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Fracasa el último intento para evitar el ‘abismo fiscal’ en Estados Unidos. El país se precipita hacia la recesión
Obama reitera a los líderes del Congreso su propuesta de mantener las ayudas al desempleo y la subida de impuestos a las rentas superiores a 250.000 dólares
Antonio Caño / Viernes 28 de diciembre de 2012
 

Barack Obama y los líderes del Congreso, reunidos en la Casa Blanca, han fracasado este viernes en su último intento de conseguir un acuerdo para evitar el abismo fiscal. La reunión, ansiosamente esperada como la única salida de esta crisis de graves repercusiones económicas, concluyó después de poco más de una hora de conversación sin que ninguno de los asistentes ofreciera públicamente declaraciones sobre su resultado, lo que da muestra de la frustración existente en estos momentos.

A falta de tres días para que el 1 de enero venza el plazo para la entrada en vigor de una masiva subida de impuestos y recortes de gastos que conducirían al país a la recesión, la situación queda en un limbo en el que nadie conoce exactamente los pasos siguientes, con la única certeza de que la posibilidad de un gran acuerdo bipartidista para la reducción del déficit se ha esfumado por completo.

De acuerdo a la versión de fuentes oficiales, Obama reiteró a los líderes parlamentarios su propuesta de mantener las reducciones de impuestos heredadas de la Administración de George W. Bush excepto para aquellos ingresos superiores a los 250.000 dólares anuales. Asimismo propuso mantener las ayudas al desempleo que las normas del abismo fiscal eliminarían para más de dos millones de norteamericanos y el pago a los médicos del Medicare, con objeto de que no se vean afectados los pensionistas acogidos a ese programa de salud pública.

Es, esencialmente, una versión reducida de la propuesta que el presidente ha venido defendiendo desde el principio de esta negociación. Expuesto su punto de vista, Obama preguntó si alguno de los presentes tenía una oferta alternativa y pidió que, de lo contrario, se permitiese sacar a votación en ambas cámaras la iniciativa de la Casa Blanca. A partir de ahí todos son interrogantes.

Los dos dirigentes demócratas que participaron en la negociación –Harry Reid, jefe del grupo en el Senado, y Nancy Pelosi, en la Cámara de Representantes- respaldan esa solución. Pero no se sabía si lo harían los dos líderes republicanos presentes en la reunión –John Boehner, presidente de la Cámara de Representantes, y Mitch Mcconnell, jefe del grupo en el Senado- o buscarán aún una alternativa. Ni siquiera está claro si alguno de los dos está en condiciones de garantizar cuál será, posteriormente, el voto de sus compañeros de partido.

El escenario ideal sería el de que la propuesta de Obama fuese aprobada este sábado por el Senado, el domingo por la Cámara de Representantes y el lunes firmada por el presidente, para llegar justo a tiempo de comer las uvas –aunque en EE UU no se comen las uvas- en relativa calma. Pero ese escenario ideal está sometido a numerosos condicionantes que lo hacen, cuando menos, difícil y, con más realismo, improbable.

La primera condición es que McConnell renuncie a su derecho legal al obstruccionismo y permita que la propuesta sea sometida a votación en el Senado, donde podría pasar únicamente con el respaldo de los demócratas. Lo segundo es que Boehner acepte llevarla a la Cámara de Representantes, donde ya tuvo que retirar una propuesta suya mucho más conservadora que sugería subir los impuestos a los ingresos por encima del millón de dólares. Y lo tercero es que, elevada a votación en la Cámara, todos los demócratas y al menos 26 republicanos se pronuncien a favor.

Por lo visto hasta ahora, ninguna de esas condiciones se da. McConnell no ha dado ni una sola muestra de querer poner en riesgo su futuro político echándole ahora una mano a Obama. En cuanto a Boehner, que se juega su reelección por sus compañeros en los próximos días como presidente de la Cámara, nada parece haber cambiado desde hace unos días rompió su diálogo con la Casa Blanca. Por último, ninguno de los republicanos que se necesitan que digan sí han manifestado que estén dispuestos a hacerlo.

Si se conserva cierta esperanza sobre el desenlace de los acontecimientos es porque los republicanos deben de ser conscientes de que, llegadas las cosas a este punto, estando en sus manos la decisión final para bajarles los impuestos al 87% de los norteamericanos a cambio de subírselos a los que ganan más de 250.000 dólares anuales, asumen una gran responsabilidad ante la nación. ¿Se negarán a votar una medida que puede evitar a este país y al mundo el trance de una crisis económica tan innecesaria? ¿No habrá al menos 26 que lo hagan?

En todo caso, aún con un arreglo de última hora, EE UU está obligado a afrontar de forma bipartidista desde principios del próximo año el problema de su déficit y de su deuda. En aproximadamente dos meses más el país alcanzará su techo legal de endeudamiento, de acuerdo a los cálculos del Departamento del Tesoro. Si se quiere evitar la suspensión de pagos, será preciso que el Congreso autorice nueva deuda, y para ello será necesario nuevamente negociar una amplia reforma presupuestaria sobre impuestos y gastos.

En su próximo discurso sobre el estado de la Unión, tras su toma de posesión, Obama presentará, probablemente, las líneas maestras de esa reforma. Pero después tendrá que confrontarla con la opinión de los republicanos, de los que es difícil anticipar en qué estado de ánimo estarán para entonces.

Un congreso paralizado y dividido

El Congreso de Estados Unidos, paralizado y dividido, se muestra incapaz de sacar adelante un acuerdo que evite el abismo fiscal, y el líder demócrata en el Senado, Harry Reid, ha advertido que Estados Unidos “está abocado” a una masiva subida de impuestos y recortes de gastos a partir del 1 de enero. Aún quedan cuatro días para impedirlo, pero el pesimismo se ha instalado en Washington ante la resistencia de ambos partidos a ceder en sus posiciones ideológicas sobre las prioridades presupuestarias y la reducción del déficit. Este viernes, el presidente de EE UU se reunirá con los líderes del Senado y de la Cámara de Representantes para intentar llegar a un acuerdo in extremis.

Certificando ese pesimismo, Reid ha utilizado esta mañana la tribuna del Senado para afirmar que, a menos que los republicanos acepten la propuesta original de los demócratas, que incluye una subida de impuestos para los ingresos superiores a los 250.000 dólares anuales, el abismo fiscal será inevitable. Las posibilidades de que la oposición acepte esas condiciones son mínimas, por no decir nulas. La Cámara de Representantes, dominada por los republicanos, ni siquiera se ha reunido todavía, y su líder, John Boehner, prosigue sus vacaciones en Ohio, desde donde esta noche piensa mantener una conversación telefónica con sus compañeros de partido para decidir el siguiente paso. Previamente, se ha advertido, no obstante, que la Cámara no actuará hasta que no lo haga el Senado.

Barack Obama sí está en Washington, pero su capacidad de maniobra es mínima. El miércoles, antes de salir de Hawai, habló por teléfono con los líderes demócratas y republicanos de ambas cámaras, pero ningún progreso se obtuvo en esas conversaciones. En sus manos están, sin embargo, las últimas esperanzas de encontrarle una salida a esta situación.

La Casa Blanca considera la posibilidad de enviar hoy mismo una nueva propuesta legislativa que pudiera ser aprobada por el Congreso antes del día 1, pero es difícil imaginar qué texto podría en estos momentos evitar el obstruccionismo del Partido Republicano en el Senado y reunir suficiente número de votos para pasar en las dos cámaras. Los republicanos se oponen a cualquier subida de impuestos. Los demócratas y el presidente se niegan a recortar gastos sociales sin subir los impuestos a los más ricos. ¿Cómo se sale de ahí? Obviamente, con concesiones. ¿Quién está dispuesto a hacerlas? Por el momento nadie, o nadie en forma suficientemente generosa.

Mientras tanto, el drama continúa. La Bolsa de Nueva York seguía perdiendo y el índice Dow Jones había bajado ya del límite de los 13.000 puntos. Los inversores pronostican una fuerte caída del consumo y un retorno inevitable a la recesión si el país cae en el abismo fiscal. Cerca del 90% de la población tendrá que pagar más impuestos a partir del 1 de enero. La familia con un promedio de ingresos en torno a los 50.000 dólares anuales verá aumentar su contribución a hacienda en más de 2.000 dólares. Más de dos millones de norteamericanos perderán sus ayudas al desempleo. El paro superará el 9% en 2013.

Esto deberían de ser razones suficientes como para que la clase política actuara con responsabilidad. Pero, desafortunadamente, los incentivos puramente políticos son escasos para ambos partidos. Si el país cae en el abismo fiscal, expirarán los beneficios fiscales de la época de George W. Bush y los demócratas tendrán su subida de impuestos a los ricos. Igualmente, si eso ocurre, los republicanos tendrán los 55.000 millones de recortes en gastos sociales que ellos consideran imprescindibles. Ambos partidos podrán presumir ante su electorado de no haber cedido ante el rival. Ambos podrán decir que lo seguirán intentando en la próxima legislatura, en condiciones más favorables.

Efectivamente, el próximo curso, que se inaugura el 3 de enero, presenta mejor panorama para los actuales negociadores. Boehner, que probablemente será reelegido presidente de la Cámara de Representantes, se habrá librado de algunos de los más molestos miembros del Tea Party, derrotados el 6 de noviembre. Los demócratas tendrán una más amplia mayoría en el Senado- aunque insuficiente para evitar el filibusterismo- y mejorarán su posición en la Cámara.

El próximo día 31 EE UU superará el techo de deuda aprobado por el Congreso

Pero, incluso postergar la negociación exigiría algún tipo de acuerdo ahora, puesto que la ley del abismo fiscal entra en vigor el día 1. Cualquier apaño legislativo para salvar ese límite puede librar a los ciudadanos de algunos perjuicios, pero ya no evitará el daño que se infligiendo a la credibilidad de EE UU. El mundo no está solo preocupado, con razón, por las consecuencias de una crisis económica en este país, sino por la crisis de gobernabilidad que está evidenciando la primera potencia.

El abismo fiscal es solo una de las manifestaciones de ese problema mayor, pero existen otras. La secretaría de Hacienda ha anunciado que el próximo día 31 EE UU superará el techo de deuda aprobado por el Congreso. De momento, se ha recurrido a instrumentos provisionales que permiten extender el crédito un par de meses más. Pero en febrero o marzo, Obama requerirá de nuevo el apoyo de la mayoría de ambas cámaras para evitar que el país caiga en la suspensión de pagos, un riesgo que ya se vivió en el verano de 2011.

Son demasiadas crisis encadenadas como para no afectar al prestigio de EE UU. Obama parece consciente de que la principal responsabilidad histórica recaerá en él como presidente, y es el más dispuesto a ceder. ¿Hasta dónde?

¿Qué es el abismo fiscal? Siete claves para entender sus riesgos y consecuencias

Es una bomba de relojería que, si no se desactiva antes del 1 de enero y se prolonga durante meses, puede provocar un fuerte retraimiento de la economía en EE.UU. e incluso una recesión mundial del capital.

-¿Qué es el abismo fiscal?

- Es una subida generalizada de impuestos que iría acompañada de fuertes recortes del gasto público. Medidas que entrarían automáticamente en vigor si no se llega a un acuerdo antes del uno de enero. Si el desacuerdo se prolonga en la primera quincena de enero se teme alguna turbulencia en las Bolsas. Si el desacuerdo persiste durante meses, el impacto sería mucho más grave y algunos analistas temen una recesión.

-¿Por qué ha de resolverse antes de fin de año?

- El presidente Barack Obama y el Congreso no han sido capaces de ponerse de acuerdo sobre el volumen de gasto público y si se prolongan o no las reducciones fiscales que aprobó el presidente George Bush que expiran el uno de enero de 2013. El pasado mes de agosto se creó un comité bipartidista para alcanzar un compromiso. Y para obligarse a llegar a un acuerdo que limite el abultado gasto público resolvieron que, o se alcanza el compromiso antes del 1 de enero o automáticamente entrarán en vigor fuertes recortes en el gasto público y se eliminarán todas las reducciones fiscales de la era Bush.

-¿Por qué no se ha resuelto aún? ¿Quién tiene la culpa?

- Hay una diferencia de principios fundamental. Los republicanos quieren una drástica reducción del gasto público que adelgace el peso de la deuda. Pero se oponen a cualquier subida de impuestos. Obama es partidario de una reducción más suave del gasto. Quiere prolongar las reducciones fiscales para quienes tienen ingresos inferiores a 250.000 dólares y eliminarlas para las rentas más altas. Los republicanos son partidarios de mantener las reducciones para todos. Ambas partes se han mantenido casi inamovibles en sus posiciones. El portavoz republicano en la Cámara de Representantes, John Boehner, hizo un intento de acercamiento, pero sus propios compañeros de filas le desautorizaron al votar en contra de la propuesta.

-Qué pasará si no se resuelve?

- Si el uno de enero no se ha llegado a un acuerdo, se eliminarán todas las reducciones fiscales (lo que supondrá una fuerte subida de impuestos) y se ejecutarán fuertes recortes del gasto público en áreas tan fundamentales como Defensa y ayudas al empleo. Se calcula que el «abismo» tendría un impacto de 550.000 millones de dólares que dejarían de circular por la economía norteamericana, un 3,5 por ciento del PIB de Estados Unidos.

-¿El abismo fiscal solo afecta a EE.UU. o puede tener repercusiones en otros países?

- Todo lo que ocurra en la economía de Estados Unidos tendrá una repercusión automática sobre la economía mundial. El «abismo fiscal» supondrá un retraimiento de la actividad económica en Estados Unidos que tendrá consecuencias negativas sobre el resto del mundo. En las primeras semanas de enero puede que el impacto sea más limitado, pero a medida que se prolongue la crisis, mayor será la amenaza sobre el crecimiento. Si el desacuerdo se alarga durante meses, Estados Unidos podría entrar en recesión, y todos los demás países se verían muy negativamente afectados.

-¿Puede afectar a España de alguna manera?

- Si no hay acuerdo para resolverse el abismo fiscal, la crisis en la eurozona pasaría a un segundo plano, pero no porque esta se haya resuelto, sino porque ha estallado una crisis internacional más grave. España es muy sensible a cualquier presión sobre la Bolsa. Y a medida que transcurran los días sin acuerdo, el nerviosismo aumentará y, con este, los movimientos convulsos sobre las Bolsas de todo el mundo. Los países más vulnerables, como el nuestro, pueden acusar el golpe sobre todo en las semanas de mayor incertidumbre.

-¿Es la primera vez que EE.UU. se enfrenta a esta situación?

- El año pasado ya se vivió una situación casi idéntica a la actual, cuando la Casa Blanca y los republicanos tampoco se ponían de acuerdo sobre el límite de la deuda pública. Al final, no llegó la sangre al río y hubo acuerdo de última hora, casi a punto de acabar el año, cuando ya parecía irremediable el desacuerdo. Pero este año las diferencias entre la Casa Blanca y los republicanos son incluso mayores que en 2011.