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Alfonso Cano, su muerte, la guerra y la paz
César Jerez / Domingo 6 de noviembre de 2011
 

Durante los últimos meses, a través de varios mensajes, Alfonso Cano, había insistido en la necesidad de solucionar, mediante el diálogo, el conflicto colombiano. Estaba dedicado a construir una fórmula que permitiese un “medio ambiente político favorable para la paz”. Su labor, como comandante en jefe de las FARC, estaba dedicada realmente a eso. De esto dará cuenta la historiografía en su momento, de la voz de los múltiples interlocutores del comandante guerrillero abatido.
También se sabrá la forma exacta como murió y su verdadera biografía completa será publicada y leída por los pocos colombianos que tienen oportunidad de leer información veraz. El resto es intoxicación mediática, morbo y propaganda oficial de guerra.

Desde sus inicios en la Juventud Comunista e incluso como estudiante de antropología, Cano había ya sacrificado la posibilidad de ser un “niño bien”. Como le correspondía a su acomodado origen social. La teoría y la cotidiana injusticia social de nuestro país le “envenenaron” la cabeza. Unos carcelazos reiterados le terminaron de señalar el camino que le quedaba. La montaña era el destino inevitable. Después de sacrificar su condición de clase, sacrificó también a su familia. Sus amigos de militancia y de parranda no lo volvieron a ver en las frías calles bogotanas. Lo volverían a ver por televisión, algunos con sorpresa, de camuflado y enfusilado.

En un país medianamente normal, Cano hubiese sido un brillante académico, investigador social o un dirigente político de un partido rosado. Pero en Colombia no. Concientizado social y políticamente, conocedor pleno de la historia del país y de los orígenes de las guerrillas, terminó compartiendo camino con un grupo de campesinos y citadinos a los que la violencia política había empujado hacia al monte. “La guerrilla revolucionaria no existe en nuestro país porque alguien se la inventó, o por una orden impartida desde el antiguo campo socialista” había dicho durante los diálogos del Caguán, para definir claramente el origen de las FARC en la marginalidad social y la violencia política ejercida de manera sistemática por la élite del poder en Colombia.

Las FARC por primera vez pierden a su máximo comandante, producto del accionar militar. Se mantiene la tendencia oficial de dar de baja a “objetivos de alto valor”, a los comandantes guerrilleros, mediante la combinación de tecnología militar de punta y el pago de recompensas por delaciones, como forma de causar una eventual desmoralización y deserción masiva de las unidades guerrilleras. Algunos “expertos” incluso hablan de que lo que se busca es “bandolerizar” a las FARC mediante su fraccionamiento.

Estas interpretaciones sobre las formas para lograr el fin de las FARC pueden tener argumentos aparentemente convincentes, pero parten de nuevo, a mi modo de ver, de un “desconocimiento” intencionado de las FARC como organización política y militar. Las FARC lograron consolidar una estructura organizativa y logística compleja que conserva las células de partido en la base como forma de participación y formación política y un sistema de “mandos” que cobija a cada una de sus estructuras militares. Esto hace que haya una sucesión de mandos jerárquica y garantizada. Los comandantes de los frentes son generalmente “cuadros políticos”, relacionistas públicos, con bastante experiencia en la guerra, en aspectos logísticos y de comunicaciones, que suelen delegar muchas de las tareas, lo que garantiza que la formación teórica permanente se ejercite en la práctica. Además de estos aspectos, es necesario interpretar que las FARC, en casi cinco décadas de existencia y de contacto con el campesinado, se han ido configurando en un proceso sociológico arraigado en muchas regiones de Colombia, hasta constituirse a veces en un “fenómeno raizal”.

Las FARC mantienen estados mayores en cada uno de sus bloques, un estado mayor central de 25 miembros y un secretariado, el comité ejecutivo de las FARC, compuesto por siete guerrilleros. Esta información, que se puede encontrar hasta en Wikipedia y en una abundante bibliografía existente sobre las FARC, lo que quiere decir es que “ a dirigente guerrillero muerto, dirigente guerrillero puesto”, una frase pronunciada por el ex alto comisionado de Paz, Camilo Gómez, de lo poco concreto que nos ha tocado escuchar estos días sobre las FARC.

Alfonso Cano era un guerrillero intelectual, conocedor profundo de la historia del país, con una gran capacidad y un carisma especial para interlocutar, para cohesionar en torno al logro de la paz, incluso más allá de las estructuras de esa guerrilla. Su muerte no nos acerca al final de la guerra, por el contrario, constituye una traba más en largo y difícil camino hacia la paz.


Últimos documentos relativos a la paz de Alfonso Cano:

"Siempre será posible construir escenarios de negociación con el Gobierno": http://www.publico.es/internacional/381305/siempre-sera-posible-construir-escenarios-de-negociacion-con-el-gobierno

Saludo de Alfonso Cano al Encuentro Nacional de comunidades campesinas, indígenas y afrodescendientes por la paz de Colombia


Alfonso Cano, cuatro décadas de militancia