancabermeja, quedó “expresa la voluntad y aspiración para que se exploren con urgencia acciones tendientes a desatar el nudo de la confrontación y avanzar hacia la solución política y la paz. Estamos convencidos de que ese es el sentir creciente del pueblo colombiano: Vivir en paz con justicia social”.