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Corren vientos de crisis y de cambios
 

El primer suceso de impacto global de 2011 es la gravísima crisis de Europa, que acogota a Irlanda, Grecia, Portugal, España e Italia e inevitablemente golpeará también a Francia y Alemania, víctimas de su propio invento, porque la Unión Europea que crearon, sesgada a su favor y en contra de sus “socios”, también les pasará cuenta de cobro. Sufrirán, además, Estados Unidos, donde esta crisis asomó la cabeza en 2008, China, India y el resto del mundo. Y serán notables las consecuencias políticas de la bancarrota de las ideas del libre comercio en el mundo, incapaces de resolver las profundas contradicciones del capitalismo neoliberal, ni siquiera arrebatándole a cada habitante del planeta, incluidos estadounidenses y europeos, hasta los más elementales derechos. Las movilizaciones de los indignados en tantas partes anuncian las tempestades sociales y políticas que vendrán.

El otro gran suceso mundial son los alzamientos ciudadanos del norte de África, que confirmaron la fuerza transformadora de los pueblos movilizados en pos de cualquier convicción, en este caso la de derrocar dictaduras disfrazadas de democracias, porque cumplían con el ritual de arrear a las urnas, por las “buenas” o las malas, a los electores. Severo golpe a la dominación neocolonial de norteamericanos y europeos, los principales usufructuarios de satrapías como la de Mubarak, imperios que luchan por mantenerse y que juegan sus cartas y ganan partidas como la de liquidar a Gadafi tras la añagaza de defender a los libios. Aunque está por saberse cómo terminarán las cosas en una región de importancia estratégica, seguramente primará la inestabilidad, estimulada por la crisis económica mundial, que es una de sus causas.

Deben de estar comprando por kilos los tranquilizantes en las cancillerías de la potencias, porque lo que se derrumba es el orden erigido por ellas luego de la II Guerra Mundial, la “solución” que le dieron a la depresión que siguió al crac de 1929.

En cuanto a Colombia, es verdad que sigue el crecimiento del PIB, pero también son ciertos otros hechos que les aguan la fiesta a los sensatos. 1. El país es ya el tercero del mundo en desigualdad social, cifra que muestra la inviabilidad del modelo económico. 2. Las buenas cifras no se deben al gobierno. Paja. Se dan a pesar de sus políticas y se explican por los sucesos externos que están en la base de la crisis mundial, lo que implica que esta llegará a Colombia. Con un agravante: los TLC –con Estados Unidos, la Unión Europea, Corea– son carros bombas estacionados en la puerta de la industria y el agro nacionales. 3. Que el Príncipe que mangonea el país logre que sus principales súbditos, del sector público y privado, le alaben sus vestiduras aunque ande desnudo, apenas prueba que estos, con sus cabezas clavadas en sus propios y suculentos platos, o son incapaces de ver que el país va a mil hacia un estrellón o les importa un pepino, porque gozan de poderosos protectores.

Otros hechos de gran importancia en Colombia generan esperanzas de cambio, porque muestran que puede estarse ante el fin de un prolongado letargo y prueban que los propósitos de unidad nacional –no de manguala política nacional, que es otra cosa–, son capaces de alcanzar importantes victorias.

El primero, la gran movilización de las universidades públicas y privadas en contra de la universidad como negocio y en pos de la causa nobilísima de una educación de alta calidad, universal y gratuita, sin la cual un país como Colombia no podrá librarse de las cadenas del atraso y la pobreza. La derrota del proyecto de gran minería trasnacional en el Páramo de Santurbán, triunfo que resultó de unir en Santander a ambientalistas, sindicalistas, polistas y no polistas, la academia, las sociedades civiles y Fenalco.

Tampoco tiene antecedentes la rebelión de los alcaldes, en la que 875 de ellos –casi todos santistas– le pidieron al Congreso que archivara la ley de regalías porque la consideraban retardataria y un engaño del Presidente, exigencia que respaldaron con una marcha por las calles de Bogotá y le plantearon al minhacienda en la cara. Y se constituyó la Coalición No al TLC con Corea, otro hecho muy especial, porque la conforman los empresarios agrupados en Proindustria, las centrales sindicales CUT y CTC y ONG como Recalca, con el respaldo de congresistas del Polo, el liberalismo, la U y los Verdes.