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Entrevista. “Recorro el país popular con frecuencia”, dice Piedad Córdoba
Piedad Córdoba: "Mis palabras no me hacen guerrillera"
Piedad Córdoba dice que no se arrepiente de sus afirmaciones en Cauca sobre presunta siembra de minas explosivas por parte de las Fuerzas Armadas
Cecilia Orozco Tascón / Martes 7 de agosto de 2012
 

Piedad Córdoba dice que no se arrepiente de sus afirmaciones en Cauca sobre presunta siembra de minas explosivas por parte de la Fuerzas Armadas, y sobre su llamado a las comunidades para que desarrollen una “resistencia civil” frente a la guerra. Pero niega ser enemiga de los militares. Y asegura que, según sus análisis, el gobierno Santos y las Farc sí han “coqueteado”.

Cecilia Orozco Tascón.- Cuando usted arengó a unos habitantes de Miranda, Cauca, en días pasados, ¿calculó el escándalo y los ataques que sobrevendrían por lo que dijo?

Piedad Córdoba Ruiz.- No, no lo calculé. Cuando se está comprometida con la defensa de los derechos sociales no se piensa si las acciones o los acompañamientos que se hacen van a dar réditos políticos o electorales. O si por el contrario, algunos de los representantes del poder van a molestarse. Mi discurso era, claramente, de solidaridad con una causa que creo justa y mi indignación por lo que vi y escuché me impulsó a expresar mi rechazo.

C.O.T.- ¿El contenido de su discurso fue espontáneo?

P.C.R.- Las palabras que pronuncié nacieron allá, de la rabia y el dolor por los problemas que padecen los habitantes del Cauca. También me impulsó a decir lo que dije la admiración por el valor con que ellos, que son un ejemplo de dignidad colectiva, enfrentan la adversidad. Ahora, quiero dejar claro que la espontaneidad de mi discurso no significa desconocimiento del azaroso contexto social que reina en la zona.

C.O.T.- O sea, ¿no se arrepiente de sus afirmaciones?

P.C.R.- Para nada. ¿Qué cree que les diría hoy a los indígenas y a los afrodescendientes que han sido despojados, humillados y amenazados? ¿Que se callen, que se escondan silenciosos para que no los ataquen, o que luchen como lo han venido haciendo?

C.O.T.- Precisamente su encuentro con las comunidades y sus palabras sirvieron para que sus contradictores aseguraran, otra vez, que usted “se pasó” al bando de la guerrilla. ¿Qué les respondería?

P.C.R.- Reiteraría que expresé mis opiniones ante lo que consideré injusto. Les diría también que mi actitud y mis palabras no me hacen guerrillera. Y les preguntaría, a mi vez, si la militarización y las salidas de fuerza van a solucionar el conflicto del país o si es legítimo asumir automáticamente que un habitante de la zona involucrada en los combates que no se conforme con esa situación es un enemigo interno, un terrorista o un cómplice.

C.O.T.- ¿Con base en cuáles hechos aseguró que las Fuerzas Militares no son amigas de la población y que deben ser “expulsadas” de los territorios indígenas?

P.C.R.- Recorro el país popular con frecuencia. E interpreto aquello de lo que he sido testigo como defensora de derechos y trabajadora por la paz que soy. Además, verifico y corroboro lo que veo. ¿De dónde he obtenido la información? De la que me brinda la gente, los investigadores, impecables organizaciones defensoras de derechos y un equipo interdisciplinario que me acompaña. Los datos se encuentran también en las denuncias y exigencias que hacen las comunidades. El problema es que nadie escucha.

C.O.T.- Pese a eso, ¿no cree que se sobrepasó en lo que afirmó?

P.C.R.- Pues algunos me han cuestionado por “boquisuelta” y otros, por el tono en que hablé. También han dicho que mis afirmaciones son ligeras, pero quienes me califican no conocen la crítica situación del Cauca. Estuve allá y escuché las quejas de las comunidades que pueden cotejarse y contrastarse con sucesos públicamente conocidos. Para mí es claro que no puede haber una operación de inventiva colectiva tan perfecta si se tratara de eso.

C.O.T.- Tal vez lo que pareció más escandaloso de sus afirmaciones fue la parte en que sostiene que el Ejército siembra minas antipersona. ¿Eso fue lo que quiso decir o fue malinterpretada?

P.C.R.- Lo dije y lo reitero. Allá lo escuché y llegando a Bogotá indígenas nasas y campesinos del Putumayo hicieron afirmaciones similares delante de algunos defensores de derechos humanos. Nos explicaron cómo desactivan las minas, cómo las cambian de lugar y en dónde las vuelven a poner. Estos hechos demuestran hasta dónde se ha degradado el conflicto armado. Por contar esta verdad no soy enemiga de las Fuerzas Armadas. A mí me duelen los militares, los policías, los guerrilleros, los civiles. Pero para acabar las dinámicas de esta guerra es necesario conocer la gravedad de lo que ha ocurrido.

C.O.T.- Cuando usted asegura saber quiénes ponen minas, ¿está denunciando a las Fuerzas Armadas en su conjunto o se refiere a unos militares en particular?

P.C.R.- A algunos, e insisto en que no se trata de animadversión personal, sino de un intento de que, mediante la verdad, termine aplicándose con seriedad el Derecho Humanitario para impedir que el conflicto armado se degrade más.

C.O.T.- La siguiente afirmación suya: “A los caucanos y caucanas los vamos a defender cueste lo que cueste... con palos y piedras, con la voz no solamente airada sino soberana…”, fue después interpretada como invitación a rebelarse contra el Estado. Para usted esa frase, ¿es legítima o subvierte el orden?

P.C.R.- La objeción, la desobediencia civil y la indignación constituyen un derecho según la Constitución del 91, aunque la institucionalidad no lo desee reconocer. Resalto que no invité a subvertir el orden con acciones armadas, sino a defender vidas indígenas y campesinas, y a recuperar sus territorios que también tienen protección constitucional, con resistencia civil.

C.O.T.- Tal vez eso no quedó claro porque usted hizo énfasis en una “defensa” no tan pacífica: “piedras y palos…”.

P.C.R.- Por ser Piedad Córdoba nada de lo que diga va a ser interpretado con distancia e imparcialidad, excepción hecha de algunas personas. Respecto de lo que usted anota, le recuerdo que en una carta que envié desde el exterior, días después de lo sucedido en el Cauca, expresé las razones para actuar como lo hice, fundada en la tradición humanista y liberal común a la historia de la humanidad, que ha transitado por muchas experiencias de resistencia ciudadana y defensa de territorios. Esas son manifestaciones legítimas de los pueblos que se rebelan ante el ejercicio desmedido del poder.

C.O.T.- ¿Qué opina de la petición del procurador a la Fiscalía para que ésta la investigue a usted penalmente?

P.C.R.- Con ocasión de lo que usted me pregunta, alguien me dijo que lo del procurador era previsible, porque él oficia como justiciero sin serlo y como guerrero sin ser caballero ni tener honor o dignidad.

C.O.T.- Y, ¿qué piensa de la respuesta del fiscal Montealegre ante esa petición?

P.C.R.- Que actuó en derecho.

C.O.T.- El ministro de Defensa también se refirió a usted por su discurso en Cauca. ¿Cómo califica sus palabras?

P.C.R.- No estaba en el país en ese momento y por eso no sé con exactitud lo que dijo. Por eso prefiero no entrar en calificaciones sobre lo expresado por él.

C.O.T- Pese a los fuertes ataques que sufrió, alrededor de siete columnistas y hasta en un editorial, se defendió su derecho al disenso. ¿La asombra ese volumen de opinión a favor de su libertad de opinar?

P.C.R.- Sí, me asombra que defiendan mi derecho de expresión y lo agradezco, pero no es gratuito porque a estas alturas hay muchos que deben estar percibiendo que es cierta la abierta persecución política contra mí, al menos de un sector del poder. Me pregunto si, por ejemplo, los funcionarios que pidieron que me iniciaran investigación penal, solicitarían lo mismo respecto de Fernando Londoño por el discurso que él pronunció en el club El Nogal.

C.O.T.- Lo que dijo Londoño no les gusta a muchos. Pero, ¿no forma parte también de la libertad de opinión que la cobija a usted?

P.C.R.- Precisamente lo que estoy diciendo es que a mí no me perdonan que ejerza ese derecho y que a él, aunque lo sobrepase, lo protegen con un manto de silencio. Hay exceso de dureza para calificar un caso y, para el otro, permisividad y condescendencia. Y a propósito de su pregunta, mi abogada le ha solicitado a la Corte Suprema, donde hay una indagación preliminar abierta, que llame a los columnistas Mauricio Vargas y Salud Hernández para que aporten las pruebas de los hechos que han afirmado públicamente en mi contra.

C.O.T.- ¿Los va a denunciar?

P.C.R.- Lo que estamos pidiendo a la Corte es que en el caso en que me investigan los llame para que aporten las pruebas de lo que dicen contra mí. Ellos son tan afirmativos respecto de unas acusaciones que me hacen, que se salieron del marco de la sola opinión y se pasaron al de la descripción de unos hechos que presuntamente ocurrieron y que, por lo tanto, deberían probar ante mis jueces.

C.O.T.- ¿A qué le atribuye la que pareciera animadversión del procurador contra usted?

P.C.R.- A una obsesión fatal. Me erigió como el chivo expiatorio de todo lo que sucede y de todo lo que él no es, y tal vez desearía ser: libre de pensamiento y discernimiento.

C.O.T.- ¿Cuántos procesos le ha abierto el procurador?

P.C.R.- En total, tres. En dos de ellos me inhabilitó y destituyó. Existe otro en el que no se me ha notificado de ninguna actuación. Pero nada de raro sería que me juzgara e impusiera otra sanción sin que me enterara.

C.O.T.- Su vida cambió radicalmente desde cuando Ordóñez la sacó de su escenario político: el Congreso. ¿Cómo la afectó esa exclusión y a qué se dedica ahora?

P.C.R.- Me afectó menos de lo que creía al principio, porque continúo recorriendo el país y atendiendo invitaciones del exterior para dictar conferencias. Además, he podido estudiar y planear con mayor tiempo y dedicación un proyecto de país incluyente.

C.O.T.- Suponga que se pudiera realizar su “proyecto”. ¿Las Farc estarían en él y en calidad de qué?

P.C.R.- Pienso que sí y no sólo las Farc. También los del Eln; aquellos que financiaron y aún financian el paramilitarismo porque los ejecutores de esos planes que están en las cárceles nacionales y de Estados Unidos no son sólo los únicos responsables de lo que sucedió. Hablo de aquellos que los financiaron. Y, por supuesto, incluiría a los militares que se salieron de los parámetros legales. Haría excepción, claro está, de quienes cometieron delitos de lesa humanidad o violaciones al Derecho Internacional Humanitario. Buscaría la construcción de un país distinto con espacios reales de democracia.

C.O.T.- Mucho se ha dicho que mientras es dura la crítica de los militares, es laxa con la guerrilla. ¿Qué diría frente a esa objeción?

P.C.R.- Le hemos criticado claramente a la guerrilla los padecimientos que sufre la población civil que se encuentra en medio de la guerra y los secuestros, por ejemplo. Consta en cartas y documentos de nuestro movimiento, pero también sabemos que mientras la guerrilla está alzada en armas contra el orden establecido y no lo acata, la responsabilidad de los hombres que representan el Estado ante la comunidad internacional es directa y está mucho más comprometida por la firma de pactos y tratados.

C.O.T.- ¿Es cierto que usted y sus colegas de movimiento han visitado varias veces a los jefes paramilitares detenidos en las cárceles estadounidenses?

P.C.R.- Es cierto y los hemos visitado para oír de ellos lo que hizo el paramilitarismo en este país. Le hemos aportado a la Fiscalía General la abundante información que hemos obtenido en nuestras reuniones con ellos. Hemos hecho entrega de documentos sobre la participación en acciones de esos grupos, de importantes sectores de la sociedad, porque a veces parece que se quisieran concentrar las culpas de la relación con el paramilitarismo en el Congreso. Falta que se investigue y conozca el resto.

C.O.T.- Pregunta inevitable: ¿cree, como temen los uribistas y como se rumora en ciertos círculos, que hay acercamientos iniciales entre el Gobierno y las Farc o esas son fábulas?

P.C.R.- Acercamientos o coqueteos sí han existido y existen, no sólo con las Farc sino también con el Eln.

C.O.T.- ¿Es lo que usted cree o lo que sabe?

P.C.R.- No lo sé, pero se analizan los hechos para sacar conclusiones. Eso fue lo que hice.

La Constitución del 91 les confirió a los pueblos indígenas autonomía de gobierno, cultura e incluso la posibilidad de tener su propia justicia. Al dar la orden de devolución, la Corte Constitucional no sólo cumplió con el mandato de la Carta Política, sino que dio un paso de simple sentido de humanidad: garantizar la supervivencia humana en esa zona.

¿El liberalismo la abandonó o usted al partido?

Cecilia Orozco.- El liberalismo parece haberla dejado por fuera. El presidente de esa colectividad fue uno de quienes habló más fuerte contra usted ¿Usted también abandonó a su partido?

Piedad Córdoba.- El espíritu liberal es más que un partido y permanece incorruptible en la protección de los derechos, en la defensa de las causas sociales, de la justicia, de la paz. No soy yo la que abandonó las ideas liberales. Otros lo hicieron. No es sino observar sus actitudes y declaraciones.

C.O.- ¿Qué piensa de quienes lideran hoy el liberalismo?

P.C.R.- Que son simples transeúntes, no dueños del partido. Y que su lealtad con la filosofía liberal es corta porque solo usufructúan la colectividad como si fuera una franquicia para beneficiar sus carreras.

C.O.- Ellos opinan lo contrario: que usted se salió del partido.

P.C.- Que cualquiera diga si cree que los que dirigen hoy el partido tienen alguna conexión real con los problemas del país ¿Se preocupan por el conflicto que padecen los indígenas, los desplazados, los corteros de caña? Disfrutan la vida muelle mientras nosotros luchamos por regresar al legado histórico liberal. No es difícil saber quién está más cerca de la gente.

Protección constitucional a indígenas

Después del alzamiento civil de la comunidad nasa en el Cauca, para impedir la presencia de hombres armados estatales o ilegales en territorio de sus resguardos, la Corte Constitucional sorprendió con un auto en el que les ordena a las Fuerzas Armadas devolverles 6 hectáreas en las que construyeron la parte recreativa de una base militar a los pueblos jiws y nükaks en Barrancón, San José de Guaviare.