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El Sindicato Andaluz de Trabajadores - SAT: Andalucía en pie de lucha
Chris Gilbert / Lunes 10 de septiembre de 2012
 

Tras tres días bajo un fuerte sol de verano, la marcha del Sindicato Andaluz de Trabajadores “Andalucía en Pie” llegó a Sevilla el 7 de septiembre. La entrada en la capital andaluza fue contundente: la marea de participantes había crecido al paso de cada ciudad –Utrera, Los Palacios, Dos Hermanas– y ya entrando en Sevilla se fueron juntando miles de hombres y mujeres que se constituyeron, con los caminantes, en una masa consciente de 15,000 personas que participaron en un evento cultural y asamblea en la Plaza de España.

¿Qué importancia tiene esta marcha, que se ha hecho famosa por sus acciones directas, ocupaciones y expropiaciones? En una Europa en profunda crisis en la que es cada día más evidente que la clase gobernante no sabe ya mantener su poder (condición imprescindible para una situación revolucionaria, según afirma Lenin), la marcha del SAT ha dado la batalla de ideas en el ámbito político, económico y social con gran inteligencia. Al parecer los jornaleros del sindicato la están ganando.

Conscientes de la autoridad moral de sus proclamas, la marcha del SAT ha hecho suyas las banderas de la justicia, del derecho y de la legitimidad. Por ejemplo, debería ser de sentido común que es justo y legítimo que los que han producido la crisis malgestionando la economía (los políticos y los capitalistas) reciban sanciones y castigos: “Tenemos la solución; los banqueros a prisión” es una de las consignas centrales de “Andalucía en pie”.

Por otro lado, robar –término que tanto se usa para tergiversar las acciones educativas y simbólicas que realiza el SAT en transnacioneles como Lidl, Carrefour y Mercadona– debería aplicarse más bien al enorme hurto de fondos que hacen los banqueros y a la desvergonzada expropiación de los pobres para pagar la deuda con recortes sociales (“A ti que estás mirando, también te están robando” es otra de las consignas).

Los medios de disinformación, además de tildar a los sindicalistas andaluces de bandoleros (¡qué miedo!) los tildan de soberanistas. Hay algo de verdad en esto –defienden, como deben hacer, su derecho a la autodeterminación– aunque también impresiona el rico espectro de banderas (cubanas, canarias, republicanas, y por supuesto la andaluza, a veces con variantes nacionalistas) en las filas de las manifestaciones, junto a objetos lúdicos típicos de los indignados. Obviamente el mero susurro de soberanía es tremendamente incómodo para un Estado español arrodillando frente a Alemana (y a los EE.UU.).

En un Estado español de política espectacularizada, medios faranduleros, y psicosis deportiva, la marcha del SAT tiene sus pies firmemente plantados sobre la tierra, con reivindicaciones concretas como una renta básica y el fin a los copagos médicos. Pero también tiene una propuesta más global y revolucionaria hacia una economía al servicio del pueblo. Su proyección de una sociedad alternativa al capitalismo no queda en lo abstracto, sino que toca tierra con experimentos tangibles: tomas de tierras baldías, ocupaciones de fincas, y el emblemático experimento en democracia participativa y bienestar común que es Marinaleda.

Aunque su visibilidad al mundo entero es reciente, ni el sindicato ni sus acciones directas son algo nuevo: su organización y trabajo viene desarrollándose desde hace más de 30 años. En 1976 se formó el Sindicato de Obreros del Campo (SOC) con la participación del cura obrero Diamantino García entre otros; más tarde en 2007, el SOC ampliaría su proyecto y se convertiría en el SAT.

Hoy las caras más visibles del sindicato son Juan Manual Sánchez Gordillo y Diego Cañamero –dos dirigentes de incuestionable calidad moral y probado liderazgo. (Gordillo ha sido alcalde de Marinaleda desde 1979). Sin embargo, las filas del SAT muestran tanto un liderazgo compartido y colectivo como una formación política profunda: hablar con cualquier militante es asistir a una clase magistral sobre las metas y la visión del sindicato; clara evidencia de que, como ellos mismos dicen, la mejor escuela es la lucha –una lucha que en este caso ha sido larga y dura.

La marcha del SAT, que en sus seis tramos ha recorrido prácticamente toda Andalucía, ha hecho que los gritos históricos “tierra y libertad” y “la tierra es de los que la trabajan” retumben de nuevo en los campos y ciudades de Andalucía y mucho más allá. Es una muestra cierta de que este pueblo digno y valiente –pueblo golpeado por una suerte de colonización moderna y acaparamiento de tierras que daría envidia a los señores feudales de otrora– no se ha dado por derrotado. Hoy los trabajadores andaluces han tomado la vanguardia en una lucha que si bien está basada en hacer justicia aquí y ahora, también tiene impacto mundial en la lucha contra el capital.