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Fin del modelo no de los tiempos
Libardo Gómez Sánchez / Lunes 19 de diciembre de 2011
 

La historia suele jugarnos sus trastadas, especialmente a aquellos que sin mayor fórmula de juicio van aceptando rápidamente como ciertos e irrebatibles conceptos, costumbres y prácticas que se ponen de moda. Veamos algunos ejemplos: en el Huila por diversas razones la caficultura no asimiló rápidamente en la década de los ochenta la conversión a variedades resistentes a la roya y a la broca que alteraban sustancialmente el hábitat de los cafetales, esa circunstancia condujo a que se mantuvieran unos ambientes y ecosistemas sin los cuales es imposible la producción de café especial y como consecuencia del rezago en atender las orientaciones oficiales, hoy el departamento de los opitas se ubica como primer productor y rey de café orgánico.

Una década después en el sistema financiero cooperativo se dio un boom como consecuencia de importantes captaciones de recursos del Estado, lo que les permitió crecer geométricamente en sus activos, no así en su base social y terminaron tratando de parecerse más a la Banca tradicional que a organismos cooperativos, por lo que un decreto gubernamental que ordenó la devolución inmediata de los recursos, desbarató el castillo de naipes y develó la fragilidad del esquema, se destaparon de paso los malos olores de prácticas non santas propiciadas por la facilidad de la entrada del dinero y al final la debacle solo la resistieron quienes habían conservado el espíritu solidario.

A lo largo de las dos década anteriores fue costumbre en las cátedras de economía y en los eventos de discusión de la política económica, tildar de dinosaurios a aquellos que se atrevieran a rebatir las teorías neoliberales y de libre comercio y mayor descalificación recibía quien osara incluir en su análisis alguna alusión a las concepciones en estas materias de la filosofía marxista, sin embargo a la luz de la profunda crisis por la que atraviesan las economías desarrolladas, portaestandarte del modelo capitalista, no le ha quedado más remedio a quienes de manera juiciosa estudian estos temas que volver a los textos del Capital para tratar de encontrarle una explicación al mundo que se les derrumba.

La negociación del salario mínimo que se acordó recientemente, a la que llegaron unidas las centrales obreras, es otro ejemplo del cambio súbito de estas concepciones; en el reciente pasado se estigmatizaba un incremento decente con el falaz argumento de que se estimulaba la inflación o se aumentaba el desempleo, tal parece que los empresarios y el gobierno tuvieron en cuenta las recientes declaraciones de la directora del FMI Christine Lagarde que literalmente dijo: ”Es empíricamente demostrable que las economías que apuestan por una estrategia de crecimiento inclusivo y que distribuyen los beneficios de ese crecimiento entre un mayor número de personas generan modelos más sostenibles en el tiempo.”

No obstante, tal parece que algunos tozudos no quieren percatarse de la realidad e insisten en apostarle al modelo económico que hace agua por todas partes en el mundo y no precisamente por la ola invernal, la desigualdad que crece rápidamente es insostenible y no se vislumbran procesos políticos para llegar a una solución, la primavera de las movilizaciones sociales debe mantenerse, para curar la ceguera y la sordera de quienes se mantienen de espalda al clamor de los humildes de la tierra.