Tratar de mantener el modelo agroexportador de commodities transgénicas frente a la debacle internacional, resulta a todas luces una insensatez. Sin embargo, es lo que se intenta, si bien se lo trata de enmascarar con algunas reformas, con innovaciones, y envolturas que nos presentan lo viejo como renovado, lo que se persiste en mantener, sigue siendo el mismo modelo sojero de los años noventa inspirado en las políticas de Monsanto y de Cargill. Las tensiones actuales entre el campo y el gobierno reflejan esos acomodamientos dolorosos que, alguna vez en el año anterior y durante la llamada crisis del campo, denominamos como: reconfiguración del modelo agro exportador sojero, hacia un modelo similar pero de mayor concentración y con mayores paquetes tecnológicos. Una legión de chacareros devenidos rentistas, y una cantidad de pequeños tamberos o criadores de ganado que se subsidian a sí mismos, haciendo soja en una parte de su campo, conforman una masa de sectores medios rurales que se resiste a desaparecer y que, contra toda lógica, se aferran a prácticas y producciones que dejan de ser económicas por la propia dinámica del proceso de capitalismo agrario que ellos mismos condujeron. Esos productores y rentistas rurales son acompañados por una buena parte de lo que resta del tejido rural, de las pequeñas y medianas localidades en que habitan, las poblaciones dispersas que ofician los servicios de la agricultura industrial y las memorias rotas de un pasado que ya no puede volver.
Editorial del Grupo de Reflexión Rural.
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